Pétalos de papel (Molino, 2022) es la última novela de las escritoras Iria G. Parente y Selene M. Pascual. Una obra de literatura fantástica juvenil que han recuperado una década después de empezar a escribir juntas
VALÈNCIA. Escribir a cuatro manos podría parecer una auténtica odisea para mucha gente, pero no para Iria G. Parente (Madrid, 1993) y Selene M. Pascual (Vigo, 1989). Ellas llevan cerca de una década creando historias de literatura juvenil de esta forma (cuentan en su haber con más de 20 obras publicadas) y todo apunta a que seguirán haciéndolo por mucho tiempo más.
Pero 10 años también es una cifra importante: significativa. Quizá por eso este ha sido el momento, y no otro, para recuperar la primera historia que escribieron juntas, Pétalos de papel, y reescribirla ahora con todos los aprendizajes adquiridos en el camino. Una historia que nos habla de Dani, una joven que un día cae dentro de un libro y aparece en Albión, un mundo tan fantástico como aterrador, y que también supone una oda a la creación, la lectura y la literatura.
-Pétalos de papel es la primera historia que escribisteis juntas, una andadura que arrancó en 2012. ¿Por qué decidís ahora darle una segunda oportunidad a la historia y reescribirla?
Selene: En realidad, empezamos a escribirla como un juego. Yo tenía la historia empezada, apenas dos capítulos. Iria se los leyó y le supieron a poco. Empezó a preguntarme: «¿Y para cuándo más?». Al final me harté y le dije: «Pues si realmente quieres leerla, escríbela tú». Y ella se lo tomó como un reto.
Iria: Así fue. Escribí un capítulo, se lo pasé; ella escribió el siguiente, me lo pasó… Y así fue cómo terminamos la novela la primera vez. ¿Qué pasa? Que cuando volvemos a esta novela, 10 años después, vemos que es un caos. Se nota que eran dos personas jugando con una idea de base buena, pero que no habíamos sabido desarrollar. Siempre habíamos sentido que nunca habíamos llevado esta historia a todo lo que podía haber sido. Teníamos una deuda con ella y con nosotras mismas. Y por eso decidimos reescribirla por completo.
-¿En qué pensáis que ha cambiado la historia (o habéis cambiado vosotras) en esta década?
Selene: El cambio es a todos los niveles. En estos 10 años hemos escrito muchísimo, hemos publicado muchísimo, hemos mejorado. Ahora tenemos las herramientas necesarias para poder escribir una historia como Pétalos de papel, con lógica, con la estructura base adecuada para sostenerla. En ese momento lo hacíamos para pasárnoslo bien, no teníamos ambición de que llegara a nada: solo queríamos verla terminada. No sabíamos cómo hacer un equilibrio entre escribir y hacer diálogos, por ejemplo. Ni cómo llevar una trama. Nos cansábamos de una y pasábamos a otra, sin ningún tipo de explicación ni nada.
Iria: Luego, obviamente, ideológicamente 10 años pasan por todo el mundo: también por nosotras. Sobre todo porque han sido 10 años muy interesantes y convulsos a nivel social: con movimientos de avance social bastante importantes, como la representación LGBT, el feminismo, la diversidad… a todos los niveles.
Hace 10 años yo era una persona que pese a pertenecer al colectivo y estar relativamente fuera del armario, no sabía que pudiera contar mis propias historias: mi realidad como persona LGBT. Al fin y al cabo, no había nada a mi alrededor que me dijera que podía haber historias de ese tipo, menos todavía historias que pudieran triunfar. Si comparas la Pétalos de papel de ahora con la de hace 10 años se ve un cambio moral e ideológico.
-¿Cómo ha cambiado también la forma de dar a conocer las historias que escribís? Dicho de otra forma, ¿cómo os lleváis con las redes sociales o hasta qué punto pensáis que son cruciales para el oficio de escribir?
Iria: Sin las redes sociales no seríamos ahora escritoras, eso lo tengo bastante claro. Nosotras decidimos empezar a difundir esta historia a través de un blog, y a través de las redes sociales que había entonces, que evidentemente no estaban tan presentes como ahora, pero Twitter empezaba a tener bastante importancia, estábamos también en Facebook (ahora ya no)… Me acuerdo también de Tuenti, aunque no nos movimos por ahí con esta historia, pero sobre todo fueron vitales y superimportantes los blogs.
La cantidad de gente que difundió la historia haciendo reseñas, comentando online lo que le había parecido… si nosotras no hubiéramos partido de ahí, no hubiéramos tenido esa comunidad online, a día de hoy no estaríamos publicando. Fue esa historia autopublicada en un blog lo que llamó la atención a las editoriales. Y ahora decimos que era mala, pero la realidad es que gustó a mucha gente. Así que las redes sociales son importantes, para nosotras siempre lo han sido, les debemos mucho.
