La carta, en tres conceptos: los menús de temporada, la propuesta de taberna de almuerzos y los guisos medievales. Aunque podría prescindir de dos de ellos, Cati Xiva no puede por inquieta. Miguel Silvestre, su marido, agricultor y responsable de la sala, igual te prepara un carajillo que te planta los calçots. Y son tan felices en lo suyo que nosotros, los comensales, disfrutamos.

El restaurante le debe el nombre a un monumental árbol que se convirtió en el símbolo del pueblo contiguo, de Culla (Alt Maestrat, Castelló). Hasta este entorno de interior y de altura son muchos los comensales que llegamos con demasiada necesidad de la misma paz que encontraron Cati y Miguel en la masía La Bassa. Cati, mujer inteligente y cocinera apasionada, sabía que para integrarse no debía cambiar algunos platos de la carta como el conejo al ajillo. Aún así, tras un viaje a Tarragona, buscando las mejores calçotades, descubrió un libro (Sent Soví) que le abriría las puertas a una cocina que combina con la idiosincrasia de su pueblo de acogida.

El libro medieval Sent Soví (el primer recetario de España que ahora cumple 700 años) es la inspiración para los guisos de Cati. La mayoría de comensales desconocen el origen de estas recetas y, de hecho, es la calçotada lo que los mueve. Incluso llegan pidiendo calçotada en pleno verano, cuenta Cati. No les culpamos, por lo tierno de los calçots que plantan en su huerto, por la maravillosa brasa, por la singular salsa romesco que Cati adapta a laal sabor de la zona con la avellana que ellos mismos cultivan y con el porrón, de vino de Castellón, para seguir con el ritual del compartir.