Decidió probar suerte mandando una solicitud de ingreso en la prestigiosa Royal College of Art (Londres) y comenzó así una carrera fulgurante, con mucho recorrido todavía por delante, que le ha llevado a investigar los futuros tejidos y tintes que utilizará el sector de la moda de lujo en todo el mundo
VALÈNCIA. s e define como espontánea y muy curiosa. En 2016, María Arroyo marchó a Londres para estudiar durante dos años un máster en Diseño de Moda en la Royal College of Art (RCA). Acababa de ser aceptada en una de las escuelas de diseño más prestigiosas del mundo, lo que le valió de trampolín para entrar en Alexander McQueen Londres, en donde trabajó durante el 2018. Y otra vez, una nueva propuesta de trabajo, también desde la RCA, la llevó en 2019 hasta el Cotonificio Albini, la célebre industria fabricante de tejidos finos de algodón, que sirve a las firmas de moda más importantes. Actualmente vive en Curno, un pequeño pueblo pegado a Bérgamo (Lombardía). María es la manager de Innovación en Albini_Next, el centro de investigación de Albini. Su día a día consiste en investigar nuevos tintes naturales para el algodón que reemplacen los sintéticos derivados del petróleo, esos que tanto contaminan, para poder producir el tejido de algodón más sostenible.
— ¿Cómo fue su infancia? ¿Cuándo descubre que lo suyo es el diseño?
— Tuve una infancia muy normal y mis primeros contactos con el arte fueron en mi pueblo, Godella. Al salir del colegio acudía a un taller de Bellas Artes a dibujar, como tantos niños. Creo que desde siempre he tenido cierta sensibilidad hacia lo visual, los colores, las formas, las composiciones, las imágenes… Si hay una época que canalizó mi interés hacia el diseño, especialmente hacia el de la moda, fue la adolescencia. Ahí me di cuenta del poder de la ropa para expresar mensajes. Entendí cómo lo social estaba codificado a través de lo personal y cómo la ropa tenía el poder de ofender, alegrar, disgustar o amplificar ciertas personalidades u orientaciones políticas. A día de hoy me sigue fascinando.
— ¿Qué destacaría de su personalidad?
— Diría que soy muy espontánea. No necesito tener la vida ya estructurada u organizada para el medio o largo plazo. Me gusta ir improvisando y escucho mucho a mi intuición, algo que seguramente tiene que ver con mi formación. Durante el proceso creativo debes guiarte mucho por tus instintos pues al crear no hay una manera errónea o correcta de hacerlo.
— Actualmente usted trabaja en el Cotonificio Albini. ¿A qué se dedica esta firma?
— El Cotonificio Albini es una fábrica de tejidos que, desde 1876, está especializada en la elaboración de tejidos finos de algodón para la industria de la camisería y, aunque este sigue siendo su negocio principal, también trabajan otras fibras. La particularidad de Albini es que tiene una cadena productiva vertical. La empresa gestiona desde sus propios campos de algodón hasta la fábrica de hilado, tintura, tejido y acabado de los tejidos. Sus maravillosos tejidos se venden por todo el mundo a diferentes marcas, entre ellas las del sector de la moda de lujo.
— Es manager de Innovación en Albini_Next, la unidad de I+D+i de Albini. ¿En qué consiste su trabajo?
— Mi trabajo está orientado a investigar para reemplazar los tintes que provienen de derivados del petróleo, es decir, los tradicionales tintes sintéticos tan contaminantes. Mi objetivo es encontrar alternativas responsables con la ecología, la ética social, que sean factibles económicamente y tengan escalabilidad industrial, y que permitan insertarlas en el ciclo productivo de Albini.
— ¿En qué punto de su investigación se encuentra?
— Algunas de las alternativas que propongo en Albini son de origen natural, mineral o vegetal; también de desechos orgánicos a los que les damos una nueva vida pensando en una economía circular; otras soluciones pasan por colores que se producen en laboratorios a través de la biotecnología y la fermentación de microorganismos vivos. Me dedico al lanzamiento de pruebas, colaboro con nuestros proveedores —repartidos por Austria, Reino Unido, Finlandia, Suecia, Asia y América— en esta experimentación. Para mí es importante que esta innovación sea democrática y pueda llegar al mayor número de gente posible, no solo a las marcas de lujo.
— Usted llegó a Albini en 2019, tras dejar Alexander McQueen en Londres.
