VALÈNCIA. De Te quiero, Lucy (I love Lucy) suele decirse que es una serie pionera. Uno de los méritos que se le atribuyen es el de haber sido la primera comedia de situación de la historia de la televisión americana. Un formato breve de no más de treinta minutos por capítulo, situaciones disparatadas y diálogos ingeniosos y divertidos, eso es lo que se entiende por sitcom, y Te quiero, Lucy sentó las bases del género que a lo largo de los años nos daría tesoros como Friends, Seinfield o Las chicas de oro.
También fue una de las primeras series extranjeras que se emitió en España, en la casi recién estrenada TVE, que la añadió a su parrilla en 1958, un año después de comenzar sus emisiones. Para entonces, y después de siete años de éxitos, la serie había llegado a su final en Estados Unidos. Uno de los motivos fundamentales de su éxito fue su protagonista, Lucille Ball, actriz de alto octanaje cómico. Interpretando a un ama de casa que se parecía mucho a ella, y no solo en el nombre, se metió en el bolsillo a millones de televidentes. Te quiero, Lucy fue el programa más famoso de la televisión americana durante los años cincuenta. Compitió con la retransmisión del acto de toma de posesión del presidente Eisenhower, que fue vista por 29 millones de personas, frente a los 44 millones que ese día siguieron las trapisondas de Lucy.
El argumento era muy sencillo: Lucy Ricardo era una mujer atípica, una pelirroja norteamericana casada con un músico cubano, Ricky Ricardo, siempre con la cabeza llena de ideas estrafalarias que puedan introducirla en el mundo del espectáculo, hacerla rica o, al menos, romper con la monotonía de su vida cotidiana. Su casera y mejor amiga, Ethel Mertz (Viviane Vance), es el contrapunto sensato a las ocurrencias de Lucy. Lo cierto es que la serie nació porque Ball era una popular actriz radiofónica a la cual, al igual que a muchas otras actrices del momento, le ofrecieron dar el salto a la televisión. Accedió, pero poniendo una condición: que en el nuevo proyecto le acompañara su marido.
Desiderio Alberto Arnaz y de Acha III había llegado exiliado de Cuba tras la revolución castrista y se ganaba la vida cantando con una orquesta. Debutó con Xavier Cugat y, aunque no era lo que llamaríamos un gran intérprete, conquistaba por su encanto y su atractivo físico. Él y Lucy se conocieron en los estudios de RKO, filmando la película Demasiadas chicas (George Abbott, 1940). Arnaz le preguntó si sabía bailar la rumba, ella contestó que no y entonces él se ofreció a enseñarle. Acabaron dándose el sí quiero. Cuando Ball se casó con él, rápidamente se dio cuenta de que, si no andaba con ojo, era muy posible que su marido, siempre de gira, se largara con otra. Ese es el motivo de que existiera Te quiero, Lucy, que en realidad era como una venganza contra la realidad en clave de comedia.
La CBS, que era la cadena con la que Ball trabajaba, no daba un centavo por la idea: ¿quién iba a creerse que una pelirroja neoyorquina podía casarse con un cubano resultón? Para tantear el terreno, el matrimonio se embarcó en una gira en la que, entre canción y canción, escenificaba su vodevil. El éxito fue tal que otras cadenas comenzaron a llamar a su puerta y la CBS puso en marcha un episodio piloto, aunque, como no acababan de creer en el proyecto, le cedieron los royalties a la productora Desilu, propiedad del matrimonio.
El primer capítulo fue visto por diez millones de personas. Con él comenzaba una nueva era, la de la comedia televisiva, con la historia como base de un programa de entretenimiento. El anunciante que patrocinaba la serie quería que se emitiera en directo desde Nueva York, pero el matrimonio vivía en Hollywood. Se acordó entonces que cada capítulo se grabaría con público en California y se emitiría después como falso directo. Es por eso que también fue el primer show de televisión grabado. Como director de fotografía contaban con Karl Freund que llevó a la televisión su mirada vanguardista —había trabajado en Metrópolis, de Fritz Lang— que influiría a series venideras.
La CBS también presionó para que el programa se llamase The Lucille Ball Show. La actriz se negó en redondo. El proyecto tenía que incluir a su marido y al personaje que este interpretaba desde el principio. Como no se podía añadir su nombre al título, se recurrió a esa primera persona en el mismo, que daba así presencia al marido actor y personaje. El matrimonio tuvo a su segundo hijo mientras la serie estuvo en antena, y a consecuencia de ello, Little Ricky se convirtió en el quinto personaje de las tramas. Su nacimiento tuvo 44 millones de testigos, aunque en principio, el bebé no era más que un muñeco envuelto en una manta. Luego fue encarnado por dos gemelos que se turnaban para interpretarlo.
A pesar de todo, el matrimonio no sobrevivió. Las tensiones entre ambos marcaban las sesiones de grabación, que también eran amenizadas por las riñas entre William Frawley y Vivian Vance, los actores que daban vida a los Mertz. Estos nunca llegaron a soportarse. Frawley se hizo con el papel llamando a Ball para pedírselo. Como tenía fama de bebedor, en su contrato se incluyó una cláusula: si llegaba una sola vez borracho al plató, su personaje sería eliminado. Frawley cumplió, pero nunca logró crear química con Vance, que no entendía cómo querían hacerla pasar por esposa de un hombre que podía ser su padre.
la cbs no daba un centavo por la idea: ¿quién iba a creerse que una pelirroja neoyorquina podía casarse con un cubano?
A pesar de todo, Ball se llevó consigo a Vance a su siguiente proyecto, The Lucy Show (1962). Para entonces ya llevaba dos años divorciada de Arnaz, y tras la separación se hizo con la productora Desilu. De allí saldrían series tan recordadas como Los intocables (se dice que Al Capone se sintió tan incómodo con el gánster que se inspiraba en él, que llegó a amenazar al cubano) o Star Trek. El matrimonio más cómico de la televisión no pudo durar para siempre, pero los frutos artísticos de su unión hicieron historia.
Pero si algo se puede decir de Lucille Désirée Ball (1911 -1989) es que fue una pionera. Esta self made woman, que nació pobre, fue la primera ejecutiva de un gran estudio (Desilu Productions), del que fue cofundadora. La pelirroja más famosa de la historia de la TV (que en realidad era una castaña teñida) y su marido protagonizaron la primera pareja y el beso interracial de la tele
isión, años antes del ‘oficial’ (Uhura and Captain Kirk en Star Trek), que ella misma producía. Además, Lucy se hizo famosa con 40 años en una época en el que una mujer de más de 35 solo podía aspirar a hacer de anciana, y también fue la primera mujer en aparecer embarazada en la pequeña pantalla.
* Lea el artículo íntegramente en el número 79 (mayo 2021) de la revista Plaza