VALÈNCIA. De las finanzas a escritor. Javier Castillo vio convertida el año pasado “la pasión de toda su vida” en profesión. Y es que hasta agosto del 2017 trabajaba como asesor de finanzas. Un oficio que tuvo que dejar después de vender más de 100.000 ejemplares con su primera novela El día que se perdió la cordura. Su comienzo como el de muchos escritores: la autoedición. Castillo decidió colgar su libro en Amazon, y tras estar en la zona de novedades de la misma, pasó velozmente a la lista de las diez obras más vendidas en Kindle. “Lo subí y me olvidé de todo. Pero cuando entré a mi cuenta de Twitter -que no gastaba- vi que tenía más de mil seguidores. Fue un buen momento. Lo hago queriendo y no me sale”. Ahora presenta la segunda parte- y última- de una trama de género negro, marcada por el suspense, el destino y los límites del amor.
“Quería reflejar qué ocurre cuando pierdes a una pareja, a un familiar… y como esa misma pérdida de cordura hace que seas capaz de hacer todo por amor.” La trama arranca un 14 de diciembre de 2014 en las instalaciones del FBI de Nueva York con la llegada de una joven completamente desnuda con varias notas amarillentas en la mano. Una lista que dice presagiar la muerte de cientos de personas. Según explica el autor a Valencia Plaza, los primeros capítulos empiezan de una forma “tan lírica y frenética”, con “continuos giros” que hacen que “no veas con certeza a qué se refiere el título de la trama”. Sin embargo, “cuando llegas al final, no podrás ver otro”. Fanático de ese mismo suspense, Javier Castillo juega con la psicología y la ambigüedad entré lo que piensas que va a ocurrir y lo que realmente va a pasar. “Me gusta que no entiendas nada hasta que tengas todo el puzzle completado”.
Castillo fue conocido por un tiempo como “el chico del tren”, un apelativo que más que referirse a la novela de Paula Hawkins, le servía por haber escrito su historia en un cercanías entre Fuengirola y Málaga. El trayecto de hora y media- entre ida y vuelta- le permitió compaginar la escritura con las finanzas en un año y medio. Más extraño que el continente sería el contenido. El escritor empezó a redactar después de haber despertado de un sueño en el que aparecía un hombre desnudo con una cabeza entre sus manos- escena que da comienza a toda la obra. Ahora, con El día que se perdió el amor (editorial Suma de letras) da por terminadas todas las incógnitas. Una última parte que, según confiesa, iba a ser la siguiente parte de una trilogía: “planifiqué la publicación de tres libros. El segundo se iba a centrar en el personaje de Clara durante su estancia en el convento y la tercera en las investigaciones del inspector Bowring.” No obstante, descartó su idea “por ser honesto con la gente”, para así “hacer un texto mejor” y para que “no se comprasen tres volúmenes”.
Con la premisa de que “el amor cambia la vida porque la mejora, y la muerte también porque la termina”, Castillo escribe una trama de amor y dolor, bajo un relato rápido de capítulos cortos. Los saltos entre los distintos crímenes y subtramas es constante. Lo bueno, su sencillez para poder seguirlo. Cada capítulo empezará con el nombre de Bowring, Clara, Jacob, Amanda o Steven, los principales personajes de la trama. Así, cuando veas el título no hay sorpresas, continuarás con la historia en la que éste se enmarca. Muchas veces se alternan, algunas un mismo personaje tendrá dos capítulos seguidos. No importa. Todo lleva la Gran Manzana, a las salas de una comisaría o a los escondites de una siniestra comunidad secreta. Pero, además, el destino es el que realmente hace girar sus páginas. Los pápeles y la chica que se presenta en las oficinas del FBI, ella enseña “que el destino está escrito” y llega “para cambiarlo o para hacer ver que no se puede cambiar”.
"Crítica mordaz" a los juicios paralelos
El inspector Bowring es el personaje nuevo de esta novela y como Castillo apunta, “aparece como pieza clave del puzzle”. Un señor, que jugando en su nombre con la palabra inglesa ‘boring’ (de aburrido), no tiene más aspiraciones en la vida que coleccionar sellos o revistas. Rehúye de los casos complicados y sin embargo, se verá envuelto en el más importante de su vida. Además, “empieza a retomar un caso del pasado que se le complicó mucho”. Así, sin quererlo, Bowring “hace que la historia anterior cobre sentido”. La trama sirve a su vez como una “crítica mordaz” a los juicios paralelos que muchas veces se crean entre los despachos de la policía y la televisión, sin ser conscientes de “la trascendencia de los casos”.
Pero para el creador de El día que se perdió el amor, la protagonista es ella, Clara. Una niña de seis años en la primera novela, y de dieciséis en la segunda parte. “Cuando escribía la obra, Clara era el único personaje protagonista que pensé para la historia”. “Ella tiene magia, ilusión y da esperanza a la trama”.
"En la serie haremos una adaptación para que sea fácilmente trasladable a España"
Javier Castillo ya prepara un siguiente libro, con el cual continúa su afán por la novela negra de suspense, pero donde dejará “el ala mágica” de las actuales para pasar a un espacio “más realista”. A su vez, en septiembre el escritor malagueño firmó los derechos de producción para una serie de televisión, de la que todavía no se puede dar el nombre de la productora, pero que según cuenta a Valencia Plaza “es de las grades”. Además, deja claro que él va a estar cerca “supervisando” para asegurarse de “que toda la trama encaja fielmente”. Lo que sí avanza es que no podrá ser grabada en Nueva York, “haremos una mini adaptación para que sea fácilmente trasladable a España”. “Estoy convencido de que va a salir algo bueno porque la historia se presta mucho al enganche y a la puesta en escena”.