VALÈNCIA. Para Javier de la Asunción (Ontinyent, 1995) el baile es una forma de vivir. Aunque desde hace tiempo trabaja en Madrid, en estos días se le ha podido ver en el Teatre Rialto de València, donde ha bailado en el Averno, candidato a mejor espectáculo en los Premios Max y por el que recibió una nominación a Mejor intérprete masculino de danza en los Premios Talía, galardón que recayó anoche finalmente en David Coria.
En esta bajada "a los infiernos”, de la mano al coreógrafo Mario Bermúdez, ha aprendido sobre “la insistencia en el trabajo y la cualidad del movimiento". También a llevar a su cuerpo a todo tipo de límites, como ha hecho con otros coreógrafos como Iván Pérez, Gustavo Ramirez y Ohad Naharin, entre otros. Como buen reflejo de los de su generación, Javier “no solo baila”, pues también forma parte del Colectivo Banquet, compañía de la que es co-creador, de la compañía de Jesús Benzal y de Marcat Dance. Sobre el movimiento, la industria y las bambalinas, habla Javier de la Asunción con Culturplaza.
-¿Cómo has vivido la nominación a los Talía?
-Como una alegría enorme, con mucha euforia. Para mí esta nominación es una motivación, aunque siento que los premios tienen una doble vertiente: por un lado está el premio y por otro las puertas que te abre. Muchas veces los galardones permiten que entres en nuevos círculos y te llamen más.
-Hablaba con Mario Bermúdez sobre cómo Averno fue para él una bajada a sus infiernos personales, por tener una compañía que "sacar a flote" en un momento en el que la danza no está en su mejor momento, ¿cómo lo vives tú como bailarín?
-La danza se ve como un dispositivo artístico pero no deja de ser una gran industria, una empresa y un producto. Es algo que vemos como artístico y que trasciende en nuestros cuerpos, la danza es algo que conmueve al espectador pero no deja de ser una empresa que contrata a los intérpretes y que se gestiona por creadores y directores.
-Esta situación luego hay que subirla al escenario.
-En Averno trabajamos con una pieza por la que pasamos por diferentes fases y evoluciones, es un ritmo muy intenso que se traduce con nuestra emoción y nuestro estado físico. Hay una evolución y un ritmo muy intenso en el que nos vamos desgastando, se nos acelera la respiración y el sudor nos empapa, también va cambiando el vestuario y la iluminación.
-¿Cómo vives el infierno “burocrático” y de los procesos?
-Bueno, para m ese agobio se puede llevar al movimiento y creo que nos liberamos de este cuando lo transitamos sobre el escenario. Mario nos habló de su situación respecto a la danza para que nosotros lo expresáramos a través de nuestra interpretación.
-¿Y cómo llevas ese infierno a nivel personal?
-A nivel del “yo”, como mi empresa y desde mi propia individualidad, creo que como trabajador tengo que estar siempre en movimiento y en diferentes proyectos. Desafortunadamente, la danza está todavía en un momento muy precario y tengo que estar en cuatro compañías a la vez, con cuatro piezas girando y adaptando fechas y bolos para seguir viviendo de esto.
-La directora del Dansa València, María José Mora, conversaba con Culturplaza sobre la importancia de “realizar menos producciones pero poder atenderlas de mejor manera” desde el Institut Valencià de Cultura, para darle más cuidado al detalle. ¿Qué opinas de esto como bailarín?
-Primero quiero recalcar que pienso que María José Mora está haciendo una labor excelente por acercar la danza al público de una manera diferente tanto en la calle como a través de un programa diverso. En cuanto a tu pregunta te tengo que decir que los bailarines nunca nos quejaremos de tener muchos bolos, aunque sea complicado agendarse. Sí que es verdad que desde las instituciones tiene que existir un cuidado pero también es importante que las compañías sepan autogestionarse. Lo que tienen que cuidar las compañías en todo caso es el presupuesto, de eso sí que dependemos mucho más.
-¿Cómo contemplas la precariedad del sector?
-Depende mucho de qué observemos. Por ejemplo, al ser bailarín hombre me llaman más en comparación con mis compañeras bailarinas… eso es un factor que no depende tanto de mí. Lo que sí que depende de mí es la motivación para bailar e interpretar, hacer grupo y también apostar por moverme.
-¿Cómo te afecta a ti esta precariedad?
-He tenido bastante suerte porque el conservatorio me ha abierto muchas puertas. En mi caso ahora mismo llevo seis años trabajando sin parar y desde que me gradué me comenzaron a salir trabajos. Creo que la clave es hacerlo bien y además estar con mil ojos.
-También saber moverse como compañía, entiendo.
-Claro, como compañía uno tiene que saber cómo escoger un guión, montar un dúo, empezar a hacer el trabajo, grabarlo y enviarlo a convocatorias. Considero que los jóvenes tenemos bastante asumidos esos procesos, y tenemos la motivación para hacer ese trabajo doble. En el mundo de la danza o te mueves mucho o te ahogas, y todos tenemos claro que la motivación es la única manera de entrar y conseguir un trabajo.
-¿Ha cambiado mucho el panorama desde que comenzaste a bailar?
-Cada vez tenemos que saber hacer más cosas. Tenemos que saber cómo acceder a las ayudas, como hacer facturas, cómo coreografiar, distribuir y producir. Si quieres ser bailarín tienes que saber hacer de todo además de bailar y ser tu propio productor. Ahí es tal vez donde entra un poco el apoyo o la ayuda de las instituciones.
-¿Te hubiera gustado estudiar danza en València?
-Yo aposté por el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila (Madrid) porque me lo recomendaron mucho en cuanto a interpretación. Me dijeron que traían coreógrafos y coreógrafas geniales y a mi me apetecía bailar con ellos. De Barcelona me habían dicho que estaba más enfocado a la creación o a la coreografía... Aunque en realidad a mi me apetecía cambiar de ciudad y cambiar de aires.
-¿Notas un gran cambio profesional entre València y Madrid?
-La verdad que no sé comparar Madrid con València porque hace ya muchos años que estoy no estoy aquí. Creo que lo que me llevo de Madrid es poder contactar con nuevos perfiles y gestionar mis proyectos, pero sin mi escuela Master Ballet (en Ontinyent) no estaría donde estoy ahora. Estoy partido entre ambas ciudades.
-¿En qué notas que has mejorado en estos últimos seis años?
-En muchas cosas, he aprendido a ser un bailarín que hace de todo, como casi todos los que me rodean. Además de bailar tengo que ser mi propio productor, tengo que saber venderme y tengo que ser creativo, porque hay que moverse mucho dentro de la precariedad del sector. Cuando las instituciones nos apoyan lo máximo posible nosotros podemos preocuparnos solo de bailar.