VALÈNCIA. Cinema Jove, Mostra de València, Docs València, La Cabina, Humans Fest, MICE, Cinema Ciutadà Compromés, Dona i Cinema, Mostra la Ploma... Y podríamos seguir hasta contar casi el doble de los enumerados en esta lista hecha de memoria. Se trata de los festivales de cine que se celebran en la ciudad de València a lo largo del año. Posiblemente, la ciudad tiene una de las programaciones más ambiciosas en este sentido, cine todo el año. Solo en las últimas semanas, se ha celebrado la bienal Dona i Cinema, el Humans Fest y el MICE, casi pegados. Algunos de los espacios que colaboran con los diferentes proyectos, como la Filmoteca o el Centro del Carmen, bien han podido notarlo en sus agendas.
La pregunta que justifica este artículo tiene dos justificaciones. La primera, por el simple dato numérico de citas de cine que es difícil de abarcar, más aún teniendo en cuenta al área metropolitana (se incluirían certámenes como Catacumba, Requena ¡y acción! o XS Puçol). La segunda, por poner de manifiesto un debate sobre el modelo de ecosistema de festival al que camina la ciudad, una cuestión que, según ha podido saber Culturplaza a partir de la realización de este reportaje, intentará plantear el propio Institut Valencià de Cultura (que apoya económicamente en mayor o menor medida a la inmensa mayoría de estas iniciativas). Este diario ha pedido a los responsables de los principales festivales de cine que respondan a unas cuestiones (las mismas para todos y todas) en torno a esto.
¿Crees que el ecosistema de festivales en València es demasiado grande?
La respuesta a esta pregunta se hace con más rodeos de lo que puede parecer en un primer momento. "Demasiado según con qué lo comparemos", "Creo que, en todo caso, habría que empezar por definir a qué nos referimos" o "Todo es muy relativo" son algunas de las palabras que encabezan esta primera respuesta. Más en profundidad, cada festival pone el foco en una cuestión más concreta: "Si hablamos de festivales con un presupuesto de cierta relevancia, una sección a competición integrada por películas de riguroso estreno en España y un carácter internacional que se mida por una presencia numerosa de invitados de otros países, en la ciudad hay dos: Cinema Jove y la Mostra de València. Dicho esto, existen muchos otros festivales centrados en formatos y géneros muy concretos que cumplen un papel fundamental para dar a conocer al público la realidad audiovisual contemporánea. Entiendo que todos son necesarios en tanto en cuanto acercan al público una serie de títulos que no se ven habitualmente en salas comerciales", justifica Eduardo Guillot, director artístico de la Mostra de València.
Por su parte, Josep Arbiol, director de la MICE, comenta: "No se le puede negar a nadie las ganas de emprender y organizar un festival de cine, está en su pleno derecho además de ser encomiable, pero cuando se duplican o triplican eventos de las mismas características, o hay muchos puntos concomitantes entre ellos sí que habría que hacer una reflexión potente y profunda sobre su número, empezando por pararse a pensar qué misión o misiones ha de cumplir un festival de cine y su calado social real". En un sentido diferente, Nacho Navarro, de DOCS València, opina que "si hay muchos o pocos es algo que el público tiene que decidir y es algo que con el paso del tiempo se demostrará. En cualquier caso, la variedad supone riqueza y es el fiel reflejo de una sociedad inquieta y ávida de contenidos".
¿Tu festival podría integrarse en otros?
Aquí se muestran dos realidades que en realidad no están tan alejadas en el sentido final como en sus respuestas iniciales. En este sentido, los certámenes parten de una primera percepción de este ecosistema de festivales. Entre los que están más dispuestos a la integración se encontraría La Cabina, de la que su responsable Sara Mansanet dice: "Pienso que sí, siempre que pudiera abarcar toda la programación que ofrecemos y no perdiera la esencia. En cualquier caso, sería un trabajo de adaptación que estaría dispuesta a asumir si supusiera una mejora para el personal, los contenidos y el público"; o la MICE, cuyo director opina que "se podría integrar en otros festivales y otros se podrían integrar en la MICE. Pero si ya los esfuerzos de crear una asociación de festivales han sido totalmente improductivos, el intentar unificaciones, más que integraciones, no es camino fácil. Hay festivales que se complementarían perfectamente con MICE y secciones de otros festivales que podrían llegar a esta unificación. Sería fabuloso y fantástico para la ciudad, pero el cómo es lo que se me escapa. ¿Os imagináis un festival educativo, infantil y juvenil unificado en Valencia cuando no existe otro en todo el estado español?".
