VALÈNCIA. El supremo arte de comportarse en sociedad es un juego de equilibrio entre las estupideces consagradas y las delicadas rebeliones individuales. Esto cobra siempre mayor sentido en las galas, premios y aniversarios que en el mundo son el mayor componente de las reuniones sociales a las que se acude con invitación y puesto rigurosamente reservado en la mesa.
Muchos premiados se hacen normalmente la pregunta “¿Qué hago yo aquí?” y es algo consecuente porque quien no se hace esta pregunta seguramente no sabe cuál es su lugar en el mundo, sin duda porque es una marioneta -voluntaria, eso sí- del destino.
Pero los buenos modales son la meta de toda buena educación, el resultado de una serie de observaciones, y el producto de una disciplina. Y digo bien una disciplina, y no una costumbre, que es todo lo contrario, especialmente cuando la costumbre es mala.
Los aristócratas no llenaban su vida de normas aparentemente sin sentido por necesidad de diferenciarse de los demás, sino de diferenciarse de sí mismos.
Por eso los clubs de gentlemen tenían todo tipo de restricciones para mantener apartada cualquier transgresión que sólo se podía permitir a aquel que hubiera hecho de su propia vida una obra de arte y violar la norma con plena conciencia de infringirla y tomarla como decorativa.
Aún hay alguna foto por ahí de cuando mi padre, inmigrante gallego, intentaba integrarse en la coriácea sociedad empresarial valenciana asociándose bien al entonces floreciente Centro Galego de Valencia o, mediante alguna amistad influyente, en el Club Rotario. El éxito social puede que le viniera del siempre acogedor Arzobispado y su más que centenaria Adoración Nocturna que cuenta en Levante ni más ni menos que con 1.300 miembros en 69 secciones en diversas parroquias.
Seamos mundanos y aprovechemos para echar una mirada a la organización internacional privada Rotary Internacional, creada en nuestra ciudad en 1928, con apellidos de honor en sus primeras juntas como los Trenor, Gómez-Novella o Domenech. Por supuesto, no tiene nada que ver, como muchos han disfrutado en aventurar, con una logia o una comunidad secreta, sino que organizan cenas benéficas, reuniones y hasta convenios entre agentes sociales o empresariales.
Con sede en el 1560 de la avenida Sherman, de Evanston (Illinois) está establecida en más de doscientos países y sus regiones: tiene por propósito reunir a empresarios y profesionales para que presten servicios humanitarios en sus comunidades, así como fomentar la ética, la paz y la buena voluntad en el mundo. En su agenda abordan importantes problemas como las enfermedades, el hambre, la pobreza, el agua potable o el medio ambiente a través de elevados protocolos éticos.
Su campos central es la educación, a través de la cual conceden becas internacionales en colaboración con siete universidades del mundo. Tan sólo tiene que comunicarse con el club rotario más cercano -en València en el Hotel Astoria Palace de la plaza Rodrigo Botet- y obtener información sobre los requisitos para solicitarlas sin menoscabo de su condición ya que estos clubs, constituidos únicamente por hombres en sus inicios hasta 1989, son entidades aconfesionales y apolíticas, abiertas a todas las razas, culturas y credos. Cinco años antes, en 1984, es cuando nace la llama rotaria como premio.
Y todo esto viene al hilo de que el pasado 24 de febrero se concedió la trigésimo tercera llama rotaria en nuestra ciudad, bajo el lema de la tuerca dorada bajo fodo azul institucional, en la inmejorable sede del Hotel Astoria con cerca de 200 asistentes.
El menú consistió en unos entrantes marineros, consomé de cigala de playa y ensalada templada de langostinos. Siguió un apetitoso solomillo de buey con falso tartar de patata y un posre de marrón glacé con fondue de chocolate y helado de vainilla. Unos correctos tinto de Rioja y blanco
Los premios, como todo certamen que se precie, recaen sobre personas sobresalientes de nuestra sociedad en diferentes ámbitos. A lo largo de su existencia han sido merecedores de esta distinción personalidades como el debatido historiador y humanista Julián Sanvalero, el arqueólogo Domingo Fletcher, el químico Eduardo Primo Yúfera, el marqués bioquímico Santiago Grisolía, el científico Severo Ochoa o médicos como José López Ibor o los hermanos Gómez-Ferrer Bayo.
