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las series y la vida

Ingmar Bergman hizo algunas de las mejores series de la historia, y puedes verlas en La Filmoteca

22/12/2018 - 

VALÈNCIA. Contienen amor, odio, locura, risa, llanto, sexo, violencia, fantasmas, milagros, sueños, pesadillas, pecado, juegos, infancia, madurez, vejez, muerte, dolor, belleza y furia. Son las series de Ingmar Bergman, el gran cineasta sueco, que hubiera cumplido cien años este 2018. La Filmoteca de València, como el resto de filmotecas y museos del mundo, ha celebrado su centenario proyectando su extraordinaria filmografía en un ciclo que culminará en el mes de enero con sus últimas obras y sus series de televisión: Secretos de un matrimonio (Scener ur ett äktenskap, 1973), Cara a cara (Ansikte mot ansikte, 1976) y Fanny y Alexander (Fanny och Alexander, 1982). Una buena oportunidad para verlas en pantalla grande y comprobar su excelencia y vigencia.

Ingmar Bergman durante el rodaje de 'Fanny y Alexander' (1982).

Ingmar Bergman cuenta con varias películas para televisión en su filmografía, muchas de ellas adaptaciones de obras precedentes como Ett drömspel (1963), sobre la obra de Strindberg o La flauta mágica (1975), sobre la de Mozart. En realidad, siempre mantuvo relación con el medio televisivo y, de hecho, desde 1979, año en que realiza Documento sobre Färo 1979, hasta 2003, con Saraband, su última película, toda su producción es para la televisión, incluida De la vida de las marionetas (1980).

En 1973 realiza Secretos de un matrimoniola historia de una pareja en crisis contada en seis capítulos de cincuenta minutos cada uno, concebidos de forma claramente episódica, no como una película de casi seis horas. Posteriormente, el propio Bergman llevó a cabo una adaptación para el cine, reduciéndola a 168 minutos. La serie está interpretada por Liv Ullmann y Erland Josephson, que retomarán sus personajes en el último film del director, Saraband. Bergman decidió así volver 30 años después a la pareja y continuar su historia en una obra bella, melancólica y profunda, perfecto testamento fílmico de quien dedicó gran parte de su obra al estudio de las relaciones de pareja, el amor, el deseo y la soledad. Cara a cara se proyectará en La Filmoteca los días 3, 4 y 5 de enero, y la película el 9 y el 12. Por su parte, Saraband llegará al Rialto el 1 y 3 de febrero.

Cara a cara (1976), su siguiente serie, nuevamente protagonizada por Liv Ullman y Erland Josephson aunque con distintos personajes, mantiene un tono bien distinto a Secretos de un matrimonio, aunque cercano a otras obras del director como Fresas salvajes (1957) o Gritos y susurros (1972). Ya no estamos ante la crónica de una vida cotidiana, sino en la crisis de identidad de la protagonista femenina con elementos oníricos y sobrenaturales. Es, sin duda, una de las obras mayores de Bergman, reconocida hoy como un jalón fundamental de su filmografía. Como con la anterior, también Bergman llevó a cabo una versión cinematográfica más reducida para su estreno en los cines, que fue nominada a dos premios Oscar. La serie está programada en La Filmo el martes 15 de enero. 

'Cara a cara' (Ingmar Bergman, 1976).

Por su parte, Fanny y Alexander (1982) es la más conocida de sus series y una de sus producciones más populares. Concebida como una serie de cinco capítulos con una duración total de 312 minutos, antes de su emisión se estrenó en los cines la versión reducida, de 188’, que constituyó un gran éxito de público, obteniendo además cuatro Oscar. El propio Bergman la describe como “la suma total de mi vida como cineasta”. Y también: “Fanny y Alexander es una declaración de amor. Mi amigo Kjell Grede que también es director, me dijo una vez: "Tú que encuentras la vida tan enormemente rica y entretenida ¿por qué haces unas películas tan serias, negras y deprimentes? ¿por qué no haces películas que muestren lo mucho que amas y disfrutas la vida? Eso es lo que he hecho ahora. Tiene sus momentos sombríos, pero si no tienes pasajes oscuros no puedes ver el lado luminoso” (en Los archivos personales de Bergman).

