VALÈNCIA. El mundo está lleno de bodegones, tantos como manos que los pintan y como jarrones que se prestan a posar como modelos. Este arte, tan popular y antiguo, se presta a una reinterpretación de la mano del artista Javier Ruiz, quien expone Pena y gloria en un paisaje extraño en la galería Tuesday to Friday. Una muestra en la que se atreve a estudiar de nuevo los bodegones y los reduce a un tamaño minúsculo, obligando al visitante a pararse y prestar atención a la obra. Esta acción le lleva a crear cuadros más “delicados y sensibles” en el que el paseo se vuelve más íntimo a través de su obra.
Lejos de la idea de muchos estudiantes de Bellas Artes de desear no volver a tocar un bodegón en su vida lo que logra Ruiz es darle la vuelta a esta práctica artística y conseguir darle un nuevo significado: “Cuando construyo la imagen pienso en figuras que se están moviendo, genero de esta manera una especie de juego con ellos. Me gusta que el espectador se pare a preguntarse qué sucede dentro de ellos”, explica sobre su obra.
El espacio, blanco inmaculado, se presta a una disposición de cuadros de pequeño tamaño en los que Ruiz expone su obra creada a través del collage, con las imágenes que le inspiran: “Yo durante mi proceso creativo voy guardando miles de imágenes que me inspiran, buceo ahí e intento encontrar las imágenes que me atraen. Hablamos de mi trabajo a nivel de conjuntos, respecto a las figuras”, explica. De esta manera elabora un collage de imágenes con el que crea algo nuevo más allá.
Su trabajo, confiesa, se presta también a su ánimo en el momento en el que crea, algo que se puede reflejar tanto en los colores de las flores, de los jarrones como en la disposición de estos y el trazo. De esta forma refleja en sus pinturas el universo que le rodea, capturando a través del óleo una sensación que vive entre la inspiración que brilla en la pantalla de su teléfono y la lectura que realiza de estas imágenes una vez se sienta frente al lienzo.
A su vez esta muestra supone un ejercicio por “reflejar algo bello”, cuenta que su vida se rodea de plantas, en su estudio ha llegado a contar hasta 56 plantas: “Al final esta exposición es una muestra de amor, de cómo construyo con pincel lo que me rodea. También me doy cuenta de cómo estoy anímicamente dependiendo de cómo las imágenes me van saliendo, siento que no es que busque una temática sino que esta me encuentra a mi”, explica. Su proceso creativo se parece más a una especie de “expansión”, ahora mismo contempla que dibuja con mucho color y potencia porque de manera subconsciente se siente más feliz.
De esta forma ordena en ritmo y en el espacio las imágenes pequeñas que son como una especie de ventana a su interior. Para ello combina piezas más pequeñas con algunas medianas, intentando generar un efecto diferente en quien las observa: “Las obras pequeñas para mi son como una “ventanita”, pero las que son más grandes es como si metiera a quien las ve dentro de la obra. En ambos tamaños llevo al espectador por un camino, también pretendo que el espectador se acerque al arte con un tipo de curiosidad concreta”, añade. Esta creación obliga a una visita más pausada, más emocional y lenta… un recorrido en el que revivir y reinterpretar uno de los artes más antiguos.