En un plano más crítico con esta integración se encontrarían la Mostra de València, desde la que Guillot opina que "si un festival se integra en otro, pierde su perfil específico. Convertir un festival con líneas de actuación claras y ciclos muy concretos y definidos en una sección de otro festival distinto significa desdibujarlo y encaminarlo a su pérdida de identidad y su desaparición. Por no hablar del problema que supondría en ambos casos incorporar a directores y programadores de otros festivales en nuevos organigramas y equipos de trabajo". En un sentido similar, Giovanna Ribes, de Dona i Cinema, plantea: "¿Quién se quedaría con la Sección Oficial, que es la más representativa? Está bien colaborar y establecer lazos fuertes entre todas las iniciativas, pero creo que el encaje a este nivel es muy difícil porque se desvirtúan las propuestas de cada uno. El sentido social de descubrir realidades concretas de cada festival debería prevalecer sobre el número de espectadores". La misma Ribes pone el foco en las ayudas públicas, que si bien cubren todas las iniciativas, en su opinión, no lo hacen de una manera significativa en muchas de ellas, por lo que habría que repensar el apoyo institucional a las iniciativas sociales.
Ya en un término medio se encontraría la visión de Nacho Navarro, de Docs València: "La dimensión de los festivales es algo que debe determinar también el público, pero es cierto que ya hay una trayectoria de festivales que se han ido consolidando con el tiempo y por lo tanto podemos ser complementarios".
Preguntados por lo mismo pero de manera inversa, Mansanet cree desde la Cabina que otros festivales podrían integrarse en el suyo "con las mismas garantías indicadas antes y si fuera positivo para todos. El modelo ideal (y absolutamente inalcanzable en este momento) es el festival de Cannes, que reúne en las mismas fechas y en la misma ciudad a tres festivales que suman su programación y consiguen reunir a más periodistas que los Juegos Olímpicos". Por su parte, José Luis Moreno, director de Cinematografía del Institut Valencià de Cultura del que depende Cinema Jove, opina que "la integración de otros festivales sería posible manteniendo el espíritu de los festivales. Hay algunos que tienen más afinidad y que son más fácil de unirse en un solo evento". En cualquier caso, añade que "cada caso es único y debería estudiarse previamente".
¿Que gana o que pierde València con tantos festivales? ¿Y con menos?
Otra vez aquí, hay división de opiniones. Entre los más optimistas se encuentran los dos grandes festivales de la ciudad, en cuanto a presupuesto se refiere. Por una parte, José Luis Moreno desde Cinema Jove opina que "València gana en oferta cultural. Si cada festival ofrece una línea cultural distinta la Ciudad gana en pluralidad y los ciudadanos siempre encontrarán un festival acorde a sus gustos. Menos festivales no tiene porque significar tampoco menos oferta. Si hay festivales que duplican la misma oferta habría que ver si una integración de festivales sería lo apropiado para mejorar la actividad cultural de la ciudad". Eduardo Guillot va más allá: "Siempre que la ciudadanía la absorba, la abundancia de oferta cultural es un síntoma de buena salud para una capital que aspira a jugar un papel de relieve en el conjunto del país. Un buen ejemplo son los festivales urbanos valencianos, que probablemente superan en número a los de cine, sin que se cuestione su cohabitación, porque suprimir iniciativas culturales nunca es una buena noticia". De paso, pone como ejemplos San Sebastián o Barcelona, donde se suceden también varios festivales a lo largo del año.
También pone como ejemplo la ciudad vasca Josep Arbiol, que piensa que "València no ha encontrado su gran festival o los caminos por donde se ha intentado no son los correctos. Un gran festival, no podemos reproducir un San Sebastián ni un Valladolid, que pusiera a Valencia en el mapa de los festivales internacionales de manera específica como ha hecho Sitges y sirviera de motor a todos los otros de la ciudad y a la ciudad en si misma. Orbitar y racionalizar la oferta con un claro objetivo social, cultural y, porque no, económico".
Mansanet propone, sin embargo, una perspectiva diferente y contrapone con contundencia explicando: "Creo que en València tenemos una gran hiperactividad en el sector cultural: somos hiperactivos en programar y organizar, pero no lo somos tanto en consumir. No creo que esta gran cantidad de propuestas de festivales de cine que hay en la ciudad responda a una demanda real de público ni a una industria cinematográfica propia, a día de hoy. Con tantos festivales trabajando por separado en nuestra pequeña parcela nos estamos diluyendo y no tenemos la fuerza necesaria para ser considerada València como referente de oferta cinematográfica a nivel nacional. Nos esforzamos en traer a la ciudad la mejor programación, pero con pocos recursos y poca trascendencia. Puede que, con menos citas anuales de festivales pero mejor presupuestadas y mejor gestionadas, podríamos ofrecer en València cosas tan necesarias como un mercado cinematográfico en condiciones, pieza fundamental que deben tener los festivales de cine de referencia y de la que aquí carecemos todos. Ahora bien, ¿quién le pone el cascabel al gato?". Y añade: "creo que tenemos que afrontar sin miedo cómo estamos gestionando los recursos públicos y privados y dialogar para decidir hacia dónde queremos ir culturalmente como ciudad".