— Después de un año trabajando para Alexander McQueen me llegó una propuesta de trabajo a través del Royal College of Art. Cotonificio Albini acababa de crear su nuevo Think Tank, Albini_Next. Me sedujo la idea de tener una infraestructura detrás con la que poder testar y poner a prueba mis ideas. Me lancé y envié mi porfolio. Y tras una larga fase de pruebas finalmente me seleccionaron. Lo viví como una oportunidad de aprender, conocer otro país y su cultura. También me atrajo el hecho de poder tener acceso a la realidad industrial tan compleja que hay detrás de la creación de los tejidos, que abarca desde la planta de algodón hasta el acabado. Era una oportunidad única para aprender sobre el B2B de la industria.
— ¿En qué proyectos participó en Alexander McQueen en Londres?
— Empecé trabajando como freelance para el departamento de Leather goods. Fue muy divertido. Mi primera experiencia fue participar en el desfile de mujer SS19 pintando a mano artículos de cuero, con intricados motivos florales que parecían tatuajes pero estaban inspirados en un tejido del siglo XVII. Luego me integré en el equipo de Proyectos Especiales; allí el trabajo era comunicación y comisariado del proceso creativo que hay detrás de cada colección.
— Tiene veintiseis años, ¿en qué momento vital y profesional está? ¿Dónde se imagina en 2025?
— Actualmente pienso más en el presente que en mi futuro. Pero en cinco años me veo con mi propio estudio, trabajando para otras empresas en proyectos de diseño e innovación a gran escala y a la vez pudiendo dedicar más tiempo a mis propios proyectos de investigación. Me imagino mi propio estudio como una incubadora de mundos paralelos capaz de presentar nuevos productos (objeto=artefacto/ropa) a través de la experiencia multisensorial (set/instalación) acompañados de una narrativa textual o audiovisual. Me ha costado mucho llegar a entender que no hace falta que reduzca mi trabajo a una única disciplina.
— Su porfolio muestra una María fuerte, inconformista y reivindicativa. En él dice que se encuentra en la «búsqueda de su voz más auténtica».
— En la Royal nos enseñan que tienes que tener un motivo de peso para existir como diseñador. Dicen que «no se necesitan más diseñadores sino mejores». Yo aún no he encontrado mi «valioso motivo» para diseñar. Sigo buscándolo. Aunque me encanta mi trabajo actual, sí que echo de menos poder tener un output creativo propio. A veces, la necesidad de crear es irreprimible y en estos momentos he conseguido mi vía de escape escribiendo, que se intensificó especialmente durante la cuarentena.
— Su investigación personal pasa por «una reflexión sobre la fantasía, el deseo y la sexualidad» desde su perspectiva como mujer.
— En general, debido a los fundamentos de la sociedad patriarcal, pienso que se ha explorado muy poco el deseo o la fantasía desde el punto de vista femenino. Creo que hemos visto demasiados mundos fantásticos creados desde la masculinidad blanca heterosexual, y ya va siendo hora de adentrarse en otros mundos fantásticos. En definitiva, reivindico dar voz a cualquier grupo sometido a la posición privilegiada de otro.
«Dicen que no se necesitan más diseñadores sino mejores. Yo aún no he encontrado mi ‘valioso motivo’ para diseñar. Sigo buscándolo»
— En 2016 fue aceptada por la Royal College of Art de Londres, una de las escuelas de diseño más prestigiosas del mundo.
— Uno de mis profesores de la carrera en València había estudiado el máster en RCA. Él me habló de esta escuela por primera vez. Decidí probar aunque sabía que era casi imposible entrar. Ese máster ha marcado un punto de inflexión en mi vida. La directora del departamento de Moda, Zowie Broach, solía decirnos que no hay ninguna magia ligada al RCA, son los estudiantes que la integran los que convierten la Royal en el sitio que es. Tenía toda la razón.
— En la Royal College enfocó su proyecto de investigación sobre la ‘chica mala’.
— Investigué las diversas manifestaciones de las mujeres-monstruosas en diferentes ámbitos: televisión, publicidad, pornografía, cine, arte, fotografía o la literatura. Me di cuenta de que muchas marcas y celebrities apelan a esta figura de ‘la chica mala’ constantemente y pienso que es una falsa idea de empoderamiento.
— Se inspira en la filósofa posestructuralista Judith Butler. ¿Qué le sugiere una de sus frases: «Estoy moldeada por normas que yo no he producido»
— Judith Butler es, efectivamente, muy importante como referente teórico. Butler me iluminó en su momento con su teoría sobre el género performance, unas ideas que ya nacen con Simone de Beauvoir cuando dice: «mujer no se nace, se hace», lo que lleva a Butler a pensar que la identidad de género no es estable sino una repetición de actos que se van constituyendo como identificativos del propio género con el tiempo y, por eso, quien se sale de esas normas cuidadosamente establecidas por la sociedad patriarcal se arriesga a ser marginado del propio grupo.
