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Jorge Olcina: "El mar se ha calentado el doble que el aire y eso es materia prima para una DANA"

21/02/2024 - 

ALICANTE. Jorge Olcina Cantos (Alicante, 1966) es Catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante (UA), donde dirige el Laboratorio de Climatología. Es un referente en este ámbito y en su relación con el cambio climático, que cada vez provoca mayores desafíos. Como experto en la materia, en 2008 fue ponente del Año Internacional del Planeta Tierra, impulsado por la UNESCO, y ha sido revisor del 5º Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), creado en 1988 para evaluar los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, así como sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta. Este jueves, 22 de febrero, a las 19 horas, participará en una nueva cita del Foro Espacio Séneca, donde coincidirá en el espacio y el tiempo con la exposición Melting Landscapes. La huella del deshielo, del fotógrafo Fernando Moleres.

— Acabamos de vivir el mes de enero más cálido en España desde que hay registros. ¿Qué nos está indicando este dato?

— Indica que hay cosas de la evolución térmica, efectos de la evolución de las temperaturas (tanto en general, en el mundo, como en particular, en las latitudes mediterráneas), que ya no están funcionando como lo hacían hace dos o tres décadas. De manera clara, desde 2010, hay inviernos cada vez más cálidos y más cortos. Hay consecuencias del frío que se producen en menos días, aunque pueden seguir siendo intensas, como por ejemplo las borrascas Gloria o Filomena, pero que tienden a durar menos días. En su conjunto, el invierno en España tiene menos duración y es más suave.

— ¿Estas temperaturas son las responsables del aumento de los huracanes del Mediterráneo denominados medicanes? ¿Puedes explicar un poco más este fenómeno?

— Los medicanes son una singularidad de la cuenca del Mediterráneo. Son formaciones del tipo DANA que afectan muy exclusivamente al litoral Mediterráneo del archipiélago balear, la costa del sur de Cataluña y la Comunitat Valenciana. Suponen vientos fuertes en secuencias de rachas fuertes de viento y precipitaciones. Se asimila, de ahí su nombre, al huracán de ámbito tropical. De hecho, la forma que adquieren las nubes viene a ser con un pequeño ojo en el centro, un hueco central que se parece al ojo del huracán.

Son términos nuevos que están apareciendo ahora, pero que hacen referencia a episodios que se han vivido siempre, pero sí es cierto que el calendario de estos episodios extremos puede presentarse ya en cualquier momento del año. El mar Mediterráneo se ha calentado mucho en los últimos treinta años haciéndose potencialmente inestable y pudiendo causar este tipo de situaciones ya no es solo en otoño, sino en cualquier momento. Son denominaciones que van adquiriendo protagonismo y difusión social, pero que vienen a indicar fenómenos que ya ocurrían, pero que ahora son más frecuentes y con una intensidad mayor.

— Estos fenómenos, entonces, están estrechamente ligados al cambio climático y el aumento de las temperaturas…

— Es una consecuencia del proceso global del calentamiento, que tiene luego manifestaciones regionales. Estamos en la zona mediterránea, reconocida por la Organización Meteorológica Mundial como una de esas regiones donde se están registrando más evidencias del proceso de calentamiento global. Una de ellas tiene que ver, claramente, no solo con la temperatura del aire, sino también con el de la temperatura del mar.

“La cuenca marina se ha calentado 1,5 grados desde 1980, el doble que el aire en el mismo periodo”

La cuenca marina se ha calentado ya 1,5 grados desde 1980. Es decir, que el mar de nuestras costas se ha calentado el doble que el aire en el mismo periodo. Ese calor acumulado en el agua del mar es potencialmente inestable, ya que si coincide con una situación de DANA generaría nubes muy cargadas de agua, con mucha energía, que descargarían de forma intensa o torrencial. Y se está notando que eso se produce, en los últimos veinte años, con una frecuencia mayor.

— Esa situación del pasado verano, nos hacía presagiar lo peor en este otoño/invierno, pero no parece que vaya a ser así…

— No hay una relación directa entre veranos muy calurosos y una DANA muy potente en los meses siguientes. El mar se calentó mucho este verano, como viene haciendo de forma muy notable en los últimos treinta años, pero, para que se forme una DANA debe darse también una situación atmosférica inestable, que es lo que no hemos tenido. Hemos pasado uno de los otoños más secos desde que hay registros en la Comunitat Valenciana. Alicante, entre octubre y diciembre, apenas ha recogido cinco litros de agua por metro cuadrado. Es un dato insólito porque, en los otoños del Mediterráneo puede llover más o menos, pero siempre llueve con cierta abundancia.

