COMIDA CALLEJERA DE ASIA

Un Kamikaze, y encima en Castellón

Se trata de Hong Kong, pero bien podría ser Malasia, Oriente Medio o cualquier otro lugar que Adrián López haya pisado. En este restaurante, lo mismo te sirven un Xianglongbao de cerdo, que un sándwich de rabo de toro, y se quedan tan anchos

| 04/09/2020 | 4 min, 0 seg

VALÈNCIA. La palabra 'kamikaze' designa a los pilotos japoneses suicidas de la Segunda Guerra Mundial que tripulaban aviones con explosivos y los estrellaban contra objetivos militares. La historia ha ampliado su significado a todo tipo de acciones temerarias, aunque no tengan connotaciones bélicas ni mortales, y de ahí que Adrián López se haya valido del término para poner título a su proyecto gastronómico. Un restaurante que se rinde a la comida callejera (street food) con infinidad de ascendencias culturales y, en consecuencia, presume de riesgo por todos los lados en una plaza tan complicada como es Castellón.

Algunos creerán que se están adentrando en Tokyo, aunque en realidad se trata de Hong Kong, pero bien podría ser Malasia, Oriente Medio o cualquier otro lugar que López haya pisado. La ambientación está inspirada en los viajes de este cocinero ilicitano, de 29 años, que empezó a trabajar en el restaurante paterno, pero siempre quiso practicar una cocina propia, internacional y ecléctica. Así fue como se instaló en Castellón y abrió su propio negocio: Kamikaze Street Food. Al principio, una barra para una decena de comensales, donde él se lo guisaba y él se lo servía. Desde este verano, con un segundo restaurante en Benicàssim, que dispone de una amplia terraza interior, integrada con el resto de la sala, los reservados y la barra. Farolillos de papel, luces de neón y pasaje a un destino lejano.

Hemos venido a comer. "¿El qué?", dirás. Pues un Tandori Chicken con pan naam, al estilo indio, o un Xianglongbao de cerdo, entre otros dumplings al vapor, que se preparan tal y como los probó en China. Hay gyozas, baos y el repertorio completo de masas asiáticas. Pero Adrián gana cuando se pone jugón, y entonces cocina las albóndigas en su jugo sobre un arroz yakimeshi, o mete el rabo de toro dentro de un sandwich con salsa bull y kimchi. Nada más cerca del food porn, y así se encargan de advertirlo los paneles. No tiene reparos en terminar un menú con un cuscús de cordero, grande y purista, que se viene al Occidente de Oriente. Es un cocinero curioso y sin complejos, que experimenta y desafía al comensal.

Su propuesta está terminando de echar raíces en la provincia que ha elegido. La despensa de Castellón incluye alcachofas, trufas, langostinos y cítricos, pero al combinar el producto de proximidad con especias lejanas y recetas exóticas, se consiguen resultados sorpresivos. Adiós refinamiento, hola diversión. Hemos dicho que Adrián López es un kamikaze y quiere poner en valor las virtudes de la comida desenfadada entre un público desacostumbrado, todavía reacio al ticket medio de su restaurante (unos 40 euros). "Pero poco a poco. Tenía claro que quería hacer esto, porque es lo que a mí me mueve, lo que a mí me gusta. Y creo que en esta ciudad puede funcionar tan bien como en cualquier otra", cuenta el pionero.

Imposible no hablar de la bodega, que lidera Estrella Galicia y supone un plus de calidad. Dispensan cerveza de bodega, recién hecha y sin pasteurizar, que se guarda en tanques de refrigeración a menos cuatro grados y preserva los mismos niveles de carbónico con los que sale de la fábrica. También hay vino y coctelería. Mención aparte merece la sección de postres, que corre a cargo de Mario Padial, e incluye desde una clásica tarta de queso con almendra marcona, a un Hai La Duo (clásico helado chino de limón, menta y jengibre). Todo esto quiere decir una cosa: hay viaje, hay miscelánea y, a la vez, hay cuidado por el detalle.

En resumen, hay un loco de la cocina detrás del street food de Kamikaze, y solo el tiempo dirá si su vuelo es certero. El cocinero quiere vivir a caballo entre el local de la capital en invierno y el oasis de Benicàssim en verano. Su apuesta tiene un ticket medio desafiante y un recetario desconocido para los locales, pero el caso es que gusta y consigue mover al público de València. Casa eléctrica y punzante, que de vez en cuando viene bien.

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