VALÈNCIA. La palabra 'kamikaze' designa a los pilotos japoneses suicidas de la Segunda Guerra Mundial que tripulaban aviones con explosivos y los estrellaban contra objetivos militares. La historia ha ampliado su significado a todo tipo de acciones temerarias, aunque no tengan connotaciones bélicas ni mortales, y de ahí que Adrián López se haya valido del término para poner título a su proyecto gastronómico. Un restaurante que se rinde a la comida callejera (street food) con infinidad de ascendencias culturales y, en consecuencia, presume de riesgo por todos los lados en una plaza tan complicada como es Castellón.
Fotos: JOECAR HANNAAlgunos creerán que se están adentrando en Tokyo, aunque en realidad se trata de Hong Kong, pero bien podría ser Malasia, Oriente Medio o cualquier otro lugar que López haya pisado. La ambientación está inspirada en los viajes de este cocinero ilicitano, de 29 años, que empezó a trabajar en el restaurante paterno, pero siempre quiso practicar una cocina propia, internacional y ecléctica. Así fue como se instaló en Castellón y abrió su propio negocio: Kamikaze Street Food. Al principio, una barra para una decena de comensales, donde él se lo guisaba y él se lo servía. Desde este verano, con un segundo restaurante en Benicàssim, que dispone de una amplia terraza interior, integrada con el resto de la sala, los reservados y la barra. Farolillos de papel, luces de neón y pasaje a un destino lejano.
Hemos venido a comer. "¿El qué?", dirás. Pues un Tandori Chicken con pan naam, al estilo indio, o un Xianglongbao de cerdo, entre otros dumplings al vapor, que se preparan tal y como los probó en China. Hay gyozas, baos y el repertorio completo de masas asiáticas. Pero Adrián gana cuando se pone jugón, y entonces cocina las albóndigas en su jugo sobre un arroz yakimeshi, o mete el rabo de toro dentro de un sandwich con salsa bull y kimchi. Nada más cerca del food porn, y así se encargan de advertirlo los paneles. No tiene reparos en terminar un menú con un cuscús de cordero, grande y purista, que se viene al Occidente de Oriente. Es un cocinero curioso y sin complejos, que experimenta y desafía al comensal.
Fotos: JOECAR HANNASu propuesta está terminando de echar raíces en la provincia que ha elegido. La despensa de Castellón incluye alcachofas, trufas, langostinos y cítricos, pero al combinar el producto de proximidad con especias lejanas y recetas exóticas, se consiguen resultados sorpresivos. Adiós refinamiento, hola diversión. Hemos dicho que Adrián López es un kamikaze y quiere poner en valor las virtudes de la comida desenfadada entre un público desacostumbrado, todavía reacio al ticket medio de su restaurante (unos 40 euros). "Pero poco a poco. Tenía claro que quería hacer esto, porque es lo que a mí me mueve, lo que a mí me gusta. Y creo que en esta ciudad puede funcionar tan bien como en cualquier otra", cuenta el pionero.
Imposible no hablar de la bodega, que lidera Estrella Galicia y supone un plus de calidad. Dispensan cerveza de bodega, recién hecha y sin pasteurizar, que se guarda en tanques de refrigeración a menos cuatro grados y preserva los mismos niveles de carbónico con los que sale de la fábrica. También hay vino y coctelería. Mención aparte merece la sección de postres, que corre a cargo de Mario Padial, e incluye desde una clásica tarta de queso con almendra marcona, a un Hai La Duo (clásico helado chino de limón, menta y jengibre). Todo esto quiere decir una cosa: hay viaje, hay miscelánea y, a la vez, hay cuidado por el detalle.
Fotos: JOECAR HANNAEn resumen, hay un loco de la cocina detrás del street food de Kamikaze, y solo el tiempo dirá si su vuelo es certero. El cocinero quiere vivir a caballo entre el local de la capital en invierno y el oasis de Benicàssim en verano. Su apuesta tiene un ticket medio desafiante y un recetario desconocido para los locales, pero el caso es que gusta y consigue mover al público de València. Casa eléctrica y punzante, que de vez en cuando viene bien.