VALÈNCIA. Al término de los ensayos de la obra de teatro Coraje de madre, los días en los que el elenco y la directora sucumbían a las carcajadas, se extendía entre todos ellos un sentimiento de culpabilidad. A pesar de que el texto del autor húngaro George Tabori está escrito desde el humor, de contar, por tanto, con su póstumo beneplácito a la ironía y el sarcasmo, les apesadumbraba descubrirse riendo en una narración de los hechos terribles del holocausto.
"Las primeras veces que empezamos a encontrar la comedia en nuestros ensayos, la esquivábamos, nos quedábamos clavados. Pero hubo un momento en el que nos dijimos, si él, que ha sufirido todo esto, ha decidido este camino, nosotros hemos de encontrarlo. No obstante, yo todavía noto perplejidad y duda entre el público en algunas funciones", comparte la directora del montaje, Helena Pimenta, programado el 12 de abril en La Rambleta.
A la que fuera la primera directora al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y responsable de adaptaciones de no pocas obras de Shakespeare y de autores del Siglo de Oro con su propia formación, Ur Teatro, el director del Teatro de la Abadía, Juan Mayorga, le propuso varios autores y piezas que rompían con su trayectoria.
"Con Coraje de madre viví un flechazo. Son de esas cosas a veces inexplicables. La leí a toda velocidad y sentí que lo entendía casi todo, que tenía que ver conmigo. Me perdía y me volvía a encontrar. Me fascinó tanto el tema como la enorme dificultad que planteaba su representación", describe esta enamorada que se tiró en plancha a la conquista.
Su objeto de deseo es la lectura que realizó el escritor, autor teatral y de guiones, traductor y dramaturgo húngaro de las 10 cuartillas donde su madre, Elsa Tabori, resumió cómo pudo sobrevivir a la deportación a un campo de exterminio.
"Uno de los motivos fundamentales por los que escribe la obra es porque quiere honrar a su madre, muerta una década antes del estreno. Elsa le había pedido que pusiera en orden lo que había vivido al conseguir apearse del tren que la llevaba a Auschwitz", revela la directora de escena.
En su versión, candidata a mejor espectáculo de teatro y dirección de escena en los Premios Max, Pimenta ha adaptado el texto de manera que frases que antes decía el personaje de Tabori ahora las pronuncia su madre, lo que facilita un mayor diálogo entre los protagonistas, interpretados por Pere Ponce y Carmen del Valle. El resultado es, por tanto, menos monologado que en el original.
"Fue una decisión tomada a medias con la actriz, porque sentía que le tocaba escuchar mucho y su personaje no siempre se expresaba. Tabori revisó su dramaturgia varias veces, pero pienso que si lo hubiera hecho en este momento, donde la visibilidad de la mujer es más definitiva, hubiera reconocido que había dado demasiado protagonismo al hijo", especula la responsable de la primera adaptación de este texto en España.
Un guionista en el Hollywood de McCarthy
George Tabori (Budapest, 1914; Berlín, 2007) es una de las grandes personalidades del teatro europeo del siglo XX. Emigrado a Londres a los 19 años, estuvo al servicio del ejército británico durante la II Guerra Mundial y ejerció de redactor en la BBC. A mediados de los cuarenta se instaló en Hollywood, donde se codeó con Charles Chaplin, Thomas Mann y Bertolt Brecht, y escribió guiones para, entre otros, Alfred Hichcok (Yo confieso, 1953), Anatole Litvak (Rojo atardecer, 1959), Richard Brooks (Crisis, 1950), Charles Vidor (Tempestad en Oriente, 1952) y Joseph Losey (Ceremonia secreta, 1968). Tras vivir el trance de ser señalado en la lista negra del senador McCarthy, emigró a Berlín, ciudad de la que había tenido que huir años antes para salvar la vida.
"Fue un tipo verdaderamente extraño y esto se ve en el debate que mantiene con su madre en la obra. En sus palabras notas que le pesa la culpa por la muerte de su padre. Él piensa que abandonó a sus progenitores a su suerte".
A lo largo del montaje, Elsa va corrigiendo a George, pidiéndole que no embellezca los hechos ocurridos. Sus palabras han resonado en Helena Pimenta durante todo el proceso creativo: "Plantea la gran encrucijada del uso de la ficción, de las herramientas de las que te sirves para contar, y si son hechos tan terribles como los que aquí se relatan, cuál es tu compromiso. Tabori emplea un buen truco: después de narran adornadamente los hechos, es cuestionado por la madre, pero ya los ha relatado, de modo que es un juego de ida y vuelta", alaba Pimenta.
En el espectáculo, la directora considera relevante la alternancia de aspectos tremendamente desnudos y escuetos con otros aderezados. "A Tabori le preocupaba que se produjera una identificación emocional. Era algo que no le interesaba porque es una compasión que no lleva a ninguna parte. Lo que quería es que se produjera una inquietud en el espectador, con detalles cómo el episodio sexual que su madre vive con uno de los compañeros en el vagón del ganado a Auschwitz".
Un espejo oblicuo
En la escenografía, sencilla y despojada, destaca la presencia de un espejo oblicuo del que se sirve Helena Pimenta para implicar a la audiencia. Al estar vencido, los espectadores se ven reflejados sutilmente, de manera que se les implica como testigos del espanto.
"Por una parte, está dibujado como parte de la acción, y al mismo tiempo, se atiende a diversos planos y a los personajes desde puntos de vista diferentes, como así lo plasma Tabori en su texto", desarrolla Helena Pimenta.
La veterana directora teatral ha quedado marcada de por vida por esta experiencia. Tras más de tres décadas comandando montajes, necesitaba un proyecto que le retara y le hiciera perderse, como así ha sucedido con Coraje de madre: "A estas alturas, ya no me basta con identificarme con un tema y exponer una inquietud, sino que buscaba algo que me desafiara mucho teatralmente. Esta obra me ha sacudido y me ha hecho renunciar a ideas preconcebidas. He abordado dos proyectos después que se han ido manchando de su técnica, de ese trabajo de asociación, de esa rapidez que él maneja. Ha sido hermoso, he sentido que me daba la oportunidad de seguir avanzando".
Ese agradecimiento solo se ve empañado por la manera en que la trama resuena en la "horrorosa" tragedia actual en la Franja de Gaza. "No me explico cómo un pueblo que conoce muy bien lo que es ser víctima puede seguir generándolas, de dónde sale la monstruosidad de la destrucción del de al lado. No hay lección más grande que la que ellos vivieron. Estoy muy desconcertada con lo que está pasando, estoy muy dolida, aunque no tanto como los que lo están sufriendo. Esta obra no para de hablar de las víctimas, pero no para que se la compadezca, sino para que se empatice desde un lugar más crítico".