Los “lapsus” mentales sacan a flote la realidad del “despiste”. El de Antonio Montiel sobre el futuro de los trabajadores de RTVV y el nuevo ente autonómico, y el cometido por la concejala de Cultura, Gloria Tello, con relación al más que incierto futuro del director de la Orquesta de Valencia son dos evidencias; traiciones o no del subconsciente incluidas. Al lío
La principal diferencia entre un político profesional o pseudopolítico y alguien que ha llegado a los escenarios públicos por convicción y supuestamente estará en el cargo de forma temporal y no inmortal, al menos mientras no descubra y disfrute la poltrona y la adulación a la que suele estar vinculada el poder, es que los primeros suelen deformar la realidad para intentar hacerla creíble según sus intereses. Los segundos sufren traiciones del subconsciente y terminan diciendo realmente lo que piensan o creen en su interior pese a ser políticamente incorrectos. Ante estos segundos casos casi nadie o muy pocos se sublevan. Entienden que la sinceridad es más valiosa que una media verdad, la más absoluta mentira o la simple y frágil impostura momentánea.
Atiendan sino a esos mensajes subliminales, y no tanto, que nuestros candidatos a las nuevas elecciones generales regalan para “satisfacer” nuestros oídos o convencernos de sus bondades. A ver si no quién se cree a estas alturas que una vez cerradas las urnas del 26J nos van a bajar los impuestos de golpe, pagará quien más tiene, nos devolverán lo robado los que están en el trullo o camino de él, nos van a poner un salario vitalicio, vamos a ser un país sin parados, se aproxima la hecatombe final de los radicales, terminaremos de trabajar a media tarde o se ampliaran las vacaciones de marzo a marzo con pagas extras incluidas. Alguno aún lo creerá.
"A ver si no quién se cree a estas alturas que una vez cerradas las urnas del 26J nos van a bajar los impuestos de golpe O pagará quien más tiene"
Pero los españoles, que estamos dejando de ser tan ingenuos como algunos aún creen, en una de las últimas encuestas preelectorales han dejado claro que a la gran mayoría de ciudadanos estar con un Gobierno en funciones es lo que menos le importa. Algo así como que ni se nota y de paso no estorba. Ese desapego consciente o inconsciente producto del hartazgo, o ese pasotismo generalizado, es lo que le gustaría vivir de cerca a más de uno que a estas alturas del No-Do debe estar atándose a la silla del despacho con maromas del veinte por si acaso han de sacarlo de su despacho junto a las cajas de la mudanza rumbo al vertedero más próximo. Dicen que el poder, más que seducir, embriaga como la absenta que ahogó a Malcom Lowry. Enseña a quien lo maneja dotes de incombustibilidad y autoconvicción irreal. Por suerte no a todos.
Sin ir más lejos, en uno de esos lapsus de sinceridad, Antonio Montiel, líder de Podemos en esta autonomía, ha dejado claro que el futuro de RTVV pasa por el sector privado y no tanto por la restitución de las plazas ganadas por oposición o a dedo en el sector público. A los 1.600 extrabajadores del ente “les he dicho que el futuro de muchos no pasará por RTVV, sino por el sector privado”, confesó Montiel en un foro.
Aunque duela a quienes vieron truncada su vida profesional y familiar, hay que agradecerle la sinceridad o la “traición” del subconsciente frente a los mensajes que hasta ahora se han escuchado sobre el bendito futuro del ente autonómico y las expectativas creadas a un colectivo que sufrió como pocos la indiferencia y acritud de la vida política a base de una gestión impropia y cruel. Al menos la iniciativa legislativa para su recuperación ha comenzado a caminar.
El segundo “lapsus”, y no es el primero que sufre, corresponde a la edil de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, Gloria Tello. Ella, dócilmente y amparada en los músicos del colectivo, ha puesto al pie de los “troyanos” al actual director de la Orquesta de Valencia (OV), Yaron Traub. Le ha dado políticamente la puntilla, aunque a éste le quede un año más de contrato. De poco parece haberle servido al israelí las incansables relaciones públicas desarrolladas desde el minuto uno para intentar mantener la batuta de la OV entre las manos.
Once años en un cargo -en relación al tiempo que lleva el músico en Valencia- son suficientes aunque será el nuevo director del Palau de la Música y la propia orquesta quienes tomen la decisión final, sugirió la concejala agazapada tras una consulta interna que llevaba largo tiempo rondando por ahí y ha servido de paso para torpedear al colectivo. Añadía la edil que los cargos no son vitalicios. El suyo tampoco, y menos con deslices que comienzan con una mera declaración política y terminan con un movimiento ingenuo cargado de intencionalidad allá donde existía una paz tácita.
Traub, lo bien cierto, es que ha cumplido su momento, con sus luces y sombras, aunque él no lo vea. Sin embargo, son muchos los que quieren nuevos aires, lo que se denomina otro impulso. Hasta existe desde hace meses una larga lista de candidatos alternativos en la que figuran Gustavo Gimeno, Ramón Tébar, Rafael Sanz-Espert, Juan Luis Martínez, Robert Forés, Jordi Bernácer, Noseda, Pablo Rus, Álvaro Albiach, Josep Vicent…
Es cierto que hay una gran legión de directores españoles más que preparados para asumir el reto, los cachés ya no son lo que eran ni de lejos y las arcas públicas parecen una caja de pasas pochas. Hace tiempo que los músicos de la orquesta creen necesario un cambio en su dirección.
Todo principio tiene un final y las relaciones se resquebrajan. Buena es la orquesta. Sólo que remover en este momento una encuesta interna sobre una decisión aparcada con sutileza hasta el momento oportuno únicamente va a conseguir que en los próximos meses se establezca una situación insostenible. No sólo no era el momento sino que alguien de forma consciente ha querido que cobre vida con meses de antelación. Todo un error político de gran calado y muy poca capacidad estratégica, por no decir ceguera, que le puede costar algo más que un disgusto pasajero a la concejala responsable del ramo o a algún “colaborador” próximo. Más aún siendo conscientes de que el público está abducido por Traub y las firmas de melómanos pueden comenzar a circular. Así que, lío al canto.
La guerra está abierta, pero el despropósito puede terminar convertido en una trampa mortal. La designación ayer de Vicent Ros, hasta ahora inspector de la Orquesta, y futuro directo del Palau de la Música durante los próximos tres años tendrá mucho peso en el batiburrillo inminente. El embrollo está servido para los próximos meses, tanto en lo que respecta a este asunto de traiciones como a lo que significará en torno a las relaciones personales de los músicos y técnicos de la orquesta con su actual director.
Queridos/as, os la han jugado como hicieron en su momento con Carlo Rizzi, flamante sustituto de Miguel Ángel Gómez Martínez al frente de la sinfónica, para quitárselo de encima. Así que, cuidado con los privilegios, atentos al mal rollo y ojo a las susceptibilidades y desconfianzas venideras. Al tiempo, que es quien realmente pone a cada uno en su sitio y acaba desnudando imprudencias