Uno de cada cuatro españoles consume productos ecológicos. ‘Startups’ valencianas aprovechan el filón con diversas propuestas basadas en esta filosofía
VALENCIA. Que cada vez más personas se van sumando a la corriente de comer sano es un hecho, y que los productos ecológicos están aumentando su demanda, también. De hecho, su consumo ha crecido de manera exponencial a lo largo de los últimos años, según se desprende de un estudio publicado este mismo año por el Ministerio de Agricultura. Un 28% de los españoles ha ingerido productos ecológicos el último año y un 25% afirma hacerlo a diario.
Con esta tendencia en auge es habitual que cada vez surjan más startups enfocadas a este tipo de perfiles aprovechando un filón que no parece que se vaya a quedar en una moda. Entre ellas, la del ingeniero valenciano Joan Bosch, que junto a Carlos Coquillat y Carlos Lozano está a punto de lanzar a la venta Freshhy, un sistema de cultivo inteligente compuesto por mesas, cápsulas y accesorios que permiten obtener tus propios alimentos ecológicos en casa sin ningún conocimiento previo.
Una fórmula que recuerda a la de las conocidas cápsulas de Nespresso y que innova con el diseño, realizado mediante la co-creación con clientes de su target, por lo que consiguen cubrir mucho mejor sus necesidades. «Innovamos mediante el sistema electrónico, la app móvil, el uso de cápsulas con todo lo que necesita la semilla para crecer y con el empleo de tecnologías de cultivo de alto rendimiento; con ello permitimos a los usuarios tener un huerto ecológico de diseño, del que pueden consumir sus propias verduras sin preocuparse por regarlas, abonarlas o cuidarlas, ya que se hace todo de forma autónoma y sencilla para el usuario», explica Bosch.
Con este producto, los clientes pueden vivir la experiencia de poder consumir alimentos frescos, ecológicos y saludables viéndolos crecer en su propio hogar, ayudándoles directamente a mejorar su salud y bienestar gracias a las propiedades tanto de las plantas como de las verduras. Esta idea surgió cuando, hace unos años, Bosch detectó esta necesidad mientras ayudaba a su abuelo en la recogida de la cosecha en su huerto de Alginet. Fue un caluroso día de agosto sobre las 13.30 horas, a 45ºC en el campo, cuando se dio cuenta de que algo debía cambiar.
Desde ese momento empezó a pensar en cómo facilitar este trabajo a las personas mayores, al tiempo que acercar la huerta a los consumidores de la ciudad, haciéndolo de un modo sencillo, que no ensuciara y completamente automatizado. Su principal cliente potencial es la mujer que vive en áreas urbanas, lleva un estilo de vida saludable, deportista, concienciada con el medio ambiente y perfectamente conocedora de los beneficios de cultivar sus propias hortalizas libres de pesticidas. «Son sabedoras de los beneficios tanto en el sabor como nutricionales que pueden conseguir comiendo sus verduras en el estado óptimo de maduración, recolectadas al momento», asegura. También se están testeando otros mercados como el canal horeca que ha demostrado interés por sus productos.
Natural Functional Foods ha sido la única idea valenciana seleccionada en la primera edición de la aceleradora Orizont, dedicada al sector agroalimentario. De los 320 millones de euros en rondas de financiación que levantaron en 2014 las startups con base tecnológica en España, sólo 8,5 millones fueron a parar al sector de la alimentación (según la consultora Venture Watch).
Natural Functional Foods, impulsado por Roberto Roselli y Cristóbal Aguilar, busca fabricar alimentos funcionales con un valor nutricional más alto, abriendo las puertas a un nuevo tipo de alimento. Sin embargo, la clave parte de un proceso natural que asegure una agricultura sostenible y proteja el medio ambiente.
Para empezar, han optado por el brócoli y otras coles. «Lo hacemos con un protocolo y una metodología para que sean sostenibles», explica Aguilar, quien apunta a la incorporación de estimulantes que afectan sobre las vías metabólicas. Llevan un año en marcha con el proyecto, que tiene sede en Valencia con vínculos con la Universitat de València para mantener la infraestructura de los invernaderos. También utilizan los laboratorios del CSIC de Murcia y Pontevedra, especializados en este tipo de productos. Según explica Aguilar, el brócoli tiene un compuesto bioactivo que produce efectos antioxidantes y antienvejecimiento, entre otros, que incrementan sin manipulación genética.
Tienen claro que este tipo de productos no está dirigido al consumo masivo, sino al consumidor mejor informado, que busca un valor añadido en el alimento, con una mayor expectativa y calidad de vida y que sabe lo que consume. De hecho, su mercado no está dirigido a España, sino a Inglaterra y Alemania. ¿El motivo? «Las cifras nos transmiten que el consumo medio de brócoli en España es de medio kilo por persona al año, mientras que en estos países es de cinco. Es obvio que esta clase de productos son más aceptados en estos países», destaca Aguilar.
El mundo animal está lleno de ejemplos de cooperación y uno de los más brillantes es el de las colmenas. Este espíritu se ha recogido en La Colmena que dice Sí, un exitoso modelo de comunidades de consumidores que se agrupan para comprar alimentos de proximidad ecológicos a los productores locales. Este movimiento, nacido en España en 2014, se basa en una plataforma online en la que se van añadiendo puntos de encuentro. «Está formada por colmenas que generan una nueva alternativa de consumo en el barrio», explica Justine Cataccin, coordinadora en España de esta startup.
¿La particularidad? Cualquier persona puede decidir organizar una colmena en su barrio y es la encargada de encontrar a productores y consumidores. En Valencia existen al menos tres colmenas, que se reúnen una vez a la semana y que están abiertas durante dos horas para recoger la compra. En Valencia existen puntos en el Carmen, Wayco y Las Naves. Los consumidores pueden apuntarse a un máximo de tres colmenas a las que ir a comprar y deben realizar el pedido por internet antes de que llegue el día de recogida.
En la página de La Colmena que dice Sí se puede entrar en cada colmena formada y ver los productores y productos que van desde fruta, verdura, pan, queso, carne a cerveza, entre otros. Nunca habrá dos que produzcan lo mismo porque está pensado para que no compitan entre ellos y establezcan un precio justo. En esta se podrán seleccionar los productos que se quieren comprar para que los agricultores puedan llevar el género, además de ver el coste.
La Colmena que dice Sí se diferencia de los grupos de consumo y de las cestas online en que «utiliza la tecnología para realizar la transacción, pero a la vez recrea el vínculo con la tierra, así como entre el productor y el consumidor» apunta José Vicente, un ingeniero informático creador de la colmena Wayco. Los impulsores de estos espacios se encargan de comunicar en su barrio esta