 Con una deslumbrante fotografía de Sven Nykvist, colaborador habitual del director sueco, cuenta la historia de una familia entre 1907 y 1910 a través de los hermanos protagonistas, Fanny y Alexander, y su difícil vida junto al segundo marido de su madre, un pastor fanático religioso. Fantasmas y sueños se mezclan con la realidad y con las propias vivencias del director. En palabras de Bergman (de su libro Imágenes): “La prerrogativa de la infancia: moverse sin dificultad entre la magia y el puré de patatas, entre el terror sin límites y la alegría explosiva. […] Era difícil distinguir entro lo que yo fantaseaba y lo que se consideraba real. Haciendo un esfuerzo podía tal vez conseguir que la realidad fuera real, pero en ella, había por ejemplo, espectros y fantasmas ¿Qué iba a hacer con ellos? ¿Y los cuentos, eran reales?”. Fanny y Alexander podrá disfrutarse en La Filmoteca en una sesión especial en formato de maratón el sábado 19 de enero, a partir de las 18h. Y la película, los días 23 y 26.

Bergman no estaba solo en la TV

Importantes cineastas de la modernidad, de los que transformaron el cine con su mirada única e intransferible, entendieron, como hizo Bergman, la televisión como un medio más a través del cual contar historias y desarrollar su visión. El más recordado es Hitchcock, por supuesto, cuyo nombre era suficiente para construir una serie y atrapar al público: Alfred Hitchcock presenta (1955-1958) o La hora de Alfred Hitchcock (1964). Pero ahí está Roberto Rossellini quien, en 1965, decide pasarse a la televisión convencido de sus posibilidades pedagógicas y de su capacidad para llegar a todo tipo de públicos. Tras realizar L’India vista da Rossellini (1959), con 10 capítulos dedicados al país asiático, Rossellini desarrolla un ambicioso y meditado proyecto enciclopédico para llevar a la pequeña pantalla acontecimientos y personajes históricos. Son un conjunto de películas para televisión, hechas entre 1964 y 1977, concebidas como una serie, como un todo. La más famosa es la soberbia La prise de pouvoir par Louis XIV (1966), que llegó a estrenarse en los cines. 

'La prise de pouvoir par Louis XIV' (Roberto Rossellini, 1966).

Otro de los nombres imprescindibles de la historia del cine, el alemán Rainer Werner Fassbinder, mantuvo tuvo una larga relación con la televisión, para la que escribió y dirigió varias películas, como Nora Helmer (1974) o Miedo al miedo (Angst vor der Angst, 1975), y series como Berlin Alexanderplatz (1980), una de las cumbres de la ficción televisiva de todos los tiempos. Se trata de una adaptación de la novela de Alfred Döblin en 13 capítulos y un sorprendente epílogo, en la que Fassbinder hace gala de la libertad creativa, narrativa y plástica que caracteriza su portentosa filmografía. 

Para quienes piensan que las series interesantes comenzaron con Los Soprano, o como mucho, con Twin Peaks, conviene recordarles que no. Que existen desde que la televisión se convirtió en la reina de la casa, que siempre las hubo buenas, malas y regulares; simples y complejas; tontas e inteligentes; complacientes y arriesgadas. Ahora es habitual ver a cineastas al frente de proyectos televisivos: Martin Scorsese, Jane Campion, Michel Gondry, Steven Soderbergh, Steven Spielberg, David Fincher, Bruno Dumont, Paolo Sorrentino, Alberto Rodríguez, Enrique Urbizu, Lars von Trier, e incluso Woody Allen, con los precedentes de David Lynch y Krzysztof Kieslowski, aunque, en este caso, sea precisamente su famosa serie El Decálogo (1989-1989) la que le convirtió en cineasta imprescindible de los noventa. 

No obstante, no podemos olvidar que algunos grandes creadores de la historia del cine nos legaron series magníficas, a la altura de su obra cinematográfica. También es posible que eso fuera más sencillo en Europa que en Estados Unidos, donde la división de la industria era mayor y la ficción televisiva no gozaba del estatus artístico que ahora nadie le niega. El caso es que Bergman, Rossellini y Fassbinder pudieron expresar sus mundos y sus visiones a través de las series sin problemas. Y crear relatos inolvidables que están en el cénit de la creación audiovisual. 

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