La hasta ahora directora artística del IVAM, la dimitida Nuria Enguita, posee un currículo brillante: sirva como ejemplo que fue comisaria de tres bienales, Frankfurt, Medellín y Sao Paulo. O máxima responsable de la Fundación Tapiès en Barcelona. Lo destacaba el otro día la edición regional de La Vanguardia en una entrevista a Enguita con motivo del 35 cumpleaños del IVAM, a cuya dirección artística accedió por concurso en septiembre de 2020: “Vuelve a ser referencia del arte contemporáneo”, afirmaba en el citado medio. 17 de febrero. Al día siguiente, 18 de febrero, El Español lanza una bomba de relojería: la donación por parte de nuestra protagonista de dos fincas rústicas a la Fundación de Vicent Todolí, el mismo que participó en el jurado que la seleccionó en 2020. Todolí, un tótem internacional del arte contemporáneo, el mismo que que dirigió la Tate de Londres, y antes la Fundación de Serralves en Oporto, y antes el propio IVAM. También ha sido un Gran Padrino de Enguita, además de amigo personal. ¿Recompensó Enguita a Todolí por los favores prestados? Es bastante más complejo que eso.
Todolí lanza un comunicado el pasado viernes, 23 de febrero, y va y se pega un tiro en el pie. Con argumentos tan vacuos como el de diferenciar su persona de la Fundación que lleva su nombre (Todolí Citrus) volcada en rescatar la agricultura tradicional en el Vall de la Gallinera. Limones y mermeladas. Se pega un tiro en el pie porque lo que confirma es que Enguita forma parte del selecto club de amigos , de la “chupipandi filántrópica” (más de una veintena de artistas y habilitados) con conciencia social y con una causa noble, no lo digo de coña ojo: salvemos el Vall de la Gallinera de los depredaradores urbanísticos.
¿Influyó Todolí en la selección de Enguita en un jurado de ilustres como Borja-Villel o el director del Centro Pompidou de París? No me cabe la menor duda. ¿Enguita le pagó el favor con la donación de dos secarrales? No creo. Simplemente eran de la “chupipandi.” Y eso no hace más que denotar cierto tufo de endogamia en los círculos culturales de alto copete. Endogamia o corporativismo férreo con un punto clientelar. Los divos tienen sus preferencias, las potencian, y pisan callos. Pero eso pasa en toda España, de ahí que la asociación de directores de instituciones de arte contemporáneo (ADACE) haya salido en férrea defensa de Enguita. Todo es matizable, por supuesto. No sabemos nada de la asociación de críticos y comisarios de arte de la Comunitat.
Enguita, antes del IVAM, fue la directora de Bombas Gens, de la Fundación Por al Amor al Arte, a la vez que Todolí era asesor de la colección artística de la entidad. Por tanto eran compañeros de trabajo. Motivo más que suficiente para que Todolí se hubiera abstenido en 2020 de formar parte del jurado en el IVAM. Por mucho menos se recurren jurados en los procesos de selección en este tipo de concursos que se instauraron en aras al código de buenas prácticas, y en aras también en que los gestores culturales tengan un contrato de más de 4 años (lo que dura una legislatura) para no verse con una mano delante y otra detrás cuando hay cambios de gobierno: es lo que le ha pasado a José Luis Pérez Pont como director del Consorcio de Museos de la Generalitat y director del centro de producción y exhibición de cultura contemporánea de El Carmen. Y a Abel Guarinos en el Instituto Valenciano de Cultura (incluidos sus tres subdirectores).
Lo dije hace tres artículos: el conseller de Cultura, Vicente Barrera (Vox), no va a dejar a ningún “rojo” en las instituciones culturales. Vox lo tiene claro, aquí y en Katmandú. A la “izquierda del caviar”, ni agua. Del caviar o de sardina en lata. Caza mayor. Tengo dudas con lo de los concursos porque suelen salir elegidos los que están bendecidos por el poder de turno... pero eso es otro asunto.
Lo que le falla estrepisomanete a Vox es la falta de elegancia: filtrar a El Español, con amenaza de acudir a Fiscalía, un trapicheo (quiero pensar que banal) entre Enguita y Todolí. Se procede a un despido improcedente, indemnizando a la expulsada, y ya está. Hubiera bramado la izquierda cultural, o el mundillo de la cultura, pero un poquito menos. Es la misma inelegancia que cuando se cebaron contra Pérez Pont, personaje que elevó El Carmen a las máximas cuotas de dinamismo y experimentación, además de un puesto top en conseguir y reunir a públicos muy diversos.
Lo realmente alarmante en este asunto es el futuro del propio IVAM como centro de exhibición, y un poco de producción, de arte contemporáneo. Una institución impulsada por Joan Lerma hace más de tres décadas con el inestimable apoyo de Tomás Llorens, otro tótem, y con una etapa dorada en los años de la siempre recordada y admirada Carmen Alborch. El fin era no era otro que proyectar una imagen de València, y de la Comunitat, menos horchatera, menos casposa, y romper con el hiper-monopolio estético de Sorolla: el enorme genio que retrató una especie de paraíso, el Levante Feliz, con un tiempo estático y bucólico. Había un fin político evidentemente: València también es dinamismo y vanguardia. Por eso la puesta en marcha del IVAM fue un hito.
El PP, puso a gente muy distinguida y cualificada en la dirección: Juan Manuel Bonet y Kosme de Barañano... hasta que la cagaron con Consuelo Císcar, procesada y condenada por trapichear en favor de su hijo artista con exposiciones en el sudeste asiático. Y más trapos sucios.
¿Y que va a hacer la extrema derecha con el IVAM? Dicho de otro modo: ¿Qué va a hacer o dejar hacer el presidente de la Generalitat Carlos Mazón?
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