Cocleque, el restaurante del Cabanyal que ha conquistado a los comensales por su frescura y originalidad, presenta su nueva carta de otoño, una propuesta completamente renovada que reafirma su filosofía: hacer disfrutar, sorprender y reconectar con la emoción de comer.
Detrás de Cocleque están Adrià Inglés, con más de 15 años de experiencia en la alta cocina, y Víctor Fraguas, con una sólida trayectoria en el mundo empresarial. Dos primos que, tras años de caminos separados, unieron talento y visión para crear este proyecto en común conformando el mejor de los tándems. A ellos se suma Doina Hmaruc, completando el equipo que ha convertido este rincón del Cabanyal (Francesc Baldomar, 40) en uno de los espacios más singulares de la ciudad de Valencia.

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La nostalgia como punto de partida
El original nombre de Cocleque es un invento propio, nacido de la complicidad adolescente de Adrià y Víctor. Un guiño a esa etapa ingenua y soñadora como primos que hoy se traduce en su cocina: desenfadada, creativa y con un punto nostálgico. Cada plato busca despertar recuerdos y emociones, como una invitación a redescubrir el placer de probar algo por primera vez.
El origen del proyecto tiene un punto entrañable: nació en la casa del pueblo de su abuela, Cofrentes, donde surgió la idea de crear Cocleque y todo en conjunto es un claro homenaje a ella. “Nuestra abuela es nuestro punto de conexión. Este restaurante nos devuelve a esa infancia, a ese recuerdo cálido que queremos transmitir en cada plato y a esa conexión con nuestro niño interior. Queremos que el comensal venga sin prejuicios, con ganas de sorprenderse, que pruebe, se deje llevar y que se emocione”, explica Adrià Inglés, cofundador y cocinero de Cocleque.

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Una carta que da la vuelta al mundo con parada en Valencia
A punto de cumplir su primer aniversario, Cocleque presenta una carta otoñal que representa una evolución de su propuesta inicial. Una cocina más madura, con influencias de los viajes de Adrià, donde en esta ocasión tomando la cocina tradicional valenciana como base nos traslada a otros sabores del mundo como Estados Unidos o Latinoamérica, sin olvidar las influencias asiáticas que habían predominado en las cartas anteriores.
“Esta selección de platos tiene un punto más americano, ahumado y picante, donde por ejemplo hemos hecho nuestra salsa barbacoa propia; pero seguimos trabajando con producto local y con la misma filosofía de siempre que tanto nos caracteriza”, señalan Adrià Inglés y Víctor Fraguas.
En esta nueva temporada, Cocleque mantiene su icónica ensaladilla rusa, el sello inamovible de la casa, uno de los grandes favoritos de los comensales y el único plato que sigue intacto desde el primer día. A partir de ahí, la carta se despliega con una propuesta que combina creatividad y técnica: la stracciatella con bonito, chutney de piña y maíz frito muestra su lado más fresco; la coca d’oli con muhammara y setas confitadas conecta tradición y exotismo; mientras que los ajos tiernos en tempura con romescu recuperan uno de los platos más celebrados de aquel primer menú de inicios de 2025.
El otoño también trae novedades, como la coliflor frita con gochujang y tártara, que aporta un toque picante y crujiente; las gyozas de sepia en su salsa encebollada, de inspiración asiática pero con guiños mediterráneos; o las vieiras acevichadas con papada ibérica, donde el mar y la tierra se encuentran en un bocado sorprendente. A ello se suma el usuzukuri de pato con salsa de miso y perlas de lima-limón; el gazpacho manchego reinterpretado; y las mollejas fritas con salsa barbacoa y parmentier ahumada, en una clara muestra de esa influencia americana que impregna la carta de esta temporada.
En el terreno más dulce, Cocleque propone tres postres donde la nostalgia llama a la puerta. El Currycleque combina crema de coco, curry verde, hierbabuena, arroz de sushi, yuca frita y perlas de lima-limón; el After8cleque juega con helado de chocolate, espuma de Piktolín, rocas de felluti y chocolate negro; y el Chococleque, una delicia de chocolate blanco, cacahuete, bizcocho sin harina, helado de vainilla, polvo de caramelo y cacahuete, ponen el broche final con sabor a infancia.
La experiencia se completa con una cuidada propuesta de coctelería de autor, donde cada creación se vincula a uno de los postres de la carta. Una forma de extender el viaje gastronómico más allá del plato, a través de sabores líquidos que dialogan con las emociones del final de la comida o cena. El recorrido comienza primero desde el aperitivo previo con el Spritz de estragón y saúco, una bienvenida floral y herbácea, delicadamente aromática y fresca, con burbuja fina y final seco, que se traduce en un trago ligero, elegante y perfumado.
Ya en los postres continúa con el Golden Rice Sour, un viaje sensorial dulce, fresco y aterciopelado que acompaña el Currycleque; mientras que el Cacahuete Manhattan, es un lectura golosa y sofisticada del clásico Manhattan, pensado para maridar con el Chococleque. Cierra la propuesta el Grasshopper Inverso, invirtiendo la estructura del Grasshopper original, que eleva el postre After8cleque a una experiencia completa.

Desde Cocleque apuestan decididamente por el producto local, colaborando con nombres como Cerveza EMI, Foc Coffee y Carmeleta Vermut, además de trabajar junto a Els Vinyerons para seleccionar una carta de vinos reducida pero muy cuidada, con referencias poco conocidas que invitan al mejor de los descubrimientos, donde a los blancos y tintos también se suman vinos dulces y espumosos: “Nos gusta que el vino sea parte de la experiencia, no un complemento. Buscamos bodegas pequeñas, con carácter e incluso guiamos al comensal si desea maridar todo el menú”, comentan Adrià Inglés y Víctor Fraguas.
El local tiene una capacidad para alrededor de 35 personas y también ofrecen la posibilidad de reservarlo para eventos privados o celebraciones especiales.