En el campo del arte y los valores humanos, el otorrinolaringólo y artista plástico Antonio Sacramento, el escultor José Esteve Edo o el fantástico pintor del realismo mágico Alex Alemany. También la recientemente fallecida Amparo Rivelles, hija del actor del Cabanyal Rafael Rivelles, Fernanda Docón, Luis Sánchez Polack, Antonio Ferrandis, García-Berlanga, músicos y poetas hasta llegar a más de un centenar.
En esta ocasión, los homenajeados fueron recibidos por el presidente del Rotary Club Valencia, Diego Aceituno, quien se encargó de hacer la entrega de este galardón, tras la cena ofrecida por esta entidad. En primer lugar, Carmen Calvo en la categoría de Artes, después de 40 años de carrera.
Carmen Calvo no siente la necesidad de explicar su creación artística. . Lució un bonito traje color crudo con un llamativo collar tridimensional a juego con sus gafas. Aunque Carmen no tiene ningún afán coleccionista, puede que encuentre inspiración para su obra en la Llama Rotaria, creada por el artista Vicente Ferrán. Esta escultura de veinte centímetros en una réplica de sobremesa de la original que existe en el Plà del Real, algo oculta a la vista en los jardines de la Alameda cercanos a Viveros.
También recibió el galardón en Investigación el microbiólogo ilicitano Francisco Mojica, premio Jaume I y en camino hacia los Nobel por su «Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats», o “cortapega genético” como lo han querido llamar algunos, quien lo obtuvo merecidamente en la rama de Ciencias.
Entre los galardonados se encontraba también el empresario Vicente Boluda, estupendamente acompañado y con un pañuelo azul con motas blancas en el bolsillo, quien lo recibió en la categoría de Economía por su trayectoria empresarial al frente de un holding en plena expansión internacional y por su fructífera gestión como presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE).
El ex alcalde de Valencia, nunca suficientemente ponderado, Ricard Pérez-Casado, lo recibió por el área de Valores Humanos, por su labor siempre cohesionadora, destacando su papel de mediador internacional, siendo el único que no llevó smoking con pajarita sino un elegante traje negro con corbata oscura.
Todos fueron destacados por su labor y tesón altruista en mejorar las condiciones sociales en Valencia, España y el extranjero y los premiados aprovecharon para destacas las labores y actividades que llevan a cabo y están vinculadas a los valores que representa el Club Rotario.
Se destacó el esfuerzo que llevan a cabo los empresarios, artistas, científicos y políticos de la Comunidad Valenciana, con el apoyo y la entrega de todos. No faltó la alusión de Boluda, como presidente de AVE, para reivindicar de nuevo, y todas las veces que sea necesario, el apoyo del Gobierno a iniciativas como el Corredor Ferroviario Mediterráneo. Transgresión al poder que se puede permitir, ya no sólo porque comprende las normas que la sociedad le exige como contribuyente le permiten opinar sobre el futuro del país, sino porque es perfectamente justo, para todos, hacerlo.
No ha sido ni será éste el único acto en que se distinga al ex alcalde más ochentero de Valencia porque con motivo del 30 aniversario del Palau de la Música, Ricard Pérez-Casado y nuestra Banda Municipal serán distinguidos el próximo martes 25 de abril con una pequeña escultura y un concierto especial en el se quiere reivindicar este edificio dedicado a la música que pasó de ser controvertido titular en la prensa desde su construcción hasta que el Palau de les Arts le arrebató ese puesto. Quizá el bombo y platillo al que nos acostumbra a menudo el periodismo dedicado a loar las bondades de nuestra política ha ensordecido muchas prácticas destinadas a la la humilde misión de fomentar la música clásica, asignatura siempre pendiente para educar el oído de los valencianos y llevar a maestros fuera de nuestras fronteras. Muchas programaciones televisivas apenas tienen un espacio meramente residual para la música. Las bandas municipales de todas las ciudades dependen de que la partida presupuestaria pueda adecuarse a ellas y para acentuar su necesidad han celebrado este año numerosas actuaciones incluyendo salidas a otros auditorios, los tradicionales conciertos de domingo, que cuando era pequeño tenían lugar en el Teatro Principal, exaltaciones y festivales.