La escena era apoteósica. En una de las terrazas del Veles e Vents circundaban al conseller de Economía Sostenible, Rafael Climent, cuatro talentos valencianos excepcionales con impacto global: el presidente de la Unión Química Internacional y miembro del comité de tecnologías emergentes del Foro Económico Mundial (precisamente ahora acaba de hacerse pública en la china Taijin su apuesta por las “baterías flexibles” como una de las tendencias a seguir en 2023), Javier García; el desde hace unos días exdirector senior en Global Sourcing Strategy de Walmart, y pronto sabremos su nuevo y deslumbrante destino, Miguel Ángel Sánchez Valero; el investigador del MIT Media Lab, beca Marie Curie y una de las mentes de referencia mundial en robótica de enjambre, Eduardo Castelló; y el Environmental Funds (¿puede haber algo más de actualidad que esto?) director del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, Adonai Herrera.
Rafael Climent trató de salir airoso de la situación como mejor pudo. Les explicó sus iniciativas para impulsar el emprendimiento y la conexión con las universidades, un poco de marketing político, entre amables apelaciones de Sánchez Valero, García, Castelló y Herrera a ir a más, a pensar a lo grande, a conectar la economía de la Comunitat Valenciana con los grandes hubs del conocimiento.
Climent lo hizo muy bien por dos razones: una, porque los talentos que asistieron a aquella velada, entre los que estaban también Belén Franch (NASA) y Eloísa Herrera (CSIC), quedaron realmente satisfechos con la aparentemente sencilla posibilidad de encontrar una persona de la Administración que empatizara y les recibiera en su tierra, alguien en el lugar en el que había que estar (un par de ellos habían hecho un vuelo transatlántico para presentarse allí); y dos, porque el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, declinó asistir, y con él cualquier vestigio del PSPV en el Consell, incluido el vicepresidente de la Agencia Valenciana de la Innovación (AVI), Andrés García Reche.
Un año después, se repitió la velada en Madrid con el mismo protagonista, Rafael Climent, idénticas ausencias señaladas, y una nueva reunión de talentos de conversación apasionada: esta vez fueron nada menos que Enrique Berenguer (LifeX), Ezequiel Sánchez (PLD Space), David Pistoni (Zeleros Hyperloop) y Pacual Muñoz (VLC Photonics). Qué valientes y qué impresionantes sus apuestas, visión a largo plazo y base científico-tecnológica, así se cambia una economía. Ese sensacional encuentro de figuras brindó al día siguiente una mesa redonda memorable.
Recuerdo que recibí al político de Muro de Alcoy en su día ironizando acerca de su apuesta por la “coopetición”, cuando esta columna se llamaba Pasos en el Belvedere. Me precipité. Una de las condiciones de las personas públicas debería ser la capacidad de apoyar lo que vale la pena ser apoyado, y esa no es definitivamente una condición muy común.
Un inciso para no ser calificado de ingenuo. Por supuesto que Ximo Puig y altos cargos del PSPV han mantenido encuentros con nuestros mejores innovadores. Basta mirar el enorme listado de nombres de primer nivel incluidos en el Alto Consejo Consultivo en I+D+I de la Presidencia de la Generalitat. Muchos, muy buenos y muy decorativos (¡sigue Ramón Tamames!). Y por supuesto que Compromís habrá faltado a eventos organizados por el ala socialista del Botànic. El desapego era recíproco y conocido. Pero en el balance final, Rafael Climent ha tenido gestos que le dan un plus de convencimiento y de credibilidad en este tema.
Junto a él, es el momento de reconocer igualmente la labor de la directora del Ivace, Júlia Company, también presente en los encuentros de Veles e Vents y Madrid, cuyo esfuerzo estos años ha ido más allá probablemente de lo que le exigía el cargo. De la mano de Mariano Carrillo, con apenas ¡media decena de técnicos!, ha hecho auténticos milagros para ayudar a las empresas. Ha sabido estar donde tenía que estar.
En breve vamos a asistir a un cambio de equipos en la Generalitat, mucha suerte Carlos Mazón. Eso incluirá como es natural el relevo de Climent y de Company. No estaría de más, por cierto, una mayor proximidad del PP hacia los colectivos que tienen que impulsar la transformación tecnológica de nuestro tejido productivo, para explicarles qué tiene en mente y conocer su opinión. No empecemos mal. Habrá tiempo para ello. Pero en circunstancias como las actuales resulta irrefrenable un cierto efecto Weltschmerz, ante la inevitable acción apisonadora en ciernes de la partitocracia sobre la meritocracia.
El problema de la meritocracia es que es una fuerza débil, como la de la gravedad, porque exige valentía. Seguramente muchos altos cargos del PP en su día tampoco merecieron ser sustituidos cuando se produjo el cambio de signo político en la Generalitat. El nombramiento de los puestos de director general en la Administración del Estado recae sobre funcionarios de carrera, salvo casos puntuales en los que se demuestre que no los hay con las capacidades que requiere el puesto. En la Administración autonómica son, en cambio, puestos de designación discrecional. Un motivo añadido para la reflexión. Si no continúan las personas, al menos que lo haga su estilo y su capacidad de transformación.