Gracias a toda la sociedad valenciana por vuestro comportamiento ejemplar. Gracias a todos y cada uno de vosotros. Bomberos, policías, protección civil, SAUS, psicólogos, fallas, hoteles, ONGs, empresas, colegios profesionales, instituciones, asociaciones, vecinos… Todos habéis sido un ejemplo de solidaridad y generosidad en estos días tan dramáticos que nos ha tocado vivir.
Un recuerdo especial para las diez personas fallecidas en el terrible incendio de Campanar. Todo el apoyo y cariño a sus familiares y seres queridos. También, a los afectados que han salvado su vida, pero han perdido su hogar y mucho más. Estamos juntos en el dolor, que es compartido por toda la ciudad.
Cuando nos enfrentamos a situaciones tan trágicas como la que hemos vivido estos días, nos damos cuenta de que el servicio público y la solidaridad son columnas fundamentales que sostienen el bienestar colectivo.
En un contexto tan complicado como éste, el papel de los empleados públicos y los representantes políticos se vuelve crucial. Desde el Ayuntamiento de Valencia, se ha demostrado un compromiso inquebrantable con la atención y el apoyo a los cerca de 400 damnificados. La respuesta inmediata y coordinada con todas las administraciones ha sido un ejemplo de cómo la maquinaria del servicio público puede convertirse en una esperanza en los momentos más duros.
La empatía y la solidaridad han sido las fuerzas motrices detrás de la rápida acción desde el inicio de la tragedia. Proporcionar alojamiento, comida, ropa, medicinas y apoyo emocional no solo responde a las necesidades básicas de los afectados, sino que también envía un mensaje poderoso sobre el verdadero propósito del servicio público: estar al servicio de la comunidad en sus momentos de mayor vulnerabilidad.
Han sido muchas las necesidades que atender, muy diversas las realidades a las que dar respuesta; por eso, el acompañamiento continuo y la atención personalizada han sido clave. La gestión del alojamiento y atención en los hoteles durante los primeros momentos de más de un centenar de afectados, la puesta en marcha de 131 viviendas sociales en tan sólo cuatro días, la provisión de certificados del padrón, nuevas tarjetas sanitarias, DNI y pasaportes, bonos de transportes, contacto con todos los bancos por las hipotecas, los seguros, llamadas con los consulados y embajadas- un alto porcentaje de los afectados son extranjeros-, gestión de las ayudas de la Generalitat. En definitiva, más de 650 funcionarios trabajando entregados en coordinación con el Punto Único de Atención a los Afectados en uno de los momentos más complicados que ha vivido esta ciudad en las últimas décadas.
Pesa el dolor sentido durante estos días y la impotencia del cúmulo de circunstancias que llevaron a la tragedia. Pero también siento orgullo. Orgullo por los servidores públicos que se han jugado la vida para salvar las de otros, nuestros bomberos. Orgullo por nuestros policías, por los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, por los miembros de protección civil, del SAUS, por los sanitarios. Y, por supuesto, no me olvido de Julián, el portero del edificio y de tantos héroes anónimos que han ayudado en todo lo que han podido.
Orgullo de la respuesta inmediata y continua de los vecinos de Campanar y de otros tantos puntos de la ciudad. Toneladas de ayuda movilizada para prestar apoyo a los afectados con cientos y cientos de personas que se han estado acercando a la escuela del barrio “Valientes”, entregada con los vecinos de una manera ejemplar.
Otro gran ejemplo han sido las empresas no solo locales sino de toda la Comunitat: se han volcado desde el primer momento de forma individual o a través de las patronales, desempeñando un papel crucial en este esfuerzo colectivo. Este tipo de colaboración entre el sector público, ayuntamiento junto con la Generalitat, y privado demuestra que, cuando se trata de crisis, la unión de fuerzas es esencial para superar los desafíos.
Los valencianos somos un pueblo acogedor y solidario. Y una vez más, lo hemos demostrado. Las donaciones y muestras de afecto han fluido desde todos los ámbitos, recordándonos que la solidaridad junto con la colaboración son valores intrínsecos que fortalecen el tejido social y bien merecen un reconocimiento público. En trances como estos, la comunidad se convierte en un sostén vital, recordándonos que todos compartimos la responsabilidad de cuidar los unos de los otros.
Este terrible incendio permanecerá para siempre en nuestro recuerdo y formará parte de nuestra historia. Pero también nos debe servir como ejemplo de cómo debemos actuar para superar situaciones de emergencia y, especialmente, para reforzar los lazos que nos unen como comunidad. Al poner en valor la acción colectiva, la unión y la empatía como pilares esenciales, construimos un camino hacia la resiliencia y la reconstrucción, porque la verdadera fuerza de una sociedad radica en sus valores, en sus principios, en su capacidad para apoyarse mutuamente y resurgir. GRACIAS a todos de corazón.