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Goyo Jiménez: "El humor debe ser cualquier cosa menos partidista"

15/07/2018 - 

VALÈNCIA. "No lo digo, lo hago". Y vaya que si lo hace. Goyo Jiménez (Melilla, 1970) no se dedica precisamente a un sector fácil, pero arrasar en cada ciudad a la que viaja con sus espectáculos resulta un habitual en su carrera. Su firme sentencia, además de leitmotiv recurrente de sus monólogos, es toda una declaración de intenciones. Y es que, por hacer, que no quede: miembro asiduo del elenco del programa televisivo El Club de la Comedia, y pieza fundamental del celebrado montaje 5hombres.com, atesora una fructífera trayectoria interpretativa donde no se la ha resistido ningún género ni autor teatral, desde Sófocles hasta Woody Allen pasando por Cervantes. Casi nada.

Siempre tuvo clara su vocación pero, ante las dudas de sus progenitores, se refugió en el Derecho, una carrera bajo los ojos del cómico "calma padres" y no por ello exenta de curiosas casualidades. "Molière, que es uno de los cómicos más famosos de la Historia, estudió Derecho y luego fue comediante", cuenta a Cultur Plaza. Preguntado por las posibles coincidencias entre esta y las Artes Escénicas, a priori inexistentes, también tiene una respuesta clara: "Ambas comparten la interpretación. Ir a un tribunal tiene mucho de obra de teatro". Contestaciones rápidas, casi improvisadas, pero cargadas de agudeza y sentido del humor.

Sin embargo, si hay un título que este manchego de adopción (como él mismo se define) ostenta con orgullo es el de "experto en asuntos americanos". Fue Aiguantiluvinamerica, su ingenioso monólogo sobre las diferencia culturales entre nuestro país y el estadounidense, el que le otorgó una gran fama, y lo convirtió oficialmente en el crítico más acérrimo de aquellas costumbres que hacemos nuestras sin tan siquiera plantearnos. "La vida no es como la has visto en el cine", reverenciaba la entrañable Cinema Paradiso (1988), y Goyo Jiménez se ha esforzado en demostrar que las grandes producciones cinematográficas norteamericanas y los extendidos tópicos, tampoco. Aiguantiluvinamerica 2 es el nombre de la segunda parte de su espectáculo, que ha llegado esta semana a València para volver a recordarnos la fina línea que hay entre banderas y orgullos patrios. Entre culturas y sociedades. Entre los allí, y los de aquí.

Foto: PALOMA MEFER.

-Aiguantulivinamerica, #alfinsolo, En verdad os digo, Evoluzión, By the way y Más Difícil Todavía son los espectáculos que has ido presentando estos últimos años. ¿De qué te gusta hablar o reflexionar en ellos? ¿Hay temas que son recurrentes?
-En parte por mí, en parte por el público, intento evitarlo y que cada cosa sea un mundo. Al final, tienes una visión tuya sobre la vida. En un espectáculo hablas sobre la naturaleza, de lo que hay todavía en nosotros de animales; en otro, en las cosas en las que creemos, de la fe... En qué momento está la sociedad con las estructuras en el momento tan cambiante que vivimos, que resulta un caso difícil. Intento, como un novelista, que cada historia cuente algo distinto y trate unos asuntos diferentes.

"No somos tan ingenuos como hace 20 años. Ahora estamos muchos más espabilados"

También es cierto que no soy la misma persona con 48 años que con 38 o 28 y los asuntos que interesan tampoco son iguales. Antes hablabas de salir de fiesta y ahora de ir al médico a que te miren una úlcera. Uno va cambiando y se adapta al tipo de persona que es. Y, afortunadamente, los espectáculos evolucionan contigo. Si no, estaría contando siempre lo mismo y sería un tostón.

Ahora que estreno Aiguantulivinamerica 2 me doy cuenta del paso del tiempo. Estamos hablando de casi 20 años desde que empecé a hacer bromas sobre los americanos, y 15 desde que lo estrené como un espectáculo completo. Uno se da cuenta de cómo cambia el mundo y la forma que tienes de verlo. La manera de plantear las cosas tampoco puede ser la misma: no nos reímos de lo mismo, no seguimos los mismos esquemas... No somos tan ingenuos como hace 20 años. Ahora estamos muchos más espabilados y "toreados".

