Discreción ante el exceso, ante las voces externas, ante los ecos que nos llegan desde dentro. Discreción ante ruidos ajenos, ante móviles que vociferan sonidos indiscretos. Discreción ante una sociedad podrida y perdida. Discreción ante la mentira enmascarada, ante la impostura del miedo. Discreción ante el abuso de poderes lejanos. Discreción ante la gente, ante el aire de levante que tu cabeza todo mueve. Discreción ante el pitido permanente, ante el respeto que de repente no aparece. Discreción ante el veneno, ante la total ausencia de escrúpulos, ante la mentira del dinero y sus miserias. Discreción ante la avaricia, ante las falsas sonrisas, ante el eterno silencio. Discreción ante los fingidos revolucionarios, ante los manidos resistentes. Discreción y silencio, pausa y aguante, templanza y desvelo. Discreción, más silencio.
Amarguras. El deseo de la fina piel de tu mirada, el antojo es tu ser. Solo queda la paciencia. Y el saber estar. La sensatez de tus ideas.
Discreción ante los que quieren imponer su atención. Discreción ante el abismo. Discreción ante los bruscos cambios, hacia la opinión deliberada. Discreción ante el que come porque tiene que comer. Discreción ante el que no valora los esfuerzos, ante el teniente que arriba se viene, ante el que manda, ante el ejército.
Discreción ante las arrugas desfasadas, ante la educación que no educa, ante la falta de atención, ante la perdida oportunidad de azar cuando eres chico. Discreción ante el no permanente, ante el debate injustificado, ante la imposición, ante la discusión.
Indiscreción con el talento que anda suelto, con las buenas personas, con la nobleza, con la enseñanza, con el camino que me muestras.
Por las esquinas, te veo equilibrar los astros desviados. Y ahora ya no puedo dejar de verte, imaginarte. Son destellos, escalofríos. El estilo no se compra, la elegancia no está en venta. Tus miradas y tu alcance, las premisas, las maneras. Lo que acerca hacia los fondos. Ante el ruido que no me deja respirar, ante las ramas que poco dejan ver, ante el ensordecedor amargor de la podredumbre.