La postura de la UE en las negociaciones debe ser firme, manteniendo al mismo tiempo la agenda interna
El Consejo Europeo y su presidente, Donald Tusk, han sido los receptores oficiales el pasado día 29 de marzo de la carta de Theresa May invocando la aplicación del artículo 50 del Tratado de la Unión Europea y, por tanto, solicitando la salida de la UE. Aunque han pasado bastantes cosas desde entonces, en realidad no han transcurrido más de 10 días. Por delante tenemos dos años en los cuales se van a desarrollar las negociaciones.
En ese mismo momento la primera ministra británica realizó una declaración (que se puede consultar en la TV de la Casa de los Comunes a las 12h 35 min exactamente) que es recomendable ver como muestra de la posición de partida del Reino Unido, así como por la propia escenificación de la misma. No fue tan sólo una declaración, sino que su intervención fue seguida por las preguntas de los miembros del Parlamento. Ya ha sido comentado ampliamente el contenido de este discurso. Tan sólo me gustaría destacar que deja también traslucir varias de las mayores preocupaciones que les asaltan en este momento: en primer lugar, la posición de Gran Bretaña en el mundo, por la posible pérdida de influencia tanto económica (comercial) como estratégica; en segundo lugar, la posible fuga de cerebros, especialmente de otros países europeos pero también del resto del mundo, ya que gran parte de los científicos e investigadores y numerosos profesionales altamente capacitados que allí trabajan proceden de otros países; en tercer lugar, el equilibrio interno y la posición de Irlanda del Norte, Escocia y Gales en el nuevo reparto de competencias anteriormente transferidas a la UE y que retornan al Reino Unido. Teme una descomposición del país como consecuencia de la salida. Aparte de todo ello, asegura la representatividad de todo ciudadano en las negociaciones, algo que no deja de ser dudoso. Si bien es cierto que el Brexit ganó en la mayoría de las circunscripciones, no olvidemos que más del 48% de los votantes deseaban quedarse en la UE y, además, están concentrados en el área metropolitana de Londres, Escocia y, en general, entre gran parte de las élites profesionales e influyentes.
¿Qué es lo que nos espera durante los próximos dos años? En primer lugar, se ha puesto en marcha lo previsto en el artículo 50 del Tratado de la UE: el Reino Unido ha notificado al Consejo Europeo su deseo de salir de la UE; se cerrará el proceso cuando se firme un acuerdo con las condiciones de retirada. Con fines informativos, el Consejo Europeo ya ha creado una sección sobre el Brexit en su página web, donde un vídeo y una infografía muestran de manera esquemática el procedimiento.
Ya se ha propuesto un negociador principal por parte de la Comisión Europea, el francés Michel Barnier, que ha sido comisario europeo en dos ocasiones (de política regional y de mercado interior), ministro de agricultura en Francia y participó también en las negociaciones de la (malograda) Constitución Europea.
Existe también, previo a la reunión del día 29 de abril, un borrador de las directrices de negociación, que se hizo llegar el día 31 de marzo a los miembros del Consejo Europeo. Dos son los principios centrales de la negociación: en primer lugar, que la participación del Reino Unido en el Mercado Interior exige que cumpla con las cuatro libertades, incluyendo la libre movilidad de los trabajadores; en segundo lugar, que las negociaciones las constituirá un único paquete de medidas, con una posición única de la UE, de forma que no habrá negociación bilateral.
Asimismo, se adopta un enfoque por fases en la negociación, eliminando en lo posible la incertidumbre. Lo más relevante del texto a este respecto es que los Tratados dejarán de aplicarse en el RU, sus demás territorios ultramarinos y los actualmente asociados con la UE, así como aquellos de cuyas relaciones exteriores el RU es responsable. Esta lista incluye, por supuesto, Gibraltar. Con respecto al plazo de dos años, éste concluye el 29 de marzo de 2019, como es lógico.
Otra serie de principios buscan que la salida del RU sea lo más ordenada posible. Se trata de garantizar los derechos de los ciudadanos de los 27 que viven en el RU y los de los británicos que residen en la UE. También se quiere evitar perjuicios o vacío legal para las empresas, incluyendo las financieras, que operen en ambas áreas. Por ello habrá un único acuerdo financiero con este fin. El RU también deberá satisfacer las obligaciones financieras que ya ha contraído. Quedará también fuera los acuerdos con terceros países y se establecerá un mecanismo para resolver las disputas que puedan surgir durante el proceso. Los 27 decidirán también la nueva localización de las instituciones europeas con sede en el RU.
Se indica que es probable que la relación económica futura entre la UE y el RU sea de un área de libre comercio, un paso por debajo (aunque su nombre pueda llevar a engaño) de una unión aduanera, el régimen que mantiene Turquía, por ejemplo, con la UE. Implica libre circulación de productos pero con aranceles distintos respecto al resto del mundo. También se espera continuar colaborando en defensa, lucha anti terrorista y contra el crimen organizado.
Finalmente, se recalca el principio de sincera cooperación entre ambas partes, dado el carácter de antiguo miembro del RU y sus vínculos especiales. Al mismo tiempo, se asegura que las negociaciones con el RU no pondrán en peligro ni interferirán el avance en la integración de los restantes 27 países.
Los próximos dos años no van a ser fáciles. La postura de la UE debe ser firme, manteniendo al mismo tiempo la agenda interna lo que, de por sí, ya es difícil. Por su lado, España debe ser consciente de que estamos llamados a cubrir, al menos por razones de tamaño, el hueco que deja el RU. Aprovechar esa oportunidad para recobrar peso en el ámbito de decisión europeo e internacional va a depender de que asumamos y, en especial, nos creamos, ese papel.