VALÈNCIA. Hace unos días me escribió Rubén Caravaca, promotor y experto en comunicación. Está preparando un artículo acerca de los fanzines que se hicieron en España a principios de los ochenta y quería contar con mi participación, cosa que siempre es de agradecer. Recordar a veces es como empezar a hacer ejercicio físico. Al principio cuesta, pero luego te acostumbras. A medida que contestaba las preguntas de Rubén fui acordándome de detalles y momentos. Algunos de ellos son estos que desgrano a continuación, y que ocurrieron entre 1981 y 1983.
Recuerdo el momento en que decidí hacer un fanzine. A mis 18 años había leído tantos artículos sobre música -había fragmentos de algunos que podía recitarlos de memoria- que sentía que yo también había nacido para eso.
Recuerdo estar escuchando el primer álbum de The Cramps y, al llegar a ‘Strychnine’, decir: ¡Este es el nombre perfecto para un fanzine!
Recuerdo mi primera entrevista en el vestuario del campo de fútbol de un pueblo de València convertido en camerino para Alaska y los Pegamoides. Alaska iba con peluca rubia, boina negra y minifalda de cuero.
Recuerdo a mi amigo -y por aquel entonces, productor de Glamour- Esteban Leivas maquetando el fanzine. Hacía los titulares con Letraset y pegaba fotos con una barra de pegamento especial. Trabajábamos en ello durante las noches de los fines de semana, y de fondo siempre sonaba la radio.
Recuerdo a Jesús Ordovás hablando del primer número de Estricnina en Esto no es Hawai a pesar de que en uno de los artículos nos metíamos con él.
Recuerdo recibir en casa de mis padres cartas de gente de otros puntos de España que quería comprar el fanzine. Dentro iba un billete de 100 pesetas y sellos para cubrir el envío.
Recuerdo las noches en Pyjamarama. Por allí paraban Merche, la chica que se convirtió en presidenta del Club de Fans de Glamour, los Tomates Eléctricos, la gente de Segunda Sección. Dentro del bar sonaban todos los días Visage y Magazine.
Recuerdo un viaje a Londres en el que me compré ejemplares de The Face y New Sounds New Styles. De la segunda sacamos dos fotos que fueron portada para el fanzine. En ese viaje también me compré el suéter de Fame. Llevar un suéter de una serie de televisión tan popular era lo menos cool del mundo, así que me lo compré.
Recuerdo lo bien que nos trataban los sellos independientes. Para ellos, los fanzines eran el medio de comunicación escrito perfecto. Fue la primera vez que recibí discos promocionales. Que me diesen discos que me gustaban tanto y no tuviera que pagar por ellos me hacía sentir muy especial.
Recuerdo una entrevista con Glutamato Ye-yé en casa de Patacho y Ramón Recio. Faltaba Iñaki Fernández, que estaba en la mili. También entrevisté a Gabinete Caligari sin Jaime Urrutia porque también estaba en la mili. Me especialicé en entrevistar a grupos con el cantante haciendo el servicio militar.
Recuerdo un concierto de Glamour en la Discoteca El Chorrillo de Cullera y de una foto que hice a Adolfo Barberá maquillándose mientras Marina Arnal de Betty Troupe le sostenía un espejito. Siempre pensé que era un momento muy glam.
Recuerdo ir camino a Rock-Ola con Ángel Aparicio y Óscar Ruíz, que por aquel entonces trabajaban en Hispavox, pero ya planeaban montar el sello independiente Dos Rombos. Íbamos en el coche de un tipo al que me acaban de presentar. Se referían a él como Johnny. Óscar me dijo luego que era Johnny Dapena, de Ana y Johnny, y productor de Coz.
Recuerdo entrevistar a Derribos Arias en el bar del local de ensayos Tablada 25. Yo llevaba el suéter con el logo de la serie Fame. La entrevista fue algo accidentada. Siempre me pregunté si el suéter los llevó a ponérmelo más difícil.
Recuerdo entrevistar a Radio Futura en su local de ensayo, creo que era en el barrio del Pilar. Eran muy amables, muy cercanos. Les hice fotos para el fanzine. Santiago Auserón se ofreció a darme un relato para que lo publicara. El día que el grupo recibió la carta de libertad de Hispavox yo estaba en su casa, no recuerdo el motivo.
Recuerdo quedar con Hilario Cortell y Paquito Matallín -que entonces formaban parte de Esgrima- y hacerles fotos por el centro de València en plena noche. Nunca aspiré a ser fotógrafo profesional, pero me gustaba hacer fotos. Hay una de Hilario sentado ante la cristalera de una tienda de muñecas de la que estoy muy orgulloso.
Recuerdo a Fabio McNamara recitando mi traducción de la letra de ‘Butcher baby’ de Plasmatics mientras sostenía un ejemplar de Estricnina. Fue en una de las aulas de la Escuela de Caminos, después de que Alaska y los Pegamoides dieran uno de sus últimos conciertos en Madrid. La foto de Nacho Canut que ilustra este texto fue tomada esa tarde.
Recuerdo entrevistar a Pedro Almodóvar en el Vips de López de Hoyos. Cuando hablaba de canciones que formaban el repertorio de Almodóvar & McNamara, las cantaba a capella para la grabadora.
Recuerdo la ilusión que me hizo que Eduardo Benavente mencionara Estricnina cuando le preguntaron qué fanzines leía en una entrevista que le hicieron para Rock Espezial.
Recuerdo la frustración que fue no poder viajar a Madrid para ver la exposición de Warhol en la Galería Vijande. El fotógrafo Gorka de Dúo, que estuvo con él durante su visita, me dio algunos contactos en papel para que lo usara en el fanzine. Muchos años después se enfadó conmigo por algo relacionado con el libro Alaska y otras historias de la movida que no debió gustarle.
Recuerdo planear un disco de nuevos grupos valencianos para que lo sacara Dos Rombos. En él incluiríamos un par de canciones mías, porque en aquella época yo también quería cantar y hacer música. Afortunadamente, la mili impidió que hiciese el ridículo.
Recuerdo entrevistar a Carlos Berlanga cuando estaban preparando las maquetas de Deseo carnal. Él ya había terminado la mili y a mí aún me quedaban cinco meses. Cuando escuché la cinta me di cuenta de que apenas le había dejado hablar. La mili impidió que hiciese el ridículo peor también me descentró mucho.
Recuerdo entrevistar a Paloma Chamorro en su casa de la calle Castelló. Era un domingo por la tarde. Con ella estaban Rubi y alguien más. Casi veinte años después volví a hablar con ella en aquel salón, para el libro Alaska y otras historias de la movida. Unos meses después de aquel encuentro, volví a verla en el entierro de Carlos Berlanga, casi escondida bajo un paraguas y una expresión entre ausente e inconsolable.