VALENCIA. En los años 80, la familia Puccio era una familia bien considerada. Un matrimonio de valores tradicionales que vivía en el barrio de San Isidro, una de las mejores zonas de Buenos Aires. El hijo mayor de cinco hermanos, Alejandro, estaba en la selección argentina de rugby y gozaba de bastante popularidad. Ningún vecino podía imaginar que el horror viviera tan cerca de sus casas.
La historia de los Puccio tiene cierto regusto a la familia Friedman capturada en el documental de Andrew Jarecki. Ambas tienen en común el escenario y las apariencias que ocultan una historia macabra de puertas para adentro. Aunque en este caso no se trata de pornografía infantil sino de secuestros con extorsión y asesinatos. En el apacible ambiente de un hogar de clase media-alta, una familia con hijos adolescentes vive abstraída de las atrocidades perpetradas por su padre bajo la colaboración de algunos hermanos.
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Treinta años después, la televisión y el cine coinciden al rescatar una historia que dejó en shock a la sociedad argentina. En los primeros años ochenta Argentina vivió el final de la dictadura militar y el comienzo de la democracia. El ultraconservador Arquímedes Puccio, patriarca de la familia, gozó de buena posicióncomo vicecónsul en la época de Perón. En los años más duros dela dictadura, se le relacionó con la temible unidad de inteligenciadel Ejército Argentino dedicada al terrorismo de Estado.
(Lea el artículo completo en el número de febrero de la revista Plaza)