VALÈNCIA. Hoy es uno de esos días realmente importantes y que en el calendario figura como "día internacional". Pero no es uno cualquiera, es uno de los que deberían ser más conmemorados, pues el 9 de diciembre es el día internacional contra la corrupción. Esta celebración nos pone frente al espejo respecto a nuestras debilidades individuales y sociales. Por eso parece que se quiera pasar de puntillas, porque el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, como decía el Nazareno, y entre inseguridades, complejos y complicidades se intenta cuanto menos soslayar este día, pues a todos nos cuesta reconocer nuestras faltas.
En el imaginario colectivo la corrupción es ese delito que cometen (y ojo, lo es tanto el que da como el que recibe) un empresario y un servidor público al apañar un contrato administrativo para beneficiarse, pero es mucho más. Simplemente acudiendo al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (que no castellana) podemos ver la amplitud de su significado, pues nos identifica una serie de elementos de este vicio, perversión, desorden, irregularidad, y también delito, como recoge la RAE.
En primer lugar, aunque son las instituciones públicas las más señaladas, es posible que cualquier organización privada, social, política, etcétera, pueda degenerar y se pueda ver salpicada con un caso de corrupción. O incluso es también un delito a nivel individual, fíjense en la corrupción de menores. Suelen existir dos partes, dos elementos personales, más o menos agentes activos y/o pasivos del mismo, que se benefician directa o indirectamente (porque quieran beneficiar a un tercero) del hecho corruptor. Y finalmente que la acción altere, deteriore, transgreda la naturaleza, norma o esencia del procedimiento, función u objeto que se corrompe, se pervierte, de forma generalmente fraudulenta, pues además se pretende tener cierta impunidad y que pase inadvertida o cuasi aceptada.
Por lo que la corrupción puede ser tanto del ámbito económico –el hecho de conseguir un beneficio monetario, de enriquecimiento ilícito– como del político, como por ejemplo el caso de los tránsfugas, para alcanzar un puesto público o de poder o de relevancia social y pública. Como aquel lejano traidor Efialtes de Tesalia, que por su egolatría vendió a su Patria y permitió que el rey persa Jerjes I derrotase en la batalla del Paso de las Termópilas, a los 300 del rey espartano Leónidas. O incluso corrupción sexual. Ya hemos citado el caso de la corrupción de menores, o el moderno sextorsion, entre otros etcétera, etcétera, etcétera.
Existen, como pueden comprobar, múltiples casos y tipos de corrupción, pues representan uno de los síntomas de la sempiterna lucha entre el bien y el mal, un continuo dejavú, que aunque se venza una vez, el mal siempre vuelve a intentarlo, y a intentar tentarte cuando menos te lo esperas.
Por eso las organizaciones cuentan con una serie de entes que se dedican a fiscalizar y controlar el cumplimiento de las normas. Estos órganos se especializaron, más aún, con la llegada del Estado de Derecho, y se dedican a la persecución de ilícitos penales desde los tribunales (jueces y fiscales) o poder judicial, o de los ilícitos desde los OCEX (órganos de control externo) como la Sindicatura de Comptes (cuya renovación está bloqueada al igual que el Consell Jurídic Consultiu), dependiente de Les Corts. También se persiguen las irregularidades e ilícitos desde la Agencia de Prevención y Lucha contra el Fraude y la Corrupción de la Comunitat Valenciana dirigida por Joan Llinares. Y finalmente estamos los Interventores, que nos dedicamos al control en el ámbito económico-administrativo del sector público.
Una de las líneas de clara mejora en la lucha contra la corrupción es la coordinación de todos esos órganos de fiscalización para intentar eliminar los resquicios por los cuales los pervertidores intentan corromper tanto a las estructuras como a las personas, ya sean públicas o privadas, para finalmente contagiar a toda la sociedad. Por lo que los retrasos en la renovación de los órganos tanto constitucionales como estatutarios pasando por los administrativos relacionados en el control y fiscalización es una buena noticia para los corruptores, pues da la impresión de que su funcionamiento puede estar condicionado y ralentizado.
Por supuesto, la actualización continua de la normativa en la persecución de las irregularidades e ilícitos también debe ser una de las líneas de acción en la lucha contra la persecución de la corrupción. Y la Unión Europea, por supuesto, debería estar más vigilante y exigir el cumplimiento, no solo de esas grandes cifras macroeconómicas del déficit y la deuda pública, sino de la utilización de instrumentos como su OLAF (Oficina Europea en la Lucha Anti Fraude).
Y al hablar de la UE, es inevitable citar el recién nombramiento de la ministra Nadia Calviño como presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), aquella cuyo marido se vio envuelto en la polémica (muy minimizada por el establishment) a consecuencia de su fichaje como alto cargo, de nueva creación, de Patrimonio Nacional, y del que tuvo que desistir. Y que ahora se dedica a la alta consultoría de inversiones, de transformación digital entre otras cuestiones, casualmente uno de los campos de actuación del BEI.
Y claro, con este nombramiento de la responsable de las finanzas públicas españolas para un cargo de tanta relevancia económico-financiera europea, debería presuponerse que los datos del gobierno de España son estupendos y cumplen la normativa de la UE en Estabilidad Presupuestaria y Suficiencia Financiera.
Pero la realidad parece que es otra. La relación entre la deuda pública y el PIB se situó en el 109,9% en el tercer trimestre de 2023, cuando el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE (PEC) lo fija en un máximo del 60%. Y respecto al déficit, su ratio con el PIB, que el PEC fija en un máximo de un 3%, lo sitúa el Banco de España para España en 2023 en un 3,9 % (un 30% por encima de lo permitido por el PEC) o en un 4,1% según FUNCAS (casi un 40% por encima de lo permitido por el PEC).
Después nos quejamos de que la UE no funciona bien y tiene problemas, de que los partidos euroescépticos se prodigan y crecen. Pero tenemos responsables y funcionarios tan cualificados y preparados, con tan poco criterio propio que tienen el criterio del señor al que están a sus órdenes, a los que les da igual gastar y dilapidar primero para después recortar y enviar a los hombres de negro a recortar pensiones, que vamos apañados con servidores así.
Es por eso que debemos exigir a los responsables públicos un impulso en potenciar toda esa lucha y prevención contra el fraude y la corrupción, con un incremento en recursos materiales y humanos, que redundan, por ejemplo en una mejora de la eficiencia de la economía por el efecto negativo en la asignación de los mismos que tiene la corrupción. Y nunca olvidemos que una de las grandes amenazas de los Estados Democráticos son los casos de corrupción, políticos o económicos. En resumen, el no cumplir y hacer cumplir la Ley, y ese es el camino más directo a las Autocracias. Quienes las permiten, toleran o fomentan (aunque hayan sido elegidos democráticamente) están abriendo las puertas al totalitarismo. Recordemos que Adolf Hitler llegó al poder tras unas elecciones.
Ya ven, si gustan de nuestro régimen de Derechos y de libertades, hay que estar vigilantes y atentos, y no dejarnos embaucar por cantos de sirenas, porque la corrupción, al igual que el cartero, o el repartidor de Amazon (que se diría hoy), siempre llama dos veces, al menos.