Y especialmente si hablamos de literatura juvenil: ahí es fundamental estar en redes sociales. Hay que encontrar los canales de recomendación para que se genere interés por un libro e, insisto, especialmente en este género. Ahora, por ejemplo, es clave TikTok, que concretamente en literatura juvenil está fomentando que libros que llevaban años publicados tengan algún repunte en ventas. Eso es lo que consiguen las redes. Y no solo las redes como herramienta, sino la comunidad lectora; una comunidad a la que deberíamos darle más importancia y más crédito, porque sin lectores los libros no funcionan. Son los lectores, la comunidad orgánica que se genera a través de un libro y la conversación natural lo que realmente ayuda a que los libros se sigan moviendo.
-¿Cómo es el proceso creativo de escribir a cuatro manos?
Selene: Escribir a cuatro manos es como cualquier trabajo en equipo en el que se dividen las funciones para poder crear algo. Somos dos las que escribimos, las que editamos… y nos repartimos el trabajo para que sea lo más justo posible, lo más 50% posible. Ahora, en este momento, partimos siempre de una idea conjunta que tratamos de desarrollar al máximo posible. La comunicación es muy importante para marcarnos unos objetivos: qué queremos hacer, qué mensaje queremos dar, cómo queremos que sean los protagonistas o por dónde queremos que vaya la trama.
A partir de ahí nos gusta dejarnos llevar la historia, pero tenemos claro que para trabajar en equipo hay una cosa clara: el ego no existe. Nosotras debemos buscar el bien de la historia. Mucha gente nos pregunta que cómo no nos matamos. Es difícil trabajar de esta manera y no querer imponer tus propias peticiones sobre la historia. Y lo cierto es que al final se trata de comprometerse. Las dos damos ideas, las dos defendemos porque consideramos que nuestra idea es mejor; pero al final hay que tomar las decisiones que sean más beneficiosas para la historia, no para nosotras, y para llegar al lugar donde queremos llegar.
-La idea de una persona que cae en un mundo fantástico, como sucede en Pétalos de papel, no es exactamente nueva, ¿dónde pensáis que está vuestro aporte o interpretación especial en este tema?
Iria: Pétalos de papel quiere utilizar precisamente ese concepto para hablar de la creación y la literatura en sí mismas. Del poder que tienen los libros y el poder que tiene la lectura. Todas hemos soñado con meternos dentro de un libro, luego a lo mejor nos lo hemos pensado mejor («quizá habría muerto al minuto 2 de llegar») [ríe], pero es algo con lo que todas las personas que amamos la lectura hemos fantaseado alguna vez.
Era partir de ese deseo general, recurrente, para hablar de que cuando lees de alguna manera viajas; cuando escribes, de alguna manera creas algo que puede tener vida, aunque sea en papel. Más allá de lo literario y de la creación, es un libro que también habla sobre la memoria y el recuerdo. De cómo no somos ni más ni menos que las cosas que vivimos, y cómo, o hasta qué punto, puedes seguir siendo tú mismo si estás condenado al olvido.
El recurso de una persona que cae en otro mundo efectivamente ha sido muy usado, pero nunca nos vamos a cansar de él, ni de leerlo ni de escribirlo, porque es lo que nos gustaría que nos pasara a todo el mundo.
-Y, en esta línea, ¿existe la originalidad en la literatura juvenil o fantástica, o pensáis que al final vamos reciclando las referencias con las que contamos? En vuestras obras hay influencia de la mitología griega; habéis reescrito Ana de las Tejas Verdes en vuestro libro Anne sin filtros…
Selene: La originalidad es un concepto muy difícil de definir. Creo que a día de hoy todo se ha escrito en cualquier género y dedicado a cualquier público. Todas las historias al final nos van a recordar a otras. Pero creo que eso es maravilloso: el hecho de que un lector pueda coger un libro y hacerse un mapa mental de todos los libros que se parecen a ese, o tienen detalles compartidos aunque no sean los mismos.
Estoy segura de que cualquier escritor coge un libro como Ana de las Tejas Verdes y lo reescribe, y la persona de al lado hace lo mismo… y serían, aun así, dos libros completamente diferentes. Esa es la magia de la creación. Cada autor deja un poco de sí mismo en cada página que escribe. Por eso dos libros nunca van a ser iguales (a no ser que a propósito quieras copiarlo).
Iria: La originalidad reside en cómo cuentas una historia: en cómo la haces tuya. Realmente no hemos dejado de hablar de los mismos temas desde que el mundo es mundo: amor, muerte, pérdida… quizá ahora somos más conscientes de ello: «Quiero una historia de enemigos que sean amantes» o «quiero una historia de amigos que sean amantes»; todos esos conceptos son absolutamente diferentes dependiendo de cómo los trates o dependiendo de cómo decidas contar la historia. Eso es lo que hará que sea diferente. Al final la originalidad es cómo mezclas todos los recursos que tienes a tu alcance.
-En Pétalos de papel también asistimos a relaciones no heteronormativas entre varios personajes, ¿creéis que hay mayor visibilidad sobre estas cuestiones ahora?
Iria: Por supuesto. Cuando yo tenía 16 años no tenía referentes, nada en lo que poder apoyarme. Y la poca representación que había era catastrófica. El referente español más claro era cómo terminaba el personaje de Fer en Física o química. Esa era la tónica habitual: o terminábamos muertos, o separados del amor de nuestra vida… no podíamos tener una representación sana, feliz y sencilla.
Llegó un momento, en 2016, en que decidimos hacer la primera historia con un romance principal, protagonista, entre dos chicos. Antes ya habíamos hecho menciones de pasada, sutiles, o mediante personajes secundarios… pero a partir de ahí decidimos que los protagonistas también podían ser LGBT, que no teníamos por qué ajustarnos a la heteronorma. Y a partir de ahí siempre ha habido protagonistas del colectivo. Nosotras mismas hubiéramos querido tener ese tipo de representación: consumir esas historias. Y ahora es tan sencillo como que escribimos lo que nos hubiera gustado leer. Ni más ni menos.
Selene: Es cierto que en los últimos años se ha visto en general más representación de todo tipo. Lo bueno es que los editores se han dado cuenta de que hay un nicho de mercado.
Iria: Aunque el problema también es considerarnos un nicho, quiero decir, que son historias que pueden ser para el público general. Igual que hubo un boom de historias sobre feminismo y parecía que solo lo podían consumir las mujeres. Pues no. Las historias LGBT no son solo para personas LGBT. Esa es como la siguiente lucha.
Al mismo tiempo, esa lucha activa hay mucha gente que la da por ganada, gente que dice que hay representación en todas partes. Y es mentira. La lucha avanza, obviamente, pero cuando la gente da por conseguidas las cosas… en fin, precaución.
Selene: Cuando ganas unos derechos, tienes que ser muy consciente de que te los pueden quitar de la noche a la mañana. En Estados Unidos, hubo un boom hace unos años de historias LGBTI, y en este momento están en una auténtica cruzada por conservarlas porque se han intentado silenciar. Parece que todo está hecho, pero queda mucho.
Iria: Selene hablaba de Estados Unidos… pero el año pasado asistimos a una censura en nuestro país con libros LGBT. Eso en concreto se resolvió (por suerte), pero son cosas que siguen sucediendo.
-¿Cómo veis el actual panorama de la literatura juvenil?
Iria: Es una pregunta muy difícil. Es verdad que hay mucho volumen de publicación, mucha variedad de propuestas. El sector está yendo muy rápido. Quizá el problema que yo veo es esa velocidad que se le pide a la gente, tanto de consumo como de producción. Lo bueno: hay muchas propuestas, espacio para mucha gente… Hay más posibilidades de que una persona encuentre su historia perfecta, o que una persona pueda hacer llegar su historia. Nunca hemos tenido más plataformas (Wattpad, Amazon…) para dar a conocer nuestras historias sin tener que pasar, por ejemplo, por las editoriales.
Por tanto, una de cal y una de arena. Es complicado. En mi opinión es muy momento muy interesante, comparable, de hecho, a uno de los grandes booms que hubo hace 10 o 15 años con toda la moda de Crepúsculo, Los juegos del hambre, Bajo la misma estrella… un gran momento para la literatura juvenil en que se produjeron una gran cantidad de libros. Y libros que movían a mucha gente.
Fenómenos que consideramos clásicos como Los juegos del hambre o Crepúsculo, al margen de tu opinión personal sobre ellos, son historia de la literatura infantil y juvenil: esto es así. Lo que hizo que esos libros perdurasen fue una gran comunidad, y también las adaptaciones cinematográficas, que les ayudaron… pues estamos ahí casi. Con mucho contenido, con muchas opciones.
Selene: Algunos libros que despuntan se pueden convertir en éxito, pero otros, claro, se pierden por el camino. Salió hace poco un dato que decía que la mayoría de los libros venden menos de 500 ejemplares, que a veces hay libros que venden 50 ejemplares y ya están fuera del mercado.
Los lectores no dan abasto, nos lo dicen: «Hay demasiados libros y yo tengo tan poco tiempo…». Eso también afecta a las autoras que están escribiendo, que a veces sienten que quizá han trabajado mucho en una obra pero luego, al mes, no se ve en ninguna parte; o que tienen que escribir más rápido, porque parece que si no se van a olvidar de ellas porque hay demasiados nombres… Al final ese consumo tan rápido también tiene efectos negativos. Y algunos no se ven, pero están ahí.