-Como comentas, ahora vienes a València con Aiguantilivinamerica 2. ¿Por qué era necesaria esta segunda parte de uno de tus monólogos más conocidos? ¿Qué nos falta por saber de los norteamericanos? 
-Pese a que mucha gente pueda pensar que vengo a sacar dinero, todavía quedaban muchas cosas que contar. Primero, porque ha cambiado mucho todo. Durante muchos años la gente me ha dicho: "¿Y no haces nada más de los americanos?". Yo no quería que se me encasillara. Quería ser monologuista, no el autor de un monólogo determinado. Y por eso me he dedicado a hacer otros trabajos y demás.

Pero, de repente, cada vez me lo decían más, se echaba de menos y llegó un momento en, viendo los cambios sociales o la presidencia de Donald Trump, percibí que había una necesidad de volver a recuperarse a uno mismo. De mirar hacia atrás y ver qué ha cambiado desde que se estrenó el primero hasta el de ahora. Además, en ¡Aiguantulivinamerica! quedaron muchas cosas por decir. Preparando esta segunda parte del espectáculo he llegado a tener ciento y pico páginas de material, y lo que más me ha costado ha sido escoger y dejar cosas fuera otra vez.

-Tú mismo te has definido como "experto en asuntos americanos". ¿Algún consejo para que podamos comprender qué está sucediendo en este país con Donald Trump como presidente?
-El problema que tienen los americanos es que se habían construido una imagen idealizada y han ido perdiendo esa ingenuidad. Y la quieren recuperar, pero en el fondo resulta peligroso eso de "cualquier tiempo pasado fue mejor". Porque no es cierto. Cualquier tiempo pasado no fue mejor; fue más antiguo.

Lo que está pasando en Estados Unidos es lo mismo que está sucediendo en Inglaterra y en otros países: todo el mundo quiere recuperar una especie de Arcadia feliz llena de gente blanca que tiene un poder adquisitivo enorme y demás. Es absurdo. Está lleno de pastiches, de racismo, de ranciedad, de antigüedad... Y resulta ilógico hasta desde el punto de vista de la propia supervivencia. Incluso egoísta. Si algo nos demuestra la evolución es que los flexibles y los que se adaptan y cambian rápido son los que sobreviven.

Todas las grandes potencias, no solo económicas, sino militares, culturales... mueren de éxito. Generan tal capacidad de influencia que al final les rebota y son incapaces de mantener su esencia.

Foto: PALOMA MEFER.

-En un momento en que toda crítica puede ser juzgada severamente, como evidencian recientes casos como el de Valtonyc y sus letras contra la Corona; el secuestro del libro Fariña; el joven condenado por un montaje sobre Cristo... ¿Dónde queda la libertad de expresión y el humor?
-Vivimos en tiempos peligrosos cuando alguien, independientemente de en qué lado se encuentre, piensa que debe delimitar lo que otros pueden decir. Es cambiar un censor por otro. Al final no es problema de ideología, sino de quien tiene la sartén por el mango. Y a quien la tiene no le gusta escuchar voces críticas.

Aquí todo el mundo manipula información. No todo es blanco o negro, hay una infinidad de matices grises. Y no tenemos tiempo para ver los detalles, la injusticia de la ley y qué ha pasado exactamente al desafiarla. No todo el monte es orégano, hay mucha albahaca también (como en Bétera). El problema es que no hay suficiente tiempo para conocer la noticia, y afecta también a la comunicación y el periodismo. Este tiene que conseguir clicks en la noticia y eso implica que hay que conseguir titulares muy llamativos que muchas veces no se corresponden con la realidad. "No dejes que la verdad te estropee un buen titular", que dicen.

Se lleva al extremo y me da la sensación de que hay mucha desinformación en muchos aspectos, y mucho desconocimiento por parte de la gente a la hora de juzgar. Hablamos de la ley y yo, como persona que ha estudiado Derecho, como jurisprudente, creo que lo hacemos sin conocer realmente el panorama legal. Lo peor que se puede hacer es hablar y legislar en caliente. El cabreo es muy mal consejero.

-Se ha reflexionado mucho sobre si todo vale en el humor. Tú has mencionado alguna vez que este tiene que ser sanador, y que el límite debe residir en el daño. Dicho esto, ¿qué opinas, por ejemplo, sobre el humor negro? 
-El problema de categorizar es ese: "¿El humor negro de quién, oiga?". Es como lo que contestaba Susanita a Mafalda cuando le preguntaba sobre la propiedad privada. Agarraba sus juguetes y decía: "¿Sobre la propiedad privada de quién?".

