VALÈNCIA. Suele señalar el historiador Vicent Baydal una evolución de atributos en torno al hecho valenciano tal que así: en “el XVII éramos gente con muy mala leche, con la mecha muy corta. En el XVIII decían que éramos científicos porque la ilustración más fuerte en España fue la valenciana. En el XIX, sobre todo, comienza a decirse que somos artistas, con la escuela pictórica valenciana. A finales del XIX y principios del XX, que somos inconsistentes, que no nos tomamos seriamente”. ¿Corruptos y fiesteros a inicios del XXI?
Plantear cuál es el estado de salud del humor valenciano requiere un preámbulo: definir si hay un humor valenciano, si lo puede haber. A todo esto… ¿qué demonios es el humor valenciano?
La cómica Maria Juan (Comediants y Assumptes internes en À Punt) lo define dándole la vuelta al calcetín: “es como cuando nos preguntamos si hay un humor de mujeres, si hay un humor femenino. El humor valenciano es el humor que hacen los valencianos. Dirás, ¿para eso le pregunto? Es verdad que están cambiando mucho las cosas. Comediants es un ejemplo, con una remesa de gente nueva que no tiene nada que ver con el humor de gente más conocida, pero al mismo tienes a Carol Tomás y Oscar Tramoyeres que representan la valencianor. Yo también hago costumbrismo de la cotidianidad, esa valencianor propiamente dicha. Pero el resto, que no toca los mismos temas, también son entonces valencianor, ¿no? Dicho lo cual, no sé si hay un humor valenciano”.
La cuestión llega a ser procelosa, con duelos tal que espadachines en lucha y voces que prefirieron mantener su anonimato. Tan serio se puede volver el asunto que parecería que desentrañar la condición del humor propio comporta abrir la caja de Pandora identitaria. “Nunca he visto a un fanático con sentido del humor, ni a nadie con sentido del humor que sea un fanático", dejó Amos Oz.
La periodista y profesora de comunicación política y opinión pública Lucía Márquez genera un primer marco sobre el humor valenciano: “Diría que es un humor muy autoconsciente y algo cáustico. Hemos desarrollado una capacidad para reírnos de nosotros mismos y de nuestra cotidianeidad. Y este humor de las pequeñas cosas, por una parte, creo que es muy sano para la supervivencia diaria, pero también corremos el peligro de creer que no podemos hacer humor con temas mucho más trascendentes”.
El cómico Raúl Antón lo hila con la visión sobre los principales afluentes: “el humor costumbrista es el que entendemos que está más ligado al humor valenciano, por tradición y cultura. Lo que más lo define es el idioma y hablar de localismos".
Por el recorrido totémico de las Fallas, y a través de su supuesto contenido satírico que hemos querido convenir sin apenas discutir si de verdad se produce, pudimos llegar a creer que el humor valenciano es rebasar límites y practicar la iconoclastia. ¿Qué hay de cierto?
“No hemos tenido tele durante años y cuando la había no se podían tocar todos los palos. El humor ha de ser disonancia, un fer la mà, por tanto el humor que se hacía, súper blanco, ¿era humor?”, reflexiona Maria Juan para situar la tradición más inmediata a partir de los medios públicos. “No sé si por miedo o por corrección no hay el suficiente nivel de sátira. Lo estamos derivando a extremos ideológicos en los que si el mensaje va por tu corriente de pensamiento te va a gustar y si no, lo vas a detestar, sin entrar en valoraciones de otros tipos”, considera Raúl Antón.
“Necesitaríamos apostar -sigue Lucía Márquez- por una sátira más incisiva, más ácida y que vaya más allá de los lugares comunes. Por un humor más negro, más político y menos costumbrista. Y supongo que ya es un topicazo decirlo, pero ojalá en algún momento tengamos un Polònia valenciano”. A esa aspiracionalidad -Ítaca del humor de aquí- se refiere Maria Juan: “cuando se haga un programa como Polònia tendremos un estado de humor más sano. Quizá somos más de la broma, pero de la broma hacia los otros, no sé si encajamos muy bien la crítica”.
El guionista y autor de Rokambol, Toni García, añade una nueva capa: “Creo que el humor valenciano, socarrón y trágico, está mejor representado en la sociedad que en la ficción del espectáculo”.
El humor valenciano, además, vive en una temporalidad contradictoria por la cual su mayor representatividad mediática con la aparición de À Punt coincide con el aumento en la contestación y censura a la sátira.
-¿Qué ha cambiado en los años recientes?
-Maria Juan: “El momento del humor en general, no solo en València, es de rebrote de piel fina, de ofendidos, aunque al mismo tiempo se habla de cosas que antes no se hablaban. Assumptes interns es un ejemplo. José Molins está haciendo entrevistas a todos los políticos, arreamos de izquierda a derecha y los políticos, de Toni Cantó a Isabel Bonig o Ximo Puig, están entrando. ¿Quizá se está reeducando y yendo hacia otro lugar?”.
-Raúl Antón: “Estamos en una época en la que todo ofende, todo molesta y lo políticamente correcto se impone. La corrección será la muerte de la comedia. Porque el humor no tiene que ser correcto, tiene que ser humor”.
-Toni García: “Creo que el humor valenciano que se hace ahora en la televisión pública, salvo alguna excepción, es un humor muy poco sutil, que trata al espectador como si fuese un niño. Y no me parece que se haya producido ningún cambio, se sigue tratando al público igual que cuando comenzó sus emisiones Canal 9, como si no fuese inteligente, casi explicando los chistes y las intenciones”.
-Lucía Márquez: “Más allá de los temas tratados y del tipo de humor, creo que, por fin, se está empezando a dar espacio en primera línea a las mujeres humoristas. Todavía queda mucho para acabar con ese estigma absurdo de que “las tías no son graciosas”, pero estamos trabajando en ello”.