— En sus trabajos para la RCA aparece una constante, el color rojo. Louise Bourgeois dijo del rojo que «es una afirmación a cualquier precio».
— Me compré mi primer libro sobre la psicología del color a los trece años… El color tiene una carga emotiva y semiótica muy fuerte. Es un tema que me fascina como pienso que fascinaba a Louise Bourgeois. Ella creaba imágenes difíciles y agresivas. Ha reflexionado mucho sobre temas femeninos como la maternidad. El rojo es un color que utilizo para contar mi historia, por eso lo utilicé en mi colección de la RCA. Alguno de mis otros referentes que usan el color en un modo muy agresivo y sugestivo son Francis Bacon y Ana Mendieta, en particular una performance: Untitled (Blood Sign #2/Body Tracks).
— También le inspira Luce Irigaray, quien arremete contra las teorías de Freud acerca de la envidia del pene y el complejo de Edipo…
— Estoy totalmente de acuerdo con ella. Necesitamos un lenguaje distinto al discurso establecido como universal para hablar del deseo y la sexualidad femenina. El ejemplo claro está en la pornografía. Hay muy pocas mujeres que trabajan como directoras en este género y pienso que es un grave problema porque las posiciones de poder se traducen en los diferentes roles que se toman durante el acto sexual. Me gusta mucho investigar el deseo y lo erótico en mi trabajo. En un ensayo brillante, Audre Lorde explica por qué es importante entrar en contacto con nuestros deseos y con lo erótico en todos los ámbitos de nuestra vida y no solo en lo sexual… Cuanto más hablemos de ello, más se consolidará y nos liberaremos de los lastres impuestos.
— ¿Qué es lo que más feliz le hace, como diseñadora y como persona?
— Se me hace muy difícil distinguirme entre persona y diseñadora. Pero últimamente me hace muy feliz estar en contacto con la naturaleza. El norte de Italia está lleno de montañas muy altas y, para mí, es muy exótico. Recorrerlas y nadar en sus lagos es una imagen de felicidad recurrente. También me gusta conocer a gente nueva. Y me satisface muchísimo proyectar ideas para películas que quizás nunca lleve a cabo. La fotografía de lugares y personajes, la investigación y redacción del guión, el diseño del set y la cinematografía me apasionan. El cine es mi industria frustrada.
— Volviendo al diseño, ¿qué piezas de vestir le gusta más diseñar?
— Últimamente estoy obsesionada con los pantalones. Creo que es una relación amor-odio. Me encanta rediseñarlos. Creo que hemos llevado el mismo sistema de cierres durante demasiados años: cremalleras y botones con una abertura central o lateral. Creo que es un modelo anticuado, que no se adapta a los cuerpos, en constante evolución, como tampoco a la fluctuación entre tallas. Umberto Eco escribió un ensayo muy intersante en 1976 en el que reflexionaba sobre la capacidad de los pantalones de moldear nuestra psicología. Aquel texto me hizo reflexionar mucho. Me gustaría diseñar pantalones que dejaran nuestra mente libre para pensar.
— Para sus diseños, ¿qué materiales prefiere?
— La selección de los materiales es ‘el todo’. Puede crear la diferencia entre un diseño de éxito o uno mediocre. Además, más allá de la estética del material, lo importante es conocer la procedencia de la fibra y su durabilidad. Como diseñadora de moda, siento la responsabilidad de diseñar la circularidad de los productos que cree. No tiene sentido seguir sacando al mercado más productos que al año estén obsoletos y sean desechados. En el planeta hay un excedente enorme de producción de ropa al que no quiero contribuir.
— ¿A qué retos se enfrentan hoy los diseñadores?
— Nuestro reto está en diseñar un nuevo sistema que sea responsable con las personas y con el medio ambiente y que al mismo tiempo sea sostenible económicamente para la industria. El modelo de presentación de las colecciones también está anticuado, así como el sistema basado en la estacionalidad y el calendario de deliveries a las tiendas.Todas estas cuestiones han quedado en evidencia con la crisis del coronavirus y muchos diseñadores se han unido en coalición para promover cambios. Espero de verdad que el ritmo de la moda se ralentice e invirtamos más en innovación. Tenemos que cambiar la mentalidad; no siempre es mejor crecer. Tenemos que pensar en un decrecimiento sostenible. Solo así la moda podrá, de verdad, comprometerse con la crisis medioambiental actual.
— ¿Qué añora de València?
— Llevo siete años fuera de casa. Me he acostumbrado a vivir lejos, con poca morriña y he desarrollado la habilidad de convertir en casa mis otros destinos. Lo que más echo de menos es a mi abuela, tener más cerca a los míos para una paella de domingo. Y el mar.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 75 (enero 2021) de la revista Plaza
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