Un rincón donde la vegetación se convierte en un sorprendente viaje culinario.
En pleno barrio de Velluters, ligeramente escondido entre las callejuelas del barrio de tradición de antiguos telares, casi colindando con la Plaza del Pilar, haciendo esquina en la calle Forn de l´Hospital, se encuentra emplazado este pequeño y encantador local, La cuina d'Adel, de Adel Fhoul. Lo conozco porque en su momento este lugar fue el restaurante vegano-macrobiotico “La Rogeta”, que al cerrar sus puertas nos dejó como herencia un restaurante peculiar que lleva la impronta de su propietario en cada detalle.
No me fue fácil obtener toda la información del restaurante, en verdad me tuve que buscar la vida, porque Adel es una persona que prefiere estar en el anonimato, al margen de la publicidad y las entrevistas. No parece que el restaurante estuviera por casualidad medio escondido, quizá esto le haga sentirse en un zoco de Tánger, su ciudad natal. Mi insistencia en sacarlo a la luz de su escondite fue sobre todo para que tú —que me estas leyendo— tengas la oportunidad de penetrar en su misterioso buen hacer.
Adel Fhoul me contó que cuando era niño su madre se inquietaba porque él prefería jugar con cacharros de cocina antes que con juguetes, y ya a los 11 años cocinaba en reuniones familiares, y esto sin duda, le puso en contacto con lo que era más íntimo e importante en su vida: ser cocinero le marcó una ruta que ha seguido paso a paso.
A los 18 años hizo un cambio importante en su vida, vino a España y empezó a cocinar profesionalmente en un restaurante francés en los Pirineos catalanes, donde se cocinaba cocina casera de la vieja escuela. Esta forma de hacer le influyó mucho. Aún así, su dieta personal, basada prácticamente solo en plantas, le fortaleció aún más a la hora de montarse su propio espacio.
Tiene una manera peculiar de gestionar su restaurante, y lo tiene claro. Abre únicamente 4 días a la semana, al medio día, y solo cocina lo que a él le gusta comer. Disfruta de lo que cocina y lo hace todo con el alma. Su cocina es una cocina consciente.
En el restaurante —me dice— “se trabaja muchas horas,” aun así lo hace porque disfruta muchísimo de su labor, cocina, con amor y entusiasmo, menús innovadores, con las especias marroquíes, sin pasarse para que sean bien toleradas por su público.
Pasa horas cada mañana cortando y preparando los vegetales, arroces, postres y elaborando las sorprendentes pastas frescas, homenaje a la simplicidad y la tradición culinaria, donde la pasta la convierte en una obra maestra de textura y sabor. Cada lámina de pasta la amasa y la estira a mano, cuidadosamente. Lleva consigo la esencia de la frescura, cuando la cocina libera aromas tentadores; se cocina en minutos, manteniendo su firmeza y absorbiendo los sabores de la salsa casi siempre especiada que es el ADN de su cocina. Menuda diferencia con respecto a las pastas que vienen en paquete. Esta forma de describirla me pareció pura poesía.
Cuando le pregunté de donde nace el deseo de hacer una comida vegetariana, confiesa que surge a partir de su propia dieta, basada básicamente en plantas y de la memoria de la gastronomía marroquí, donde hay muchos platos a base de vegetales.
El menú semanal es un festín cambiante, lo publica en redes sociales, en castellano, valenciano e inglés. Siempre hay opciones veganas y sin gluten. El menú se compone de un primero, que incluye los tres entrantes por comensal, los segundos a elegir y postre. Aún hoy tienes tiempo de disfrutar de su propuesta para esta semana.
Los primeros:
La vichyssoise de raíz de apio, hamburguesa de boniato con tártara de encurtidos y mostaza, croquetas de setas y orejones.
Los segundos a elegir:
Lasaña con pasta casera de espinacas y champiñones portobello con bechamel de albaca, o bien, Moussaka de berenjenas sobre patatas a lo pobre, o también arroz al horno, ¡que indecisión todo me está haciendo salivar!
Y después de desvelar en el paladar su cocina misteriosa, te queda el sweet sweetie, aquí sí vas a morir en el intento para elegir los postres, soberbios algunos, endulzados con dátiles, yo me los quedaría todos. Tarta Tatin de manzana con helado casero de vainilla, o para los que adoramos los sabores muy contrastados, tarta de chocolate a la naranja, y el último muy de temporada, cremoso de calabaza con garrapiñado de sésamo.
El empeño de Adel es que las personas entren de una manera y salgan de otra, siempre contentos. Tiene la convicción —y no está equivocado—, que el cuerpo lo nota cuando la cocina es casera y hecha con amor y cuando no.
Lo puedes encontrar en Instagram @la_cuina_d_adel