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mirando al mar

Hipocresía sostenible

| 12/11/2022 | 5 min, 55 seg

VALÈNCIA. No hace mucho tiempo asistí a la celebración del Grand Prix de Cádiz de Sail GP. Todo muy espectacular, con el dinero de tío Larry, y en el concurso algunos de los regatistas más prestigiosos del mundo. Un circuito sostenible, según sus regidores, y, cómo no, vegano. Esta es la última gilipollez en el mundo de la vela. Un circuito donde está prohibido el plástico, el carbono, la gasolina y la carne. ¡Manda huevos!, que diría Federico Trillo.

Resulta que este gran circuito, que tiene como CEO al multimillonario y exregatista Russel Coutts, tiene en el agua nueve catamaranes F50 totalmente construidos en carbono; dieciocho neumáticas con motores de gasolina de no menos de 300 CV; diez barcos de invitados propulsados por gasoil; dos gigantescas grúas para bajar y subir a los barcos, también de gasoil; coches VIP de gasolina para trasladar a los invitados a los aeropuertos y hoteles… En fin, no sigo más porque me da la risa.

Pues bien, el circuito contrata empleados, a ser posible veganos, esos que no quieren saber nada de jamones y carnes. En los tres comedores del village se sirven productos que no atenten contra la Agenda 2030; es decir, absolutamente nada que contenga grasas animales. La sala de prensa cuenta con un bufé para el consumo de los periodistas, con platos encargados a una empresa de catering, a la que obligan a firmar un contrato para que no sirvan nada de carne… También hay, al igual que en todo el recinto, carteles de Plastics Free. Todo muy ecológico de boquilla para poder trincar las subvenciones millonarias de los organismos internacionales de la Agenda 2030.

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Nada de plásticos, pero el agua potable está embotellada en latas de aluminio (diez años tarda en su degradación), cuatro papeleras con distintas bolsas de plástico de colores para reciclar las latas, los cartones, los plásticos y la materia orgánica, que todas las tardes se recogen y se colocan en la calle a la espera del camión de basura, que pasa por la mañana y coloca dentro todas las bolsas juntas. ¡De risa!

No le hables a los empleados del buen jamón que se consume en la ciudad gaditana, el excelente pescado de la bahía o la carne de la sierra de Huelva porque te dicen: «esa es la huella de carbono que acabará con el planeta», pero luego te das una vuelta por los restaurantes y les sorprendes degustando buenas viandas prohibidas dentro del recinto. La hipocresía es generalizada, desde el CEO hasta el último mono de este circuito de millonarios.

Los equipos, aparte de ganar puntos en la clasificación deportiva, también los ganan si su huella de carbono de los viajes es mínima, así que hay que hacer virguerías para sacar los billetes de avión sin hacer ni escalas ni trasbordos. Hay que viajar lo más sostenible posible porque si no te castigan. En fin, un cúmulo de despropósitos absurdos que solo tratan de convencer a los más sumisos de que el planeta está amenazado por la huella de carbono, con la sola intención de trincar las subvenciones. Cuanto más ricos, más tontos.

Pasa lo mismo en el circuito de la clase TP52 de las 52 Super Series. Todo muy sostenible, tanto que hasta el agua para beber es reciclada. Este circuito está impulsado por el poder mediático de deportistas, celebrities e influencers y subvencionado por Kick Out Plastic, una organización internacional sin ánimo de lucro que lucha por un mundo libre de plásticos de un solo uso y problemas medioambientales. Hasta tienen un responsable de medio ambiente, Lars Böcking, que vela para que no se beba agua en botellas de plástico y se haga mediante unas multiusos, por supuesto, rellenas de un agua reciclada, llegando incluso a darte una charla si es necesario. Hace años, antes de la pandemia, instauraron una limpieza de costas en cada uno de los eventos. Tanto se resistían los regatistas a hacerlas, que han acabado por retirarlas. También hay un día, en esa semana, en el que se organiza un taller de medio ambiente para niños y niñas de las escuelas de vela de los clubes que acogen el circuito. Todo muy progresista, pero solo para la galería.

Las 52 Super Series tienen en el agua nueve barcos TP 52 construidos en carbono y, cada uno de ellos va apoyado por una neumática con 500 cv. Además, están los gomones de los jueces y balizadores y, para más inri, el transporte de puerto a puerto se hace en un barco mercante. Otro circuito con el síndrome de la Agenda 2030 en el que en sus villages se sirve agua en botellas de plástico, Coca-Cola en latas de aluminio y, aunque a su favor hay que decir que no son veganos, se consumen muchos kilos de carne. ¿Cuánto tardarán en prohibirla?

Lo malo de estas cosas es que, en España, copiamos todo lo que hacen los guiris. Queremos ser los mayordomos sumisos de los grandes circuitos y, claro, vamos entrando por el aro. Abandera en España este borreguismo la Copa del Rey, que este año ha anunciado a bombo y platillo su lema #sailingforsustainability (hemos izado las velas por la descarbonización y vamos a llegar a la meta) cuando tienen en el agua ciento veinte veleros de carbono, que todos los días arrancan el motor de gasoil; más de cincuenta neumáticas para dar servicio a los tres campos de regatas, y un village en el que por las tardes se consumen bebidas en vasos de plástico. Eso sí, el agua va embotellada en tetrabriks que, por si no lo saben, van recubiertos de plástico y no son reciclables, al ser muy difícil separar el cartón del plástico, por lo que van directamente al vertedero.

Vamos de cabeza al abismo. La vela politizada y dañada por una hipocresía progresista que no tiene ningún sentido. ¿Con qué fin? Solo para trincar subvenciones y para intentar quedar bien, no sé con quién. Nos estamos convirtiendo en monos de repetición. Los caballeros del mar van progresando. Ya no fuman en pipa, no llevan gorras de plato y no asumen que la vela es un deporte de mar y para el mar. Ahora toca llevar puesto el polo de la gilipollez, el progresismo encubierto y la fachada. Fuera del agua son, la mayoría, gente normal que bebe, come y hace sus necesidades fisiológicas sin atender a ningún mandamiento pero que, en los circuitos y en las regatas, cada vez son más hipócritas.

* Lea el artículo íntegramente en el número 97 (noviembre 2022) de la revista Plaza

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