VALÈNCIA. Como ya estoy plenamente vacunado, como ya no es estrictamente necesario llevar mascarilla en exteriores (siempre y cuando la distancia social lo permita), pensé en escribir un texto acerca de cómo recuperar la vida que tenía antes de la pandemia. Mientras intento acordarme de cómo era esa vida. Y en eso, una ministra que dice que, cuando nos quitemos la mascarilla, nuestras sonrisas volverán a verse por la calle. Yo juraría que hace años que las personas transitamos enfurruñadas por el entorno urbano, no hay más que entrar en un supermercado para comprobarlo. Incluso yo, que soy de sonrisa facilona, ya salgo a la calle como si acabara de leerme las obras completas de Schopenhauer. He de recuperar mi vida, me digo, pero antes debería saber qué vida quiero recuperar. Para encontrarme a mí mismo me da por escuchar a The Cramps en el gimnasio. En poco más de una hora ya me acuerdo perfectamente de cómo era mi vida antes de la pandemia. Los Cramps también me producen reacción, they give me fever, así que me pongo a rastrear cosas sobre ellos en las redes. Encuentro con esta cita de Poison Ivy, la cofundadora y guitarrista del grupo: “No entiendo por qué el tocar la guitarra está considerado como un arte masculino, se ha establecido que es así cuando no es más que una apropiación. Tocar la guitarra es una tarea que no requiere una gran fuerza o un patrón cerebral masculino. De hecho, es algo muy femenino”.
No me gusta reconocer esto, pero el pasado es el único territorio donde me siento plenamente seguro. Porque ya sé cómo es. Puedo estudiarlo, analizarlo, volver a él, pero nada va a cambiar lo que ya sucedió y eso es simplemente fa-bu-lo-so. El presente es emocionante porque tiene mucho más que ver con la improvisación, la sorpresa y, además, tiene el plus de que enseguida se convierte en pasado. Del futuro prefiero no hablar. La pandemia ha trastocado definitivamente mi idea sobre el futuro. Y creo que no solamente me pasa a mí porque si no, ¿a qué viene tanto interés por recuperar nuestra vida anterior? El futuro pasa por poder volver a hacer lo que hacíamos antes, aunque, por mucho que nos empeñemos, ya nada es como antes. Me admira -o me aterra, no lo sé muy bien- la facilidad con la que la gente parece olvidarse de toda la angustia y los peligros que nos han acechado hasta hace bien poco, y que todavía siguen ahí, porque no descarto yo que aun hagan acto de presencia nuevas cepas surgidas en Bostuana o Benimodo y nos jodan la temporada otoño/invierno.
En mi estrategia por recuperar mi vida me apunto a presentar la última novela de Rafael Soler. Cuando Rafa me lo propone, le pregunto si está seguro A mí casi siempre me llaman para presentar libros de música, no de literatura. Me dijo que sí, que estaba seguro y allí me fui, a decir unas cuantas cosas acerca de El sueño de Torba. Pero sobre sobre todo, fui a escuchar al copresentador del acto, el escritor Jesús Zomeño, que fue todo un hallazgo, y a Soler, que nunca dice nada que no resulte interesante, porque es de esos escritores que habla tan bien como escribe. El sueño de Torba no es exactamente una novela nueva. Salió en 1983, pero podría haber sido escrita ahora. Lo que cuenta es universal y atemporal, y el estilo con el que lo cuenta era tan vanguardista en su momento que ahora sigue vigente. La historia plantea un viaje al pasado porque, nos guste o no, las claves de todo siempre están allí. Nos habla de un grupo de personajes inmersos en sus contradicciones, atrapados, como es el caso del protagonista, en un pasado que de repente le asalta, a medida que el futuro da muestras de estar agotándose.
Esteban Leivas me envía un Whatsapp con una cita de Warhol que dice: “No alcanzo a comprender a quién pertenecen las noticias. Me digo siempre que, si tu nombre sale en las noticias, el programa debería pagarte. Porque se trata de tu noticia y ellos la aprovechan y la venden como un producto propio”. El texto es de 1975, que fue cuando pareció el libro al cual pertenece, Mi filosofía de A a B y de B a A. Me lo regaló Esteban cuando cumplí 17 años, cuando el libro acababa de publicarse en España. Como muchas cosas de Warhol, tiene partes muy vigentes, otras que no lo son tanto y otras dignas de ser olvidadas. Esto de las noticias me parece profético por las redes sociales. Alimentamos empresas de grandes corporaciones convirtiéndonos en noticia a nosotros mismos. Media humanidad es noticia constantemente por cualquier cosa. Nuestros pies en la playa y nuestras paellas del domingo son noticia y yo lo único que quiero es refugiarme en el pasado. El pasado no siempre es sinónimo de nostalgia. Una vez aceptemos que el pasado es imperfecto, no tiene nada malo recurrir a él con un sentido crítico y realista.
El sueño de Torba es pasado que siempre fue presente. Contiene momentos arrebatadores, monólogos interiores como este, que a la vez son poemas: “O’Sully Berta mía, te quiero, te aposento, te mío en el diván los dieciocho años, tan joven, tan anciano, tan sol ruta camino de zocos imposibles, tan sombra su artrosis mi dolor mi afán por los recuerdos Berta, qué soy entonces sino tú, qué busco en este armario de uralita y pulso trepador, por qué me encierro a tu busca del Rolls, lo que tuvimos, aquello que fue nuestro y duerme oxidado, sin aceite, sin luvia, sin dulce polvo amigo, qué hago Berta O’Sullivan recordando tu alta noche, ven, decías, ven a mi insolente piedra americana, bésame, goza me decías voy de paso, tú hija de una yegua que nunca monté mientras busco el radiador las bielas, ese blando tapiz”. Rafa utiliza el lenguaje con una maestría apabullante, lo somete a sus experimentos, lo hace cambiar, mutar, pero siempre mantiene esa cosa tan suya que es el poder poético, esa lírica que a veces está llena de sensualidad, otra de melancolía y casi siempre de verdad. Es un lenguaje literario exento de cualquier ostentación. Su excelencia nos llega de una manera natural. Por su complejidad y por su magnetismo, una vez terminas El sueño de Torba, sabes que tendrás que volver a ella. Es una hermosa metáfora de esa forma de entender el pasado como un irreductible fortín desde el cual vivir el presente.