"Por definición, el humor es negro"

Por definición, el humor es negro. El moderno y contemporáneo, de hecho, viene de Inglaterra y de un señor que se llama Jonathan Swift. Empezó a bromear sobre que los irlandeses se comieran a sus hijos para solventar el problema de hambre infantil: por un lado, los hijos dejarían de tener esa necesidad porque se los habían comido los padres; y, por otro, se acabaría el problema de comer también para los progenitores. Resulta muy truculento, pero es una carta que envió al Parlamento Británico para, precisamente, hacer una crítica. Intentó que sirviera para algo.

Lo que pasa o está pasando muchas veces con el humor es que la gente simplemente ejercita la capacidad de crítica o ataque por llamar la atención. Hacer una broma cruel o dañina (que para mí no es humor, sino una broma, y es diferente) para decir la barbaridad más grande y tener la publicidad garantizada. Aun así, creo que es necesario que se pueda hacer. No soy partidario de reprimir ningún tipo de expresión. Si alguien falta al respeto al otro, pues una multa. Pero ni cárcel ni encerrar a nadie. Eso es un disparate.

-Las redes sociales han contribuido a disminuir las fronteras entre muchos profesionales del espectáculo y su público. Tú, que eres un tuitero bastante activo, ¿cómo ves esta forma de comunicarte con tu audiencia? ¿Mides lo que dices y cómo lo dices, o hay una confianza ciega con ese público?
-Yo mido lo que digo ya en todas partes, pero no por lo que me pueda pasar a mí, sino a ellos. Lo malo (o bueno) de hacerte mayor es que entiendes más a los otros y empieza a preocuparte más lo que puedas causar.

El otro día estaba en Candelaria, una localidad de casi 4.000 personas con un encanto de público. Cuando terminé, una chica que me había comentado cosas sobre la localidad me dijo: "¿Tú llevas tu cuenta en Instagram?". Claro. Se asombran muchas veces de que puedas hablar. Y todos somos seres humanos al final. Los espectadores no son medios ni cosas con las que lograr dinero, triunfo o comodidades; son fines en sí mismos. Si no lo percibes así, poco duras en esto y mala persona eres.

-¿Cuánto tardas en encontrar tú el chiste o el comentario ingenioso perfecto? ¿Qué te inspira para ello?
-Depende. El otro día estaba actuando y le pregunté a un espectador del público: "¿Cómo te llamas?". "Julio". "Pues felicidades", porque caes en este mes. Sucede en una milésima de segundos. Otras veces te pasas un año peleando con un chiste y no acabas de concretarlo. Tengo la enorme fortuna de tener una coguionista maravillosa en casa, que es mi mujer, y cuando me atasco, la busco y me lo soluciona. Me lo soluciona, me afina el chiste o me tuerce el gesto como diciendo: "No, quítalo", y desisto. Tengo mucha suerte en este sentido.

"Cada actuación debe ser diferente a la otra. Si lo que vas a hacer es reproducir un texto no se corresponde con este género"

-Vistos desde fuera, los monólogos parecen tan fluidos que casi se tiene la consideración de que son improvisados, ¿realmente hay lugar para la improvisación?, ¿alguna vez te has quedado en blanco, o has tenido que recurrir a alguna historieta cuando la gente no se ríe?
-Hay mucha improvisación que te inventas sobre la marcha. Yo no respondo a un guión fijo, pero sé de lo que voy a hablar y tengo una serie de ítems o indicadores por los que voy a pasar. Pero cada día lo hago de una forma. Este género es así, fresco, y debe surgir en el momento. Cada actuación debe ser diferente a la otra. Si lo que vas a hacer es reproducir un texto no se corresponde con este género, es otra cosa. Ahora que estamos ahora en València: es como una falla. Tú no puedes hacer la misma falla todos los años. La gracia está en quemar cada vez una obra de arte. Que sea distinto, efímero. Si no es efímero no funciona.

Sí que es cierto que también tienes que tener un control sobre lo que estás haciendo porque no solo juegas tú, tu texto y tus gracias, sino el sonido, las luces, los efectos... Es un trabajo complicado. Por eso la gente viene a verte: porque valora que tengas una especie de abanico de conocimientos y que el espectáculo sea trepidante. Que, después de dos horas, digan: "Me ha valido la pena pagar una entrada". Si no, no te subes a un escenario. Te quedas en tu casa.

