VALÈNCIA. José Sanleón es animal extraño. A veces Dédalo, a veces Ícaro y a veces el Minotauro, pero se encuentra dentro de un laberinto que le atrapa: su propia pulsión artística. En el centro del laberinto que ha formado ad hoc para la exposición que se podrá ver a partir de hoy en la Fundación Bancaja, una calavera que representa la muerte. Pero explica Fernando Castro, el comisario de la muestra, pregúntadole a Sanleón, este le cuenta que también hay espacios, rincones sin salida, que son espacios de disfrute.
La Fundación Bancaja recoge el guante de seguir creando las retrospectivas más completas de algunos de los artístas valencianos contemporáneos de principios de siglo XXI que han protagonizado la vida cultural en València y más allá. En este sentido se enmarca la muestra, de más de un centenar de obras que comprenden 30 años de trayectoria del artista.
La exposición reúne piezas y series –algunas inéditas- de colecciones públicas y privadas, y muestra el transitar libre de Sanleón por diversas técnicas artísticas como la pintura, la escultura, el dibujo, la fotografía y el collage. Y, echando la vista atrás 30 años, los implicados en la muestra reconcen que la línea que une la carrera puesta en la lupa es el inconformismo y el amor al trabajo creativo de Sanleón.
En las diferentes series, no hay una técnica en la que se mantenga, ni un discurso que asuma como propio, sino toda una colección de propuestas artísticas que son una prueba y un error que siempre son lúcidos pero que nunca toma Sanleón como un éxito: “Cuando me dicen que está muy bien y que continue en una línea, me hace pensar”, explica. Porque el de Catarroja es el de una disciplinado artista cuyas preguntas son —habitualmente— sobre el propio arte. Las posibilidades de la obra, de la técnica, la capacidad de destrucción y rehabilitación… Todo eso está en las probetas colgadas en las paredes de la Fundación Bancaja.
La muestra se estructura a través de ocho series temáticas –El esclavo, Laberinto, Manhattan, Imagen compuesta, Paisajes, Domus Dei, Seu, Devesa—. Sobre el primero, recuerda el pulso que entre el artista, el IVAM y el gobierno de la Generalitat por su obra de ese nombre, que el propio Sanleón acabó destruyendo a las puertas del museo en marzo del 2000. La última serie, Devesa, son paisajes, que según explica el propio Sanleón, “surgen de un impulso natural”. El artista no se pregunta por qué ha de plasmarlo, sino que deja fluir su incontenible creación en favor de aquello que le llama a ello.
El imaginario del artista valenciano puede analizarse en contraste con la herencia pictórica del informalismo, especialmente con ciertos desarrollos de Tàpies, y con el expresionismo abstracto, que se convirtieron en formas casi hegemónicas de la pintura en el siglo XX.
Su obra se puede poner en relación con las estéticas de la retracción, pero su concepción del arte remite también al action painting, especialmente a su escala envolvente y su dramática procesualidad. Lo determinante en su producción intensiva no son solo los ritmos, el vigor y la vitalidad, sino la gravedad.
Para Sanleón ha sido muy importante el comportamiento plástico que inaugura el expresionismo abstracto, pero también le interesan los planteamientos de la abstracción postpictórica o ciertas actitudes del minimalismo. Más allá del informalismo y del reduccionismo del minimal, el artista combina siempre entusiasmo y quietud, y en sus obras late el vigor creativo y la reflexión estética.
Sanleón introduce en sus cuadros lo fotográfico por medio de las serigrafías sobre lona. Son imágenes que aluden al territorio personal: autorretratos, fotografías de su mujer e hijos, o de una ciudad que ha recorrido.
A José Sanleón le interesa el vínculo paradójico entre el colapso de lo narrativo y la emergencia de lo utópico en sus formalizaciones plásticas de tipo reduccionista, de la misma forma que también parece prestar atención, en sus últimos y esenciales paisajes, al ritmo mondrianesco que vendría a poner freno a lo trágico.
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