GRUPO PLAZA

tv en serie

Jessica Jones: las chicas ya no quieren ser princesas

Con una magnífica Krysten Ritter, el estreno del thriller noir de Netflix supone un vuelco al rol femenino de las superheroínas

| 29/05/2016 | 5 min, 38 seg

VALENCIA. Tras Daredevil, Netflix estrenaba el pasado 20 de noviembre la segunda serie de las cinco que producirá junto a la editorial de cómics Marvel. La contundencia por parte de la crítica experta en viñetas no dejaba margen de dudas: es la mejor serie de superhéroes del 2015. Pero ya seamos adeptos al género o no, es de obligado cumplimiento resaltar las cualidades que logran dar un paso adelante en la ficción. Un gran avance para los papeles femeninos, y para el inmenso universo del cómic. La ficción narra las desventuras de la investigadora privada Jessica Jones (Krysten Ritter).

Tras abandonar en el pasado su papel de superheroína debido a una experiencia traumática con su antagonista, el villano Kilgrave (David Tennant), resurge de su escondite para intentar frenar de nuevo a su enemigo. Sin capa ni antifaz, con vaqueros y chupa de cuero, y sin recurrir apenas a sus superpoderes, Jessica Jones protege a su entorno del malvado y destructivo hombre púrpura. Jessica Jones es una chica dura y nada enamoradiza. Suele ahogar sus penas en alcohol o sexo según su estado anímico. El polo opuesto a las clásicas doncellas de cuento.

Lea Plaza al completo en su dispositivo iOS o Android con nuestra app

El zapatito de cristal ahora tiene una etiqueta de Johnny Walker. Porque por mucho que se empeñe Disney, actual propietaria de la editorial Marvel, las niñas ya no quieren ser princesas. Desde que en 1937 se estrenase Blancanieves, la influencia en los papeles femeninos por parte de la segunda compañía de medios de comunicación más grande del mundo ha sido más que evidente.

En la primera mitad del siglo XX existía todavía la segregación escolar por sexos y una baja participación de la mujer en el ámbito profesional. Las chicas de las fantasías Disney eran el espejo de sus coetáneas terrenales de principio de siglo. Han pasado ochenta años y aquellas niñas educadas para ser únicamente esposas y madres se han convertido en mujeres independientes que no quieren saber nada de viejos estereotipos.


— Jessica: «Mis problemas los manejo con whisky». (Jessica Jones)


Todavía hoy Disney mantiene algunos retazos del pasado. Actitudes a menudo incomprensibles que han provocado protestas por parte de sectores de la sociedad norteamericana. El pasado mes de diciembre, por ejemplo, se estrenaba el Episodio VII de la saga StarWars, perteneciente también a la famosa factoría del ratón Mickey. El público fiel al fenómeno Star Wars continúa hoy sin entender por qué el lanzamiento del film dejó fuera de la campaña de merchandising a la Princesa Leia, icono sexual de varias generaciones.

Ni lo intenten. No van a encontrar muñequitas de la hermana de Luke Skywalker. Una estrategia doblemente incomprensible cuando además Disney no está pasando por un buen momento en el parqué. El mes pasado la compañía sufría una fuerte caída en bolsa debido a la situación de sus canales de cable. La cadena deportiva más importante del conglomerado Disney, ESPN, ha perdido más de tres millones de suscriptores el año pasado con la huida de las generaciones más jóvenes a los canales de vídeo bajo demanda... como Netflix.

A partir de aquí es donde Disney ha empezado a mostrar por primera vez su cara B. Reinventarse o morir, no queda más remedio. La incursión en las historietas de Marvel, combinada con el desarrollo de una serie dedicada a una mujer heroína, o antiheroína, o  antisuperheroína, es la estrategia que aporta una respuesta diferente a la actual demanda de contenidos.

— Jessica: «Ser héroe te convierte en un blanco fácil». (Jessica Jones)

Es importante resaltar que Marvel por sí sola no garantiza en absoluto estar libre de pecado, sino que lo acentúa. Tal y como demostró Gail Simone, escritora durante dos años de la exitosa Wonder Woman, también en el mundo de las viñetas ha existido un fuerte sexismo. La creadora de la lista titulada Women in Refrigerators (o Síndrome de la novia en el congelador) enumeró a todas las heroínas que habían sido asesinadas o desposeídas de sus poderes en el mundo del cómic.

Y la lista no paró de crecer. Hasta que Marvel/Disney/Netflix ha aterrizado en el mercado con la intención de cambiar esa tendencia de la mano del fenómeno Jessica Jones. En segundo lugar, hemos dado un paso más en el aspecto argumental.

La serie trata la historia de una protagonista femenina con un fuerte trauma emocional y sexual, otro asunto espinoso dentro del terreno de la ficción televisiva. Jessica recibió en el pasado abusos de su antagonista Kilgrave. El villano la dominó a su antojo tanto física como mentalmente, situación que durante la serie no vemos explícitamente.

No es el primer caso en absoluto de mujer violada en una trama seriéfila. En la cuarta temporada de Juego de Tronos Jaime Lannister abusó de su hermana Cersei, y en la quinta Ramsay Bolton, marido de Sansa Stark, hizo lo propio. Otros títulos como DowntownAbbey, Outlander, The Good Wife o Scandal han tratado también el conflicto del abuso físico de género.

Y en todas ellas queda patente el tremendo shock postraumático para las víctimas. Sin embargo en Jessica Jones se realiza el proceso de deconstrucción del trauma y el personaje vive en cierta manera su particular redención. Su duelo con el villano Kilgrave es a la vez terapéutico. Y por primera vez la víctima de semejante abuso resiste.

— Jessica: «Gran parte de mi trabajo es buscar lo peor de la gente. Y al parecer soy una experta». (Jessica Jones)

Su guionista, Melisa Rosenberg, también está purgando algunas heridas del pasado. Coordinadora de guiones en Dexter y responsable de Crepúsculo, estuvo en el punto de mira con la saga adolescente por la representación de los personajes femeninos. Las mujeres dela serie mostraban una actitud pasiva y sumisa frente a un varón dominante y controlador como lo es Kilgrave. Todo eso se acabó. Jessica Jones ha vuelto para dar un golpe en la mesa.

(Este artículo apareció publicado originalmente en el número de enero de la revista Plaza)

next