El autor de la columna es el principito que con diecisiete años de edad estrechaba fuertemente la mano a Arturo Tuzón en presencia de Agustín Morera. Fue en un acto de presentación que no viene al caso, en una cervecería situada en el bajo Ensanche. En una ciudad de barrio. En un barrio de la ciudad. La instantánea la conservo como oro en paño. Soy analógico.
La semana pasada se cumplieron diez años del fallecimiento de mi presidente pasando desapercibido para muchos. No para otros. Fui tuzonista. Soy tuzonista. No hubiera estado nada mal que la Generalitat Valenciana hubiera distinguido su labor y gestión al frente del Club de Mestalla. La de Kempes ha llegado tarde, pero ha llegado.
Por motivos de calendario esta opinión fue imposible clavarla en fecha y forma. Este fin de semana, el del puente de Todos los Santos ha sido el momento de hilarla. De hecho no me voy a disfrazar, ya lo hice en el pasado rindiéndome a las modas pasajeras. Ni tampoco voy a escribir más sobre Halloween, la noche de la estupidez humana. La batalla está perdida, no soy goloso y los huesitos de santo no están en mi dieta.
Los valencianistas aprendimos de Arturo Tuzón algo sobre la cultura del ahorro. De poco sirvió visto lo visto. Ahora es la del esfuerzo. La publicidad de la Caja de Ahorros de València santo y seña de un equipo en construcción. Tuzón y su grupo de empresarios sí vinieron a servir al Valencia, y no ha servirse de él, es decir, sirvieron al valencianismo y no se sirvieron del valencianismo. Arturo, el de suelta los duros, fue en excelente gestor. Un caballero de los pies a la cabeza. Un empresario modesto. Modélico. También le pegaba a la Pelota Valenciana.
A Tuzón no hay que mitificarlo, para ser exactos, millor beatificarlo, porque Mestalla es un templo hasta su inminente derribo, si llega. Con Tuzón al mando conocí una entidad en el que eras recibido por el mismo presidente e incluso te ofrecían refrescos y acababan regalándote la visita con un banderín o en su defecto un pin. El gracias por la visita era sincero y de corazón.
En aquella oficinas situadas en la Avenida de Aragón escuchaban tus plegarias. Mi Pabellón. Las de Vicente Peris. Las de los Oscar. La de las escalinatas. Con Amparo al mando de la cabina. O la desaparecida sonrisa de Marta Alegría. Menudo recibimiento. ¡Qué gratos recuerdos! O el metódico señor Aracil con los números en la cabeza siempre paseando por las dependencias. O los “escondidos” Navarro, Jato, Ramón entre otros. Ha sido necesario vivirlo para contarlo.
Debemos hacer justicia desde las instituciones valencianas a ese grupo humano de directivos, empleados y jugadores que sacaron del aquel agujero negro deportivo y económico al Valencia. Sí Mario Alberto fue este 2021, Tuzón debe ser el siguiente. Vuelvo a repetir, hagamos justicia a la historia. Debemos estar eternamente agradecidos a la gestión, compromiso y esfuerzo de este señor. Vivimos una época rocosa, de turbulencias, por lo menos que sirva para algo el legado de aquella generación de serios empresarios ¡Es de justicia!