-En alguna ocasión has comentado que te nutres de los fracasos y eso te permite empatizar con el público. ¿Cuál ha sido el último que has vivido? ¿Cómo se convierten los fracasos en risas?
-Arrastras los fracasos pero no van desapareciendo, los acumulas: proyectos que no llegan a ver la luz porque no salen adelante porque no han gustado ni siquiera en el despacho donde tenían que autorizarlos... Lo que pasa es que la gente no los conoce. Y te acaban afectando, porque les dedicas tiempo y demás. Por suerte para los espectadores tengo suficientes fracasos en mi vida para seguir hablando un tiempo y que se sigan riendo a mi costa.

Foto: PALOMA MEFER.

-El humor parece también haber desembarcado en la política, donde se está utilizando como un arma de marketing como demostraba hace poco Soraya Sáenz de Santamaría con una peculiar metáfora sobre el paracetamol. ¿Humor y política podrían llegar a ser un matrimonio bien avenido, o conviene separarlos? 
-Ha habido casos, efectivamente, de políticos con un especial ingenio o sentido del humor. Siempre se cita, por ejemplo, a Winston Churchill (algunas frases son suyas, y otras no). Yo intento no tener una vinculación política porque creo que el humor debe ser cualquier cosa menos partidista o partidario. Utilizar la broma, la risa o el humor para atacar al adversario me parece muy bien, pero muchas veces el problema que hay que asumir es que se vuelve contra ti. Y le ha pasado a todo el mundo en este país, desde Mariano Rajoy hasta Pablo Iglesias. El chiste les ha acabado volviendo; más todavía con las redes sociales, donde la gente está devolviendo la hostia a velocidades cercanas a la de la luz.

Siempre pongo el mismo ejemplo: cuando John McCain perdió las elecciones frente a Obama en las primeras elecciones en las que se presentó, al día siguiente le dijeron: "¿Y cómo se siente usted?". Y él contestó: "Por fin estoy durmiendo como un bebé". "¿Duerme tranquilo?". "No, duermo dos horas, me despierto, lloro. Duermo dos horas, me despierto, lloro". Tener sentido del humor es encajar lo que te ha pasado y ser capaz de reírte de ti mismo. Reírse del otro es muy fácil, eso lo hace cualquier hijo de vecino.

-Pedro Duque, aclamado astronauta, se ha convertido hace poco en Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades. ¿Crees que podríamos ver en el futuro a algún cómico como Ministro de Cultura?
-Pedro Duque, aparte de aclamado astronauta, ha sido colaborador en mi programa Órbita Laika, y amigo. Durante dos temporadas hemos hablado con él de ciencia en la 2, y es una persona que ha trabajado mucho por la divulgación científica. Me parece muy inteligente y, por lo que he podido conocerle, es sensible, concienciado y una muy buena persona. Y creo que está muy bien que las buenas personas, por los motivos o circunstancias que sean, lleguen a sitios donde hacen falta. Sea cómico o no, me interesa más que sea buena persona que un gestor excelente (en el caso de Duque se reúnen todas las condiciones; es el ministro ideal).

Si una persona es buena persona ya tendrá tiempo de aprender. La política, para mí, no es tanto gestionar; eso ya lo hacen los secretarios o los directores generales. El ministro o jefe es el que tiene que tener buenos principios, no buenos finales. También está ahí está Felixuco de diputado, muy buena persona. ¿Y por qué no? Si el problema es que cuando uno se mete en política, desgraciadamente, tiene que asumir que le van a dar palos por todas partes. Forma parte del tipo de política que se ha construido en el mundo occidental donde se ha desconectado con la sociedad, y el político pensaba que, ganando una oposición, estaba ahí para siempre. Y no. Nos hemos dado cuenta de que se ha generado una clase aparte. Luego ha venido alguien que les ha llamado clase aparte y ha formado una clase aparte dentro de la clase aparte. Pero, si se meten en esto, tienen que asumirlo.

-¿Próximos proyectos a la vista que debamos conocer?
-Aparte del estreno de Aiguantulivinamerica 2 , estoy con un concurso que voy a presentar en televisión a partir de octubre (no puedo decir nombres ni nada porque no se ha hecho oficial todavía). Por otro lado, estoy también ultimando una serie.

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