Criado en el campo, alcanzó su mayor sueño en 2007 al convertirse en alcalde de Sueca. Sin embargo, la política le preparaba una nueva aventura: en 2011 resultó elegido diputado en el Congreso. Ahora no quiere volver
VALÈNCIA.- «Dejad de hablar 'eso' de una puta vez. Cuando escuché esa frase de boca de un chico de Vallecas fue la primera vez que me sentí muy valenciano. Al día siguiente escribí una redacción a la profesora de Castellano elogiando las fallas con la intención de defender aquello que era nuestro». Así recuerda el portavoz de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví (Sueca, 1958), su paso estudiantil por la denominada entonces Universidad Laboral de Alcalá de Henares, donde su lengua madre le llevó a juntarse con chicos de Alginet, Benifaió, Ontinyent... «Mi padre me envió allí en 1973. Era un hombre de mundo y estaba empeñado en que saliera del pueblo. Así que me pidió una beca y hasta la puerta me llevó con el dos caballos. "Ahí es donde te tienes quedar", y dos años estuve», relata. Casi cuarenta años después, la política le llevó de nuevo a Madrid, al Congreso de los Diputados, donde a pesar del tiempo transcurrido y la edad de sus nuevos compañeros, todavía encontró cierto recelo hacia quienes hablaban en valenciano.
Después de siete años, Baldoví se ha hecho un hueco en el Congreso y, de hecho, es el portavoz más valorado del Parlamento y el político mejor considerado de España según el CIS. Algunos lo atribuyen a que tiene cara de buena persona; él, a un conjunto de factores, bromas aparte: «Mi mujer me dice: "Te valoran tanto porque no te conocen como te conozco yo" [ríe]. Es cierto que es más fácil que te valoren bien cuando estás en un partido pequeño y en la oposición. En cualquier caso, ahora que somos conocidos por grandes titulares que a menudo no son agradables, conseguir un titularet positivo es bonito. No sé por qué será, sí que es verdad que yo siempre intento desempeñar el mismo papel que el de l’home bo en la pilota valenciana. No sé si lo logro, pero lo intento».
Su estancia madrileña en los años setenta fue una parte importante de la adolescencia de Baldoví. «Meterme allí era una inmersión muy fuerte, que es lo que quería mi padre, que conociera gente de otros sitios y eso me hiciera tener un bagaje. Parece una tontería, pero no lo era: sin ir más lejos, en mi pueblo todos jugaban a fútbol y yo en Alcalá hacía atletismo o voleibol, aprendí muchas cosas pero a los dos años quería volver», relata el ahora diputado. ¿Cómo se las ingenió? «La verdad es que no me porté demasiado bien. No estudié adrede; planeé suspender una en sexto y que no me renovaran la beca para poder así volverme al pueblo», comenta.
A Joan Baldoví no le gustaba estudiar, le gustaba más la política, ir a reuniones, a mítines, a pegar carteles. Algo que le costó no pocas discusiones con su padre; la mayor, cuando estaba en la Universidad estudiando Económicas. «Me esperé una noche hasta las seis de la mañana a que se levantara para irse de viaje y ahí es cuando le solté que no estaba en cuarto ni en tercero, sino en segundo de carrera, y que iba a dejarlo. Lo hice así porque tenía que irse fuera y no podía pararse a reñirme en caliente», explica.
* Lea el artículo completo en el número de julio de la revista Plaza