En les Corts valencianes se está tramitando en el último periodo de la legislatura una ley para regular el juego. Una ley controvertida para la patronal del juego, porque les introduce restricciones, pero que está cargada de aciertos: la necesaria protección de los menores y de los jóvenes, la actualización de la norma a un mundo sumamente tecnologizado, y la lucha contra la ludopatía con recursos provenientes de las sanciones. Una ley que verá la luz en un contexto político también de juego, el electoral.
Las elecciones van precedidas de un tiempo corto, legalmente establecido, un período llamado de campaña electoral donde los partidos se mueven y actúan con varios ases bajo la manga, en el que hacen amagos y muestran descartes. Se puede decir que es una época en la que los partidos están llamados a hacerse los menores guiños. Se trata de marcar con discursos las diferencias y salir de la zona de confort para convencer al electorado. Pudiera decirse que en todo este tiempo sólo les mueve un deseo común: ganar la partida arriesgando lo justo. Este período de tiempo va a ser en esta ocasión algo más largo, porque a las elecciones que ya teníamos fijadas para mayo, se le suma ahora el adelanto de las elecciones generales para abril. Tendremos campaña sobre campaña en un no va más.
Pero si el código no escrito mandata estos cánones, siempre hay quien prefiere el doble o nada. Se trata de una expresión que en el juego supone que quien pierde reta a aquél contra el que acaba de perder con la intención de saldar la deuda. Si algo ha quedado claro en esta legislatura en Corts valencianes, pero también en el Congreso, en los ocho meses desde que triunfó la moción de censura contra el Partido popular, es que tienen mal perder. Gobernaron durante demasiados años. Arrasaron con las arcas y si nos descuidamos con lo público. Pero hoy ya no es cosa de un duelo de dos, los dos de siempre, pues estamos ante un bipartidismo cada vez más diluido, en retroceso, y hay otros actores en juego.
Hoy los populares están acorralados por la corrupción que los pudre por dentro y que no los hace gobernables frente a la ciudadanía. Son demasiados los casos, las tramas, los cargos públicos –y qué cargos, high level- implicados, como para tratar de restarle importancia. Vuelven con su juego sucio el campeón Zaplana, el croupier de Camps, y la saga de los Cotino; vuelven con las comisiones y las adjudicaciones a dedo y las instituciones públicas, las valencianas, como cortijo de políticos como ellos indignos. La sombra de lo que fueron es larga y está presente entre nosotros en época electoral con detenciones, declaraciones y comisiones de investigación (CIEGSA, Feria Valencia y Taula). El otro esperpento que cerca a los populares es Vox. Temen que como la Xylella fastidiosa, devoren su electorado. Por eso, de manera desesperada, el Partido Popular ha decidido salir a ganar jugando a la ruleta rusa. El riesgo que corren es muy alto, porque pueden quedarse sin blanca.
Ciudadanos con su actor gurú al frente dice no querer cuentas ni pactos con nadie. ¿En qué mundo viven? Como Rober De Niro en la película Casino podríamos ver a Toni Cantó metido en el papel diciendo aquello de “hay tres maneras de hacer las cosas: la correcta, la incorrecta y la mía”. Y es que el partido de Ciudadanos es puro desconcierto. Un día apuestan todo al rojo y al siguiente al negro. Las encuestas dicen que suben, pero a estas alturas la suerte está echada. Sus movimientos en el tablero de juego los delatan: qué decir de su incomprensible abstención –en solitario- a la reforma de nuestro Estatut de Autonomía para que las inversiones en nuestra Comunitat sean equivalentes al peso demográfico; qué de su pacto con Vox sin luz ni taquígrafos en Andalucía y qué de romper el Pacto valenciano contra la violencia machista que antes habían firmado. Todo engaños propios de trileros: ¿dónde está hoy y dónde estará mañana la bolita?
Ha llegado la hora, hagan sus apuestas. Piensen bien lo que está en juego y lo que están dispuestos a perder. Hubo un tiempo que a gran parte de la ciudadanía valenciana se nos hizo eterno, en el que muchas personas creyeron haber ganado; hoy saben todo lo que perdieron en el camino. Nuestra dignidad como pueblo está en juego, nuestra calidad de vida depende ahora más que nunca de nuestra decisión en estos comicios. Mi apuesta es clara: Todo al Botànic.
Fabiola Meco es diputada autonómica y portavoz adjunta de Podem en Les Corts