“Alicante apenas ha recogido cinco litros de agua por metro cuadrado en otoño; dato insólito”

No hay relación directa, entonces, pero un mar caliente es un mar que aporta materia prima. Es decir, la gasolina que luego utiliza la tormenta en situaciones inestables. Sin embargo, si no se da esa situación atmosférica inestable, no habrá situación de lluvias. Es lo que ha pasado en 2022 y 2023: veranos tórridos y calentamiento del mar, pero pocas lluvias.

Hemos entrado en un ciclo atmosférico de sequía en la península ibérica y, sobre todo, en la zona mediterránea: muchos días al año de anticiclón, que hace que se eviten las situaciones de lluvia. Llevamos tres años con este patrón atmosférico, con muchas jornadas de anticiclón, que aleja la posibilidad de una DANA en cualquier época del año, pero sobre todo en otoño. Es un ciclo de mayor estabilidad atmosférica.

— El clima es cíclico y el planeta ha vivido esos cambios bruscos a lo largo de millones de años. El Mediterráneo ha llegado a secarse hace cinco millones de años y se volvió a llenar en 24 meses. Hay quien cita estos episodios como resignación...

— El clima de la Tierra es cambiante. Hemos pasado periodos más fríos, más cálidos, más húmedos o más secos. La novedad es que hemos aportado un factor nuevo para que esto se produzca. Antes, el clima cambiaba de forma natural, mientras que ahora es la acción del hombre la causante. Unos gases que estamos emitiendo desde la Revolución Industrial, con la quema de combustibles fósiles, que están alterando lo que se conoce como el balance de energía de la Tierra.

Ese balance de energía es lo que mueve los hilos de nuestra maquinaria climática. Un sistema que se está desequilibrando a causa de los gases que retienen una parte de esas calorías que tiene la Tierra. El ser humano tiene en su mano evitar el proceso de calentamiento progresivo controlando dichas emisiones, pero no lo está haciendo. Al revés: emitimos cada vez más gases y esta situación va a ir a más en los próximos años y décadas.

— La charla en Espacio Séneca coincide con la exposición fotográfica de Fernando Moleres sobre la huella del deshielo por el calentamiento global. Las imágenes hablan por sí solas. ¿Se podrían dar desafíos que ahora ni alcancemos a imaginar? Por ejemplo, han salido a la luz virus que permanecían congelados miles de años en esos glaciares que se derriten…

— La fase climática que iniciamos a finales del siglo XIX ya era de calentamiento o cálida; salíamos de la ‘pequeña Edad de Hielo’ y entrábamos en una nueva fase de temperaturas algo más altas en todo el planeta, pero a ese comportamiento natural le hemos añadido unos gases que están incentivando el calor y eso puede retroalimentar todo el proceso. Por ejemplo, en los glaciares, si se produce un deshielo rápido, habrá menos superficie blanca y, por tanto, un menor ‘efecto albedo’ con el que repelen la irradiación solar. La acción natural se incrementaría. Sin embargo, aquí hay una pequeña incertidumbre que a veces los modelos climáticos no consideran y es prever cómo va a funcionar el sol. 

El sol es nuestra gran maquinaria climática que mueve la vida en la Tierra; pasa por fases y hay unas más activas que otras. No se puede hacer un pronóstico de cómo va a funcionar el sol de aquí a final de siglo; se hacen estimaciones en función del comportamiento en tiempos pasados o de las manchas solares que se observan, pero lo que sí se ha visto es que ese comportamiento del sol se está difuminando por el efecto de los gases. Los ciclos del sol son de once años y el planeta viene de dos ciclos solares en este siglo XXI. Hemos pasado del 2000 al 2011 y del 2011 al 2022, donde ha habido un sol poco activo y, aun así, la temperatura terrestre en lugar de bajar ha subido; eso es un indicador de que el clima terrestre ya no funciona solo por factores naturales. Si el sol empezara a funcionar con mucha energía interna en las próximas décadas, añadiríamos al calentamiento generado por causas antrópicas otro calentamiento mayor por la parte natural.

Esa es la incertidumbre que se nos presenta en los modelos climáticos. Sabemos que el calentamiento va a seguir: podría ser mucho mayor si el sol iniciara una fase todavía más activa y se derritieran más glaciares al entrar mucha más radiación. Podría darse un calentamiento todavía mayor a no ser que entráramos en una fase del sol mínimamente activo, similar al de la ‘pequeña Edad de Hielo’, que atenuaría el proceso de calentamiento antrópico.

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