una vecina improvisa una enfermería para atender a las personas afectadas por el temporal

El hospital en casa: la labor de una anestesista tras la Dana en Picanya

21/11/2024 - 

VALÈNCIA. El pasado 29 de octubre, la provincia de Valencia fue golpeada por la peor Dana (Depresión Aislada en Niveles Altos) registrada hasta la fecha en la región. Si bien la lluvia no alcanzó a los municipios situados en la comarca de l'Horta Sud, estos pueblos sí padecieron las consecuencias: en cuestión de horas, sus calles se cubrieron de barro, los vehículos quedaron prácticamente siniestrados y los vecinos evacuaron sus hogares con lo puesto. Entre los puntos más afectados por el temporal, destaca Picanya que, tres semanas después, ha logrado recuperar parte del aspecto que poseía antes de la tragedia, algo que no habría sido posible sin la implicación de toda la comunidad.

Consuelo García, vecina de esta localidad y anestesista infantil en el Hospital La Fe de València, no solo enfrentó la inundación que destrozó su casa, sino también una emergencia sanitaria que desbordó al municipio. "La fuerza del agua era incontenible y, entre las infraestructuras dañadas, colapsó el centro de salud de Picanya", relata García en declaraciones a Valencia Plaza, mientras describe cómo, junto a su familia, trató de salvar sus pertenencias más valiosas del garaje de su casa. "Pusimos colchones y sofás para frenar el agua, pero fue inútil", lamenta. 

Finalmente, lograron refugiarse en el ático de su domicilio, desde donde observaban cómo la lluvia devoraba las calles de Picanya. De hecho, García recuerda ver a una vecina sobre un coche, tratando de salvarse de la inundación: "Sentí una impotencia enorme; no podíamos hacer nada porque todo era oscuridad y agua". En mitad de la catástrofe, con el centro de salud devastado y los recursos limitados, García decidió que era el momento adecuado para actuar: sin vacilar, abrió las puertas de su vivienda y la convirtió en un improvisado punto de atención médica, ofreciendo asistencia a decenas de personas que precisaban de servicios sanitarios básicos y no sabían dónde acudir. 

"Los primeros días fueron un caos total", recuerda García, en cuyo domicilio el nivel del agua superó los dos metros de altura. Sin embargo, lejos de doblegarse ante la adversidad, canalizó sus conocimientos en Medicina para cubrir las necesidades más urgentes. Durante días, atendió heridas, infecciones y lesiones leves, mientras Picanya comenzaba, poco a poco, a levantarse entre los escombros. Su relato no solo es el de una profesional sanitaria, sino el de una vecina que, como muchos otros, transformó el dolor y la incertidumbre en un esfuerzo colectivo por salir adelante. 

Una enfermería improvisada 

Tras el colapso del centro de salud de Picanya, que fue trasladado a la residencia para la tercera edad Sol i Mar, García convirtió su casa en una enfermería improvisada. "El 4 de noviembre puse un cartel avisando que ofecía asistencia sanitaria y medicamentos", explica. Durante más de una semana, atendió una media de 20 personas al día. "Lo más común eran cortes con cristales y heridas por escombros metálicos. También hubo casos de infecciones bacterianas y diarreas, producto del contacto con el agua estancada", detalla. Asimismo, distribuyó medicamentos que recibió gracias a donaciones de compañeros médicos y voluntarios: "Llegó un momento en que enseñaba a las personas a curarse por sí mismas porque no daba a basto con las visitas". 

Por otra parte, la profesional atendió casos de ansiedad y estrés, comunes entre quienes habían perdido sus hogares y pertenencias. "Algunos vecinos pedían medicación para dormir. El miedo y la incertidumbre les estaba pasando factura", comenta. El traslado del centro de salud a la residencia Sol i Mar representó un desafío para los vecinos, ya que muchos de ellos debían recorrer grandes distancias para acceder a los servicios sanitarios. "Faltaban equipos necesarios para garantizar una buena calidad asistencial, como ordenadores, por lo que las consultas se hacían en papel. Además, los caminos en Picanya estaban llenos de barro y se tardaba mucho en llegar", señala García a este diario. 

"La ayuda inicial fue caótica y desorganizada", admite la anestesista y, en ese sentido, destaca que la llegada de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y los bomberos tardó varios días en coordinarse de forma eficaz. Sin embargo, con el tiempo, el espíritu solidario de los vecinos y personas voluntarias ha permitido obtener avances notables en la limpieza y recuperación del municipio. "Los garajes comunitarios, que eran los principales focos de infección, han comenzado a vaciarse. Los negocios también han comenzado a abrir esta semana y la gente recupera la esperanza", afirma.

El papel de los vecinos en la emergencia

García destaca la solidaridad entre los habitantes de Picanya como uno de los aspectos más conmovedores de la catástrofe. "Recibí ayuda de vecinos que son electricistas, mecánicos o carpinteros y, aunque también estaban afectados, no dudaron en ofrecerse para echar una mano", recuerda emocionada. Además, en sus propias palabras, siente admiración por los jóvenes que acudieron como voluntarios: "Venían con un espíritu increíble. Eso me recordó que, en los momentos más difíciles, descubrimos lo mejor de las personas".

Aunque los estragos de la tormenta aún son visibles en Picanya, García insiste en que la unión de los vecinos y la ayuda externa han sido claves para empezar a reconstruir el municipio. "La primera barra de pan que compré después de días de caos fue una pequeña victoria, un recordatorio de que, poco a poco, estamos saliendo adelante", recuerda. Tres semanas después del desastre, Picanya comienza a recuperar parte de su normalidad, aunque el camino por recorrer es largo. 

Sin embargo, García extrae un aprendizaje positivo del trauma que se ha vivido en este municipio: "Transformar mi casa en un punto de atención médica fue una respuesta a la emergencia, pero lo que más me marcó fue ver cómo la gente se volcó para ayudarse mutuamente". El testimonio de García evidencia las carencias y fortalezas de una comunidad obligada a enfrentarse a una catástrofe. Más allá de los daños materiales, que han sido cuantiosos, su labor y la solidaridad vecinal han permitido empezar a reconstruir una nueva Picanya.

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