MADRID. La semana pasada recogían en Milán el premio a la mejor Empresa Europea de Innovación Social. Es la primera vez que una compañía española recibe este galardón seleccionada entre 342 participantes de 29 países. El mérito corresponde a Koiki, un nuevo modelo de entrega domiciliaria que pronto estará también en Valencia.
“Para nosotros significa un reconocimiento de la sostenibilidad de nuestro modelo y un espaldarazo para nuestra expansión internacional. No habríamos llegado hasta aquí sin el apoyo de las fundaciones y asociaciones de discapacidad”. Las palabras corresponden a Aitor Ojanguren, nacido en Bilbao hace 52 años y socio fundador de Koiki.
La solución de Koiki tiene una triple vertiente. Satisface un problema de logística, lo hace manera sostenible y con un enfoque puramente social. Lo cuenta Aitor: “yo me había propuesto dar respuesta al problema de la última milla. Cuando la gente hace un pedido a un e-commerce o cualquier negocio online quiere despreocuparse, recibirlo en su domicilio cuando él está en casa y no acabar recogiéndolo en la estafeta de correos.
Antes ya había arbitrado una solución similar pero ahora la quería hacer de manera respetuosa con el medio ambiente, con repartos a domicilio andando o en vehículos no contaminantes. Conté el proyecto en la Fundación Gureak de Gipuzkoa, que lucha por la integración social de las personas con discapacidad a través de la inserción laboral, y ellos fueron quienes me advirtieron del enfoque social”.
Así es como nace Koiki, una empresa de mensajería a domicilio donde los carteros, basado en un servicio de proximidad, son personas del barrio con discapacidad intelectual. Ellos son quienes se encargan de recibir el paquete, avisarte de la recepción y trasladarlo a tu casa en bicicleta o un vehículo eléctrico el día y la hora que tú les indiques. El límite de peso y la distancia a la que se trasladan lo fijan ellos. A muchos koikis los conocerás del vecindario pero si no es el caso puedes identificarlos por la gorra y la camiseta verde de su indumentaria y por el smarthphone con geolocalizador que suelen llevar en la mano. Una solución sencilla para tres problemas de gran magnitud.
Requisito primordial para ser koiki es disponer de tiempo suficiente para dedicar a los vecinos de tu barrio y atenerse a sus conveniencias. Al hacer la compra online el consumidor, en lugar de facilitar su domicilio, dará la dirección del Koiki quien deberá disponer de un lugar seguro donde guardar los paquetes y un smarthphone. En este sentido recuerda Aitor que “el principal reto fue la creación de una solución informática geolocalizada y sin uso de papel a través de un smartphone. Hemos utilizado un sistema inteligente de geolocalización y hemos aplicado la tecnología HTML5 para poder utilizar el smartphone y así evitar el uso de documentos”. El objetivo era facilitar el trabajo del koiki por cuyo servicio paga el consumidor 1,85€.
Hasta el momento son sólo personas con discapacidad intelectual las que ejercen de mensajeros pero está en la intención de la empresa hacerlo extensible a parados de larga duración o a otros colectivos desfavorecidos. “El problema es que nos cuesta más entrar en este terreno. Primero porque a algunos les incomoda darse a conocer entre los vecinos y luego por los conflictos que surgen a raíz de las obligaciones con Hacienda y la Seguridad Social. Pero todo llegará”, declara Aitor Ojanguren quien detesta las actitudes negativas.
Desde que se fundara la empresa, a finales de 2014, hasta ahora, Koiki ha suscrito acuerdos con 10 asociaciones de discapacidad y ha formado a 87 personas que están ya trabajando con presencia en Gipuzkoa, Gerona, Barcelona y Madrid. Antes de que finalice el año las asociaciones crecerán hasta 20 y a 120 el número de kiokis formados. Para entonces, habrán llegado también a Valencia de la mano de la empresa de mensajería Port-mail y Novaterra, compañía de catering sostenible.
Los beneficios del crecimiento revierten sobre las mismas asociaciones aliadas a Koiki puesto que la compañía se declara sin ánimo de lucro, destinando las ganancias bien a las entidades, bien a la expansión de la empresa para ampliar la cobertura. Esta será también la vía de financiación si en algún momento se hace imprescindible la inyección de capital. “No me gusta nada esa maquinaria de acudir a inversores o fondos de capital riesgo-dice Aitor Ojanguren-Así que si algún día necesitamos dinero daremos participación a las asociaciones colaboradoras”.
Hasta ahora han tenido suficiente para financiarse con la dotación económica de los premios recibidos: 25.000 € del premio de la Obra Social de la Caixa, el premio europeo Fiware y otros 25.000€ recaudados con el galardón de Milán. Obtuvieron también un préstamo ICO y fueron integrados en los programas de aceleración de IE Business School en Madrid y Accenture PassionIE Entrepreneurship Program. El resto de lo invertido procede de recursos propios.
Algunos podrían atribuir el desinterés pecuniario de Aitor al hecho de que, como él reconoce, “yo ya gané bastante dinero”.
Ingeniero industrial y MBA por la Universidad de Houston, cuenta ya con más de un emprendimiento en su haber. El que mayor éxito le reportó fue el de Celeritas, otro proyecto de logística que atendía a los clientes derivados del e-commerce y que acabó adquiriendo a buen precio una multinacional, el grupo SGEL-Lagardère, actual propietario.
Sin embargo, y aunque se sienta orgulloso, no recuerda Aitor haberlo vivido con la misma ilusión que está poniendo en Koiki, hasta el punto de soñar con hacer de este su legado a la sociedad. “Me hubiese gustado ser arquitecto, como mi padre, porque aunque ya no esté, quedan sus edificios y me emociono cada vez que los veo. Como no fui arquitecto ahora me conformo con trascender con Koiki como un modelo de negocio con el que se puede ayudar a mucha gente”.
El emprendimiento social es una constante en la conversación con Aitor Ojanguren convencido, como está, de que “cualquier emprendimiento puede tener un enfoque social, al menos parte. “Tres de cada 4 empresas que se crean son de carácter social por eso animo a los chavales de las startups a apostar por ello, no sólo porque mueve mucho dinero sino también porque la gratificación que se recibe es doble”.
Suscribe en este sentido las palabras recientemente pronunciadas por Joan Roig sobre su deseo de crear empresas para que luego devuelvan a la sociedad lo que le han rcibido.