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Josep Sorribes y Ramón Esteve: si València fuera metrópolis…

10/08/2019 - 

VALÈNCIA. Josep Sorribes, de la calle Quart de València, y Ramón Esteve, de Ontinyent. El primero, por una colisión intelectual fortuita, hizo del marco urbano su campo de acción hasta convertirse en jefe de gabinete de Ricard Pérez Casado y en uno de esos profesores y pensadores que definen la voluntad de (querer) estar en un territorio. El segundo, arquitecto, ha convertido la relación con el medio en una manera arquitectónica de definir su trabajo, de emitir su sonido.

Han quedado, entre fragmentos de muralla, para conocerse por primera vez. Antes del encuentro han estado espiándose.

Primero. La ensoñación de un área metropolitana 

Josep Sorribes: Mi manera de descubrir la ciudad fue… rocambolesca. Vicent Soler me metía en todos los líos y se inventó GET, Grup d’Estudis Territorials. Estuve haciendo encuestas sobre el territorio, sin mayor idea. Cuando iba a hacer la tesis Soler me llevó a casa de Ernest Lluch y, casualmente, le pregunté por el estudio de las ciudades, por decirle algo. Él en una servilleta en su casa de Russafa me escribió el nombre de Francesc Roca, uno de los arquitectos de Barcelona, y él me inyectó el virus. Hice la tesis sobre procesos urbanos. Hasta hoy.

Ramón Esteve: Mi padre era topógrafo, por mi padre nací en València pero crecí en Ontinyent. Haber crecido en dos dimensiones de ciudad diferentes es muy interesante. Ontinyent generó de verdad una cultura de emprendimiento (de esa que se nos llena tanto la boca) siendo pueblo, a pesar de que no tuvo nunca conciencia de ciudad. Es ese momento, se me daban viendo las cosas técnicas, vi un libro de la Casa de la Cascada, de Frank Lloyd Wright, y pensé “las casas que yo conozco no me gustan, pero ésta sí”. 

Josep Sorribes: Ontinyent… Yo como soy de aquí estoy enfadado con València porque lo de cap i casal es pura retórica, nos miramos el ombligo de una manera escandalosa. Nos preocupamos de lo que pasa en la Plaza de la Reina, de Brujas… No es algo menor, pero no nos preocupamos por si somos capital de algo. No, no somos capital. 

Ramón Esteve: No está liderando a la ciudadanía valenciana… 

Foto: ESTRELLA JOVER.

Josep Sorribes: No tener un órgano metropolitano, en un área metropolitana de libro, es un escándalo. Cada alcalde y alcaldesa tiene un ombligo, la Generalitat lo ve como amenaza y la Diputación no acaba desapareciendo a pesar de que un área metropolitana cubriría casi todo su territorio. 

Ramón Esteve: Muchos problemas como la vivienda podrían encontrar mejor resolución con una estructura metropolitana, acortando las distancias. 

Josep Sorribes: No tiene sentido calcular la demanda únicamente de la ciudad. Si no tenemos un órgano metropolitano, ¿quién hace la política de habitaje en el área de València? Nadie. El órgano metropolitano que teníamos funcionaba mal, pero no tenerlo es un suicidio. 

Ramón Esteve: El ombligo.

Josep Sorribes: Y el blasquismo. Como Blasco Ibáñez no quería ir a los campos porque estaban los curas, no le gustaba hablar de nada que estuviera fuera de Trànsits. El blasquismo no se ha superado.

Ramón Esteve: València se encuentra en el momento de consolidarse como generador de atracción del talento o de que el talento se vaya a Madrid o Barcelona. Si no juega ese papel, perderá protagonismo.

Josep Sorribes: Lo que está claro es que el papel que podría jugar como área metropolitana del Mediterráneo no lo está cumpliendo. 

Segundo. Arquitectura contra ciudad

Ramón Esteve: La ciudad se materializa por la arquitectura, es una convergencia de la máxima complejidad de las relaciones urbanas. Y ante eso la arquitectura es el telón de fondo. Pero para que una ciudad tenga calidad arquitectónica, debe tener identidad. Tú estás en Londres y coges un trozo de acera y sabes dónde estás; lo coges en València y no sabes dónde estás. Me gustaría que aspiráramos a tener esa identidad. 

Josep Sorribes: ¿Por qué no la tenemos? Me he dedicado a estudiar la promoción inmobiliaria y la voracidad inmobiliaria es parte de la causa. Es, claro, cuestión de cultura, que no se sabe lo que es pero cuando no está, se nota. Nuestra periferia es, como dice la expresión, una lágrima del urbanismo.  

Foto: ESTRELLA JOVER.

Ramón Esteve: La ciudad genérica, dice Rem Koolhaas, la ciudad sin identidad. 

Josep Sorribes: O la urbanalización. A veces digo que los arquitectos, colectivamente hablando, deberían ir a la plaza del Ayuntamiento, ponerse de rodillas y pedir perdón. 

Ramón Esteve: Estoy de acuerdo, pero no se puede agrupar todas las culpas en un colectivo. La voracidad de los promotores es algo característico al ADN del promotor. Arquitectos buenos y malos hay en todos sitios. Pero hay lugares donde la sociedad reclama tener buenas promociones, que no sirva con cualquier cosa.  

Josep Sorribes: Se puede hacer buena arquitectura y ganar dinero, pero no hacer mala arquitectura y ganar mucho dinero. 

Ramón Esteve: Las normativas ayudan a que se haga buena arquitectura, o ni eso. Pero si un barrio está bien hecho suele ser porque hay sensibilidad. Un día paseando cerca de Sarrià, en Barcelona, vi un barrio de una calidad impresionante, edificios de buena arquitectura. Pregunté y me dijeron que había un departamento que valoraba la calidad arquitectónica. Los promotores terminaban cogiendo buenos proyectos, pagando a un buen arquitecto, porque era la única forma de que les aprobaran la promoción.

Josep Sorribes: Me llama la atención por qué no se generalizó la Finca Roja, un modelo de hacer buenas viviendas. No como las construcciones de los sesenta que por lo general son una porquería. 

Ramón Esteve: Ahora mismo las normativas, en su mayoría, están casi más impidiendo que se haga buena arquitectura que evitando que se haga mala. Por ejemplo la obligación de tener un tanto por ciento de voladizos, con nada que ver con nuestra tipología de ciudad. La ciudad que resulta de esa normativa no es de calidad. ¿Esa normativa para ordenar la ciudad está cumpliendo su objetivo?, ¿la ciudad resultante de esa normativa está teniendo la calidad suficiente? La fachada de la Finca Roja, con fachada plana, se corresponde más con la tipología del casco histórico. Me fui a vivir al Carmen porque tiene identidad, que es lo que buscaba, tiene una calidad de paisaje urbano...

Josep Sorribes: El Carmen es Beirut. No sé cómo una ciudad se permite tener un barrio con tantos agujeros. Hay solares que conozco casi desde que nací. 

Ramón Esteve: Pero la historia de la ciudad está ahí, tiene una calidad. Me interesa la ciudad histórica porque es el concepto de tejido continuo en el que los elementos singulares se van fundiendo en esa misma malla, no como una serie de chillidos. Si todos vamos hinchando el pecho con nuestros edificios, esto es un desastre. 

Josep Sorribes: La singularidad es una coentor

Ramón Esteve: La mejor solución es la de los cascos históricos, el tejido que da continuidad, no heterogeneidad que buscando identidad se la termina cargando. Cuando viajamos buscamos identidad, nos vamos a espacios que tienen valor arquitectónico. 

Tercero. El último deseo 

Josep Sorribes: Me gustan los planes para el nuevo cauce del Túria. Es una herida que solo sirve para, cuando pasas por el coche, mirarla. La idea que ha lanzado Ribó está bien. No podrá ser el antiguo lecho del Túria, pero puede ser algo, utilizable por la gente. Una manera de aprovecharlo.

Ramón Esteve: Me gustaría, como apuntaba Pep, un plan para resolver toda la costa. Cómo sería vivir en la costa con arquitectura de calidad… casi desde Sagunt hasta Cullera. 

Josep Sorribes: Cullera no, porque ya no tiene remedio.

Ramón Esteve: Apuntando a una metrópoli que se abre al mar. Pero claro, debería haber un órgano...

Josep Sorribes: ¡... metropolitano! 

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