En L'Écume des jours, la novela más célebre de Boris Vian, Colin le muestra a su amigo Chick un artilugio que ha inventado llamado piano-cocktail: un instrumento musical que a través de una serie de mecanismos, poleas y engranajes es capaz de asignar un alcohol, un licor o un aroma a cada nota, pedal o sordina tocadas.
Así como definir la cantidad exacta de los mismos dependiendo del tempo, el ritmo y la melodía de la canción. En definitiva, el piano-cocktail inventado por Colin es un instrumento musical capaz de elaborar un cocktail único según la canción que suene en el piano. Sublime.
A pesar de ser una idea maravillosa sería prácticamente imposible que funcionara en Valencia, ciudad en la que, dicho sea con un punto amargo de angostura, las escasas aventuras cocteleras que se han intentado en los últimos años, como explicaba Jesús Terrés hace unos meses aquí, no han terminado de funcionar. Esperemos que L’Hort al Nú Cocktails & Lounge suponga un punto de inflexión y ayude a consolidar un modelo que (de una por todas) vaya un poco más allá de la "cervecita fresquita en la terracita con unas papitas de bolsita y unas olivitas”.
Pichoncitos asaditos con su salsita, sobre su camita de patatitas y verduritas rehogaditas, cervecitas bien fresquitas, parejita ¿queréis esa mesita?…En serio: ¡Parad! No resulta amable, ni familiar, ni mucho menos elegante. Va, que no es difícil: mesita de noche, mesa para dos y mesón, bar, tasca y restorán con chuletón al punto. Imbatible. Sí. Siempre. A veces me sale el hermano del cónyuge que llevo dentro. Perdón.
Donde el piano-cocktail sí funcionaría como un tiro es en Inglaterra. Para los ingleses siempre es buen momento para levantar el codo rodeados de música. No hay más que ver cualquier karaoke-bar de la Marina Baixa para dar buena cuenta de ello. Ambientes llenos de guiris rojos como una gamba de Dénia cantando C'mon Eileen, Wonderwall, Don’t go Breaking My Heart o I Will Survive mientras agarran el micro con una mano y con la otra sujetan una copa. Bien sea un cocktail, una cerveza, un vino, una sidra, o todas a la vez.
Su cultura del bebercio no es excesivamente selectiva, ni especialmente sofisticada, ni tan siquiera culturalmente diferencial. Digamos que tienen una actitud relajada con el alcohol: básicamente beben de todo, todo el tiempo y hasta desvanecerse. Sin embargo, en la cuestión del papeo y del copeo también son muy tradicionales y siguen como nadie los protocolos temporales: full english breakfast, elevenses, brunch, appetisers, lunch, meal, tea time, happy hour, one for the road, sunday roast, beef monday pie… Y cuando llegan los acontecimientos sociales del estío inglés: Wimbledon, Ascot, las regatas del Thames, The Chelsea Flower Show o Polo in the Park suelen seguir los mismos protocolos pero con una vaso de Pimm’s Cup en la mano: It’s Pimm’s o’clock, darling!
La summer cup, es un combinado preparado especialmente para gestionar el tiempo. Su origen data de 1823, cuando James Pimm, un pequeño propietario de un Oyster Bar cercano a Bank en la city londinense, ofrecía el “tónico milagroso” Pimm’s Nº1 como remedio para las digestiones pesadas. Posteriormente y tras su popularización all around Londres, el tónico se convirtió en destilado. La bebida, que tiene como base la ginebra, era un tanto fuerte y el avispado mesero, que necesitaba que los parroquianos aguantaran hasta el cierre bebiendo sin parar o tendría que cerrar el bar, ideó la copa Pimm, rebajando así la cantidad de alcohol de la bebida original.
Este combinado, similar a nuestra sangría conceptualmente, es el resultado de mezclar 1/3 de Pimm’s Nº1 (un elixir a base de ginebra mezclado con ingredientes botánicos amargos y especiados) con 2/3 de ginger ale, limonada o soda water, hielo picado y una base de pepino, naranjas, fresas y hojas de menta. La Summer Cup, o directamente Pimm’s, es para los ingleses como el Mónaco (cerveza rubia, sirope de granadina y gaseosa) para los franceses. Un trago ligero, de baja graduación alcohólica, efervescente y eminentemente social.
Pimm’s es la bebida del verano que fue. De la decadente, elegante y flemática pérfida albión. Del afectado acento del Oxford más preppy. Del blazer navy, el pantalón de lino blanco y el canotier de paja. De las novelas de Sharpe y la clase social prominente snob y excéntrica. De la ausencia de mácula y la tibieza de la piel. El verano de las casas de campo en los condados de Sussex, Kent o Dorset y de la luz del atardecer bajo el sol de la campiña. Es la bebida del picnic sobre un mantel de cuadros vichy azules, con chacinas, quesos de Gloucestershire, Blue Stilton y Lincolnshire Poacher y emparedados de egg and cress cheese o ham and mustard. También es el baño desnudo en el Bude Sea Pool de Cornwall y el paseo a media tarde por el Brighton Palace Pier, Anthony Hopkins en Lo que queda del día o Jean Marsh en Upstairs, Downstairs. Pimm’s es el cocktail del verano inglés. Un cocktail que sabe como la espuma de los días y suena como una luz que nunca se apaga.