ESCAPADAS

Ibiza en modo tranquilo

O cómo enamorarte de Ibiza en verano, dejando de lado la fiesta y el desenfreno.

Hay una cara B de Ibiza. Aunque eso ya lo sabíamos. Lo malo es que no todo el mundo lo sabe y menos en verano. Cuando uno reserva un viaje a la isla, lo primero en lo que piensa es en beach clubs de moda, clubs que abren hasta el amanecer, fiesta y … ¿desenfreno? Y oye, que todo es lícito.

 

Pero también nos gusta resaltar que hay otra Ibiza posible. Que fuera de temporada se disfruta a otro ritmo pero en verano también es posible hacerlo. No te vamos a hablar de UNVRS, el antiguo Privilege que ha renacido como súper discoteca este año -donde puedes comerte unos nuggets con caviar por la friolera de 80 euros-, de las hamacas de animal print de Dolce & Gabanna del nuevo CLAP House o de la moda este año del Cipriani de servir vinos de cientos de euros en vasos. Sí, como lo lees, en vasos. Para gustos, colores.

 

En la isla hay mucho bling bling, pero lo bueno, es que hay una cara B. Y es la que se esconde en el norte. Sant Joan, Sant Miquel, Sant Llorenç… nombres de pueblos que son pura calma, plagados de casas blancas y alguna que otra cala escondida que los locales no revelan a los que la visitamos.

 

Es aquí donde la isla se muestra más auténtica, más lenta, más suya. Y también donde se come de manera especial. Quien diga que en Ibiza todo es caro es que no se ha salido de los lugares de siempre. En el norte hay gastronomía de la buena, de esa que no necesita florituras para brillar.

 

¿Algunas direcciones para no fallar? En la playa de Sant Vicent, Can Gat se mantiene como uno de los templos para probar platos tradicionales como las crostes con peix sec, el guisat de peix o el flaó como broche final. Y en el puerto de Sant Miquel, Port de Balansat sigue siendo apuesta segura. Con vistas al mar -literalmente está a un paso- aquí reinan los pescados frescos, las salmorras y los arroces. De los buenos.
 

 


En el interior de Sant Miquel está Can Sulayetas, toda una institución. Fueron los primeros en servir los montaditos ibicencos -que no son como te los imaginas: son platos enormes de pan con embutido y queso-, nacidos para alimentar a los fiesteros de la zona. Los martes son día de sardinas, jueves de hamburguesas caseras, y cualquier día es bueno para sentarse en su terraza a la sombra.

Si algo tiene esta parte de la isla, es que precisamente que aquí también hay tradición y no hay nada más ibicenco que un bullit de peix. Uno de los mejores sitios para probarlo es Pou d’es Lleó y además, es uno de los mejores de la isla. A diferencia de otros sitios, en los que el arroz viene después y se hace seco, aquí lo preparan con un arroz caldoso, con ese caldo donde han cocido los pescados que sabe a gloria. Tiene un hostal en la parte de arriba y un chiringuito en plena cala con plan más informal: bocadillos, tapas y pescados frescos a la plancha.

 


Y para esos que buscamos un puntito diferente en la cocina está Nudo. Lo que antes era un chiringuito clásico, ahora es un restaurante de los de no perderse. Seguimos con el mar frente a nosotros, pero lo que se presenta en el plato es otra cosa. Es cocina mediterránea donde tienen cabida sabores de Italia, Guatemala, el norte de Europa, México y hasta Japón. Esto lo entiendes cuando sabes quién está detrás.

Jessica, Edoardo y José montaron este espacio en 2022 y se conocieron -adivinad donde-, trabajando en Noma. De ahí esa perspectiva global que tiene el lugar, donde lo que se sirven son vinos naturales muy bien seleccionados. Ese es otro de sus grandes reclamos. Eso y la cocina, en la que puedes probar desde un crudo de atún con tocino ibérico a un taco de pescado frito con remolacha y cebollitas encurtidas, pasando por unos mejillones con chistorra a la sidra y patatas fritas o unas almejas gallegas al vapor con espinacas y jengibre. 

Alejándonos un poco de la costa, Sant Llorenç se ha convertido en parada obligada. Allí están dos joyas bien distintas. Por un lado, Casa Lhasa, otro pequeño paraíso natural wine lover, con platos de mercado que cambian según el día: desde una berenjena turca a un lenguado con salsa de perejil.
 


Y justo enfrente, Balàfia, que es todo lo contrario, brasas, tradición y sabor payés. Aquí la estrella es el cordero a la brasa con leña de olivo, pero hay más, como el pollo payés con patatas y ensalada que también tiene club de fans. Y totalmente merecido.

Por último, os recomendamos un hotel. A veces cuando uno busca alojamiento, lo que quiere es paz y tranquilidad. Y no todos los hoteles de la isla pueden ofrecer eso. Hay agroturismos fabulosos en el interior, pero claro, es verano y queremos estar junto al mar. Pues desde el año pasado, hay un sitio que es perfecto para esto, Cala San Miguel Resort. En plena clara, al ladito del anteriormente mencionado Port de Balansat, está este lugar que ha logrado consolidarse como ese hotel que muchos buscan sin saberlo.

Aquí todo gira en torno al silencio, la naturaleza y lo esencial. Está dividido en dos zonas, una en la parte de arriba y The Club, su lado más exclusivo, con habitaciones boutique (algunas con piscina privada) y acceso prioritario a espacios como el nuevo Beach House Cala San Miguel, la gran novedad de este año, otro espacio con piscina y hamacas, al que suman un restaurante donde lo mismo puedes disfrutar de un calamar frito con con rayadura de lima que de unas bravas con alioli y sobrasada, para seguir con arroces como el de gamba roja o una fideuà de langostinos.

 

 



Lo bueno de este hotel es que tiene una oferta gastro que te hace plantearte quedarte allí y no salir... se reparte en varios espacios más. Y no son pocos. Cálido es el bar junto a la piscina. En él preparan platos con puntito asiático como unos langostinos fritos con mayonesa de kimchi, brioches de steak tartar o calamares o poke de salmón, entre otros.

Otros de los hits son Paseo y Atrio. Aquí las vistas son impresionantes, porque se ubican en la parte alta y delante de ti solo tienes el mar y la preciosa cala de San Miguel. El primero es tipo buffet, pero buffet de calidad. Tienen parte de ensaladas, entrantes, un despliegue de verduras que te van a hacer querer probar todas y carnes y pescados preparados al momento. El segundo, es un cóctel bar donde entre otros tantos, preparan tragos clásicos, además de una limonada casera que se convierte en la compañera perfecta del verano.

Para seguir cono ese mood de tranquilidad ibicenca, el resort también apuesta fuerte por el bienestar con sesiones de yoga frente al mar, paddle surf al atardecer, estiramientos, pilates... Y organizan rutas de senderismo, snorkel y hasta talleres de pintura o hierbas ibicencas.

Todo esto lo convierte en un buen campamento base para explorar el norte de la isla… o para no moverse en absoluto.

 

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