VALÈNCIA. Empieza el tiempo de descuento en la legislatura política cuando faltan, como máximo, diez meses para las elecciones autonómicas, municipales y ¿nacionales? Ahora es el momento en el que los gobiernos deben concretar sus proyectos políticos de la legislatura y presentar ante la ciudadanía los logros obtenidos en cuatro años. Cerrar el ciclo, sacar conclusiones y, a partir de ahí, presentar los nuevos objetivos para el siguiente cuatrienio.
Esto, claro está, sería con unos gobiernos serios dedicados a la gestión pública. Por desgracia, no es el caso ni de la Comunitat Valenciana ni del Gobierno de España. Los peores gobiernos en el peor momento posible.
A Ximo Puig se le está indigestando la dimisión de Mónica Oltra. Cuando creía que con el abandono de la lideresa de Compromís se le había acabado el problema, estaba muy equivocado. Al revés. La tensión en el Consell ha escalado varios puntos hasta crear un ambiente irrespirable que percibimos quienes trabajamos en Les Corts y vemos de cerca a los actores de este drama en dos actos que ha sido el Botànic, con Podemos de lado para que no le alcancen los cuchillos voladores. Al público en general, basta con ver los comentarios que se lanzan cargos de la formación nacionalista contra sus aliados en los gobiernos autonómico y municipal de València, por ejemplo.
Cuando no es uno, es la otra y, cuando no, el de más allá. Basta con ver el último esperpento con la amenaza de retirada del PSPV a la moción de la tasa turística que llevan años demandando sus socios nacionalpopulistas de la Generalitat.
Aquí cada uno quiere marcar distancia del otro y hacerse fuerte pensando ya en las urnas. Pero no se equivoquen. Por mucho que ahora quieran hacerse los importantes, si los números les salen no tardarán ni dos horas en reeditar un pacto de gobierno que les mantenga en el poder y poder seguir aumentando la elefantiásica Administración pública. Mucho ponerse a parir en redes sociales y bien que han aprobado todos juntitos la creación de siete nuevos entes públicos sin haber liquidado ningún, como publicaba Valencia Plaza la semana pasada. En total, la Comunitat Valenciana tiene 128 entidades públicas paralelas a la Administración. Y, digo yo, si los señores del Botànic las consideran tan importantes por qué no las crearon hace seis años. ¿Y por qué ahora cuando la legislatura está a punto de acabar?
Pues por el mismo motivo por el que el PSPV tragará con todo antes que romper el gobierno y convocar elecciones, aunque Puig tenga siempre la amenaza de apretar el botón nuclear de disolver el Parlamento autonómico. Con todo lo que hemos aguantado hasta aquí, ¿qué más da unos mesecitos?
Es la misma razón por la que el Gobierno de España tampoco se romperá. Podemos bramará hasta lo indecible contra el aumento del gasto militar, el abandono del pueblo saharaui o la última ocurrencia de Pedro Sánchez pero jamás abandonarán los sillones. ¿Han visto el precio al que se ha puesto el dólar y lo que se encarecen las burgers en Manhattan? Como para pagárselos uno mismo. Ni de coña, vamos.
Y, en medio de este escenario político, las familias españolas que no llegan a final de mes. Los maquillajes contables del Gobierno no pueden ocultar la realidad de la calle. Los trucos legislativos que aumentan afiliados a la Seguridad Social mientras los mismos cobran el desempleo no son capaces de disfrazar una inflación que ya sobrepasa los dos dígitos… y que irá más allá. Miedo me da que la ministra de Economía, Nadia Calviño, reconozca que “nos esperan trimestres complejos”. Basta recordar cómo gestionó el Gobierno el inicio de la pandemia, que negaban hasta la extenuación y miren después lo que ocurrió. Si ahora van preparando a la población con eufemismos imagínense lo que nos viene encima.
Del Debate del Estado de la Nación me espero cualquier cosa. Sánchez sacará una bandada de palomas de su chistera con tal de acaparar protagonismo y continuar en la poltrona tocando la lira, cual Nerón, mientras arde Roma. La pregunta es ¿hasta cuándo?
¿Hasta cuándo va a seguir Sánchez sin afrontar el problema del coste de la vida de los españoles?; ¿hasta cuándo va a degradar al Gobierno de España pactando con Bildu la infame Ley de Memoria Democrática con tal de conseguir sus votos?; ¿hasta cuándo va a permitir el presidente desvergüenzas como el chupiviaje de Irene Montero y sus colegas a Nueva York pagado con fondos públicos?
Entre todo esto, solo me queda una esperanza: la promesa de Sánchez de que agotará la legislatura. Sabiendo cómo se las gasta, ¿hasta cuándo durará el Gobierno? Feijoó calienta, que sales.