La diversidad educativa es la clave del cambio educativo

VALENCIA. El problema de la educación española es que no quiere reconocer que los centros educativos, igual que la sociedad y el mundo, está lleno de personas distintas, diversas, que viven en circunstancias cambiantes. Esas circunstancias familiares, económicas, de localización etc. Influyen muchísimo en la vida diaria. Por eso nuestro sistema debe tener en cuenta todas estas situaciones para evitar que la educación, sea una losa que cae encima de las familias y cree más fracaso en momentos complicados. La pedagogía como ciencia ha avanzado lo suficiente como para ayudar a todos y cada uno de nuestros alumnos y familias a conseguir los objetivos planteados para nuestros alumnos adaptando metodologías y potenciando el esfuerzo.

La comunidad educativa tiende a hablar de la educación como sistema. Sin embargo, cada vez más, el mundo educativo se está centrando en las personas, en sus alumnos. Se está centrando más en cómo se aprende. Por eso, el aspecto emocional y  la neuroeducación son aspectos básicos de la pedagogía que se habían olvidado o, mejor dicho, no se tenían en cuenta por el común del profesorado porque eran desconocidas, solo pedagogos y psicopedagogos trabajábamos a diario en nuestras aulas desde esa perspectiva.

Hace 20 años que venimos hablando de este cambio de paradigma. Pero hoy, nuestra sociedad ha cambiado tanto que la escuela, el colegio, el instituto necesita educar a sus alumnos desde otra perspectiva. Hoy ya no somos una sociedad uniforme de los 70 y los 80 que veía solo dos canales; hoy somos una sociedad tan diversa que necesitamos que esa atención a la diversidad sea patente en todas las aulas de nuestros centros.

Las familias cambian. Los niños de aquella sociedad tan uniforme son ahora padres de familias muy diversas. Por causas que no vamos ahora a analizar,  son comunes cambios de residencia, de pareja, de trabajo… son comunes padres y madres trabajando muchas horas fuera de casa... entre otras cosas. Y pretendemos que los niños y jóvenes de hoy sepan gestionar todo ello con serenidad. Suplimos la presencia de los padres con el uso del móvil que se convierte a la vez en el mejor amigo y el peor enemigo. Los adultos quieren inmediatez. Si el niño se olvida los deberes en la clase, prefieren pedir por el grupo de whatsapp correspondiente que le pasen la foto de la página de los deberes que el niño se ha dejado a dejarle sufrir las consecuencias del olvido para  que así aprenda de sus errores. Nuestros alumnos y jóvenes siguen siendo seres humanos en formación que todavía no pueden adaptarse a todo ello sin que les pase factura de un modo u otro. Los padres hacen lo que pueden pero, ¿Y los profesores? Irremediablemente deben ser capaces de gestionar todo ello. ¿Por qué? Porque si no logran un clima de bienestar emocional en el aula mínimo, sus alumnos no van a aprender.

Los equipos psicopedagógicos de los centros son fundamentales y vitales para que todos los alumnos, de manera permanente sean atendidos desde todos los aspectos de su ser para que aprendan, sean felices, aprendan de sus errores, puedan desarrollarse sanamente y crecer personalmente. Puedan ser los ciudadanos sanos, formados, trabajadores e inteligentemente vitales que la sociedad necesita.

Los pedagogos que trabajamos en las aulas, tanto desde la educación obligatoria como postobligatoria, sabemos que el trabajo en equipo serio, de seguimiento y como filosofía educativa, con el resto de los profesores y con la dirección del centro, es fundamental para que todos los alumnos consigan sus objetivos en el colegio. Los pedagogos y psicopedagogos se han convertido en la bisagra a tres bandas que ayuda, desde el aula y junto a los profesores a que los alumnos y las familias tengan una calidad educativa que se traslada siempre en una mejor calidad de vida para hoy y para el futuro.