Tuve la suerte de trabajar en la campaña electoral presidencial de República Dominicana en la primavera del 2012. Trabajé en el equipo electoral del entonces candidato a la Vicepresidencia Luis Abinader. Hoy es el presidente del país. Y fue un honor colaborar en aquella campaña que fue el punto de partida para el gran cambio del país dominicano. Compartí experiencia con un equipo estadounidense de la Administración Obama, así como con otros grupos de países de América Latina.
Llegué al aeropuerto de Quisqueya, el nombre original de la isla La Española, en el mes de febrero, junto a otros compañeros para vivir allí varios meses, hasta el 22 de mayo, jornada de convocatoria de las elecciones presidenciales. Me quedé más días, porque en aquellos países, la realidad supera la ficción, una percepción que hoy, lo tengo clarísimo, está pasando en este nuestro país.
Las elecciones transcurrieron entre la normalidad de la cultura caribeña, con la masiva presencia del Ejército a las puertas de todos los colegios electorales del país. Quienes éramos delegaciones observadoras alucinamos con tanto armamento dispuesto en una jornada que aquí es festiva.
En Dominicana, en aquel año 2012, el Partido Revolucionario con quien colaboré, y no ganó las elecciones, tenía muy claro, y con mucha lealtad, el tema de las acreditaciones para personas observadoras de otros países. La verdad es que se acreditaban solo representantes institucionales, y no se hacía con partidos políticos. El resto de acreditaciones, que eran sagradas, se disponían para la OEA, la Organización de Estados Americanos.
Todo esto viene a cuento, porque no puedo reprimir la vergüenza ajena, el montaje y la indignación que ha protagonizado ese grupo de representantes del Partido Popular viajando a Venezuela sabiendo que no tenían el visado del Gobierno del país. De entrada, hay que respetar al país en la celebración de sus citas electorales. Después, hay que respetar la decisión de sus gobiernos.
No puede ser que el PP se defina como ‘Observador’ y se meta de lleno, apoyando a una de las partes, en una campaña electoral de otro país, y más con tanto mensaje malicioso en redes sociales.
Hay que tener respeto. No sé quién ganará las elecciones de Venezuela, les escribo la mañana del domingo. Pero el pueblo venezolano merece todo el respeto. No puede ser que la derecha española y su supremacía viajen para interferir en un proceso electoral de un país que no es el suyo. Es tremendo. Y nadie les ha prohibido el acceso al país, es que no tenían los papeles en regla. Menudo montaje. Qué pena.
Sigo contando todo esto porque mis meses en Santo Domingo abrieron mis ojos y mi mente. Aquella campaña electoral y sus votaciones un 22 de mayo resultaron ‘normales’, no para quienes nos consideramos el primer mundo, a pesar de miles de peligros, pero en aquel contexto eran así. Y no podemos seguir colonizando a países que caminan por sí mismos.
Hoy el presidente de República Dominicana, Luis Abinader, fue mi jefe en aquel equipo multicultural de campaña. Entendí, sobre todo, que estos pueblos de América Latina merecen todo el respeto. Absolutamente todo el respeto.
Entendí que somos otra cultura. Y no podemos interferir. Entendí que Hugo Chavez era un referente latinoamericano. Asistí a unas cuantas misas oficiales por su salud en Santo Domingo. Unas ceremonias a las que acudían todos los partidos políticos dominicanos. No se planteaba su ideología, pero se veneraba el empeño de Chavez en generar un gran latido, un gran grupo de países latinos del sur frente a la América del Norte. Había una estima entre países latinos, emociones que jamás entenderíamos en este lado del primer mundo. Y merecen todo el respeto.
Escribo en domingo, ayer, un día tremendamente caluroso. Mi perro dormita bajo la dirección del aire refrigerado. Yo hago lo mismo. Mi vecina Carmen se despide este fin de semana. Comienzan sus vacaciones, una travesía hacia los lugares de su vida. Los sitios de su recreo.
Esta pasada semana hemos compartido historias que escuecen. Vimos juntas el último Pleno del Ayuntamiento de Castelló. Nos provocó un sarpullido emocional. Escuchar al portavoz fascista de Vox aconsejando que si Castelló tiene que acoger a inmigrantes menores lo que hay que hacer es que ‘se los lleven a casa’ los concejales del PSPV y de Compromís. Y, todo, con el silencio cómplice del PP.
Mi querida Carmen lo tiene claro. Si hay silencio del PP es porque sienten lo mismo. Y punto.
Buena semana. Buena suerte