En esta ocasión me he permitido el lujo de cruzar el charco. De hacer las Américas. De planear a través de la información en la conocida como primera democracia del mundo. Ni las fuertes restricciones de movilidad, ni las malas condiciones atmosféricas me han impedido salir del Cap i Casal y viajar al país que ha mitificado la Ruta 66. Empresa que intento franquiciar a la valenciana con el trayecto del 25, línea que recorre la EMT por la obstaculizada CV-500. Desde el año 1998 interiorizo lo que se cuece en el globo terráqueo gracias a la rigurosa y científica publicación de carácter mensual que dirige Ignacio Ramonet. Es de ingratos no hacerlo. Desde los atentados a las Torres Gemelas de New York, la crisis económica de las hipotecas basura, o la transmisión de la covid-19, son hechos que han cambiado la vida por completo a todos.
El exceso del capital en la era digital ha liderado un nuevo orden mundial que esclaviza, privándonos de las libertades más esenciales del ser humano. Los que pensamos en volver a la vida en la caverna quizás tengamos un pensamiento menos cavernícola. El asalto al Capitolio ya lo había visto anteriormente en la televisión o las salas de cine. No es nada nuevo lo de asediar las principales casas del pueblo. En España está muy reciente, caliente todavía. Los ciudadanos de Madrid o Barcelona saben de lo que hablo y el resto de españoles también. Cada uno de ellos en circunstancias diferentes, aunque la fuerte presencia policial evitó un desastre mayor, no como el numerito montado por los seguidores de Trump en el Capitolio.
Esto lo digo en relación a las declaraciones de Nancy Pelosi: Somos un estado de derecho. No somos una monarquía, con un rey. Le hubiera respondido a la política norteamericana que en los parlamentos de las viejas monarquías europeas no estamos acostumbrados a disfrazarnos e ir encañonando a la gente con armas de fuego. Trump ha sido el presidente de Lo imposible, visto lo visto en su legislatura. El “trampismo” es una opción política que no se la deseo ni al peor de mis enemigos. Espero que se desvente perdiendo fuelle con el paso de los días, ya ni de semanas. Tras el asalto de estos agitadores de las redes sociales me preguntaba por qué en Venezuela los asaltantes son los buenos y en los Estados Unidos son los malos. ¿Existe alguna diferencia? El fondo es el mismo, el no dar por válido un batacazo electoral no reconociendo la victoria democrática del rival. Cada uno que saque sus propias conclusiones.
Por lo menos los Estados Unidos de Lo imposible han sacado por un tiempo del escenario informativo a la Venezuela de Maduro. Jamás pensé hasta qué límite podían llegar las élites u oligarquías por hacerse con el control del petróleo en dicho país de lengua hispana. No tengo intención de comprarme un chalet en Isla Margarita. En la escena internacional una cosa que debemos agradecer los españoles de bien y aficionados al fútbol es la no celebración de esta edición de la Supercopa en Arabia Saudí, estado amigo de las más nobles y destacadas familias de España. País que apenas reconoce los derechos de las mujeres o las libertades de sus ciudadanos. Y para terminar, tras regresar de mi corto periplo por las Américas, dejo una pregunta en el aire. ¿Qué habría pasado si los asaltantes al Capitolio hubieran sido afroamericanos? Esperaré una respuesta de Chuck Norris, pero no la obtendré.