Paseamos bajo una lluvia fina, evitando la tierra mojada. A Pancho no le gusta el agua, pero enloquece con el barro. El Parque Ribalta se abría ayer como una gran aventura para mi perro y sus cansinos dieciséis años. El día acompañaba el estado de ánimo, gris y taciturno, preparándose para la llegada de una gota fría, otra borrasca de intensas lluvias. Agua buena, hasta ahora, para intentar colmar la sed de la tierra.
Pancho no soportó el clima y la prohibición de embarrarse, poniendo rumbo al calor del hogar, para dormitar prácticamente todo el día. Regresamos a casa con ese estado anímico gris a cuestas, a paso lento, saludando a los pocos vecinos perrunos que nos cruzamos. Un domingo de pucheros humeantes. Así olían los patios interiores del edificio, a cocido, olleta de la Plana, caldos, sopas y arroces caldosos, si no falla la memoria olfativa.
En nuestro caso Carmen recreó con todo detalle y mejor sabor el cocido madrileño de su infancia, yo aporté el repollo hervido y rehogado con ajo y pimentón rojo de La Vera. Pancho no salió de casa, así que comimos las dos solas, compartiendo el estado de ánimo, gris y taciturno. La comida fue un acierto, sentíamos los primeros fríos húmedos del otoño, que ya era hora de que llegaran. Comimos casi en silencio.
La actualidad informativa nos ha ido machacando los últimos días, como si todo se juntara en una especie de abismo insalvable. Cada vez es más triste la guerra, la muerte, y el poder de los señores de la guerra. Cada vez es más agotador e insoportable la bronca política, la violencia verbal, la ausencia de temas que interesen de verdad a la gente. Lo último, lo de Errejón, lo de que el personaje engulle a la persona, es tremendo. No ha pedido perdón a las víctimas, que son lo realmente importante de esta historia. Habrá más tema sobre este político engullido por si mismo y no por el patriarcado que denuncia. Él es el patriarcado, y una gota más en el océano del machismo estructural y ambiental que asfixia a las mujeres.
Por otra parte, la actualidad, afortunadamente, nos trajo a Joan Manuel Serrat que en un emotivo discurso, tras recoger el Premio Princesa de Asturias de las Artes, nos habló de elegir siempre los caminos y no las fronteras, la razón a la fuerza, y el instinto a la urbanidad. “Soy un animal social y racional, que necesita de otros hombres. Pero más allá de la tribu. Por tanto, creo en la tolerancia, en el respeto al derecho ajeno, en el diálogo como la única manera de resolver los asuntos justamente. Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o que no van”. Y, en eso, Serrat cantó, acompañado de la música de un violín, Aquellas pequeñas cosas.
Vimos juntas, la tarde del sábado, la ceremonia de entrega de los Premios, celebrada en Oviedo, en el teatro Campoamor, como todos los años. Quisimos seguir este evento por Serrat y también por Marjane Satrapi, Ana Blandiana y Carolina Marín, Premios Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, Premio de las Letras y Premio de Deportes, respectivamente.
En discurso de la admirable artista iraní Marjane Satrapi ofreció brillantes palabras, las más sentidas, desde la sencillez a la grandeza, la dibujante y directora, autora de la excelente novela gráfica Persépolis, habló de la humanidad, la gran revolución pendiente. Ya saben que esta mujer posee alma revolucionaria, una mujer que ha sufrido represión, persecuciones y la violencia que un país como Irán dedica a sus mujeres.
“Entre los que los biólogos denominan animales auténticos, es decir los mamíferos, el hombre es el único que mata a su hembra. Y calificamos ese acto como bestial, siendo así que ninguna otra bestia, fuera de nosotros, lo comete. Eso es la humanidad. Pero también hay humanos que pierden la vida a manos de sus torturadores para proteger a sus semejantes, para no denunciarlos, y sé muy bien de lo que estoy hablando. Esto también se llama humanidad”.
“Están los miembros de la orquesta que tocan una sinfonía y nos regalan la forma más pura de la belleza, y están los que orquestan guerras y que, por cada cien litros de sangre derramada, son condecorados con una nueva medalla. Y nosotros, aplaudimos con el mismo fervor a unos y a otros”.
Marjane Satrapi abrió de par en par las puertas de la reflexión del humanismo, partiendo de sus dudas propias y de la base de que la educación era la clave para que cualquier ser humano pudiera vivir con dignidad, “para que nunca sufriera brutalidad o humillación por su sexo, su etnia o su color, era la educación. ¿Pero no tenía Goebbels un doctorado en filosofía? ¿El Dr. Mengele no había hecho el juramento hipocrático?”.
“¿Estaremos equivocados cuando definimos educación? Quizás antes de educar a nuestros hijos para que tengan éxito económico y social, debiéramos enseñarles que el verdadero éxito radica ante todo en el humanismo”.
Carmen, mi vecina, decía ayer que la humanidad está perdida, aturdida, ausente. Hablamos de un proceso de autodestrucción programada, a medida que parece avanzar una sociedad mundial dirigida por los poderes de siempre, el ser humano empequeñece.
Les dejo, hasta el próximo lunes, con este poema de Saadi, gran poeta iraní del siglo XIII, que leyó Marjane Satrapi:
Los seres humanos son parte de un mismo cuerpo,
y tienen un mismo origen.
Cuando la vida causa dolor a un miembro
los demás no descansan.
Tú que eres indiferente al sufrimiento de los demás,
No mereces llamarte humano.
Buena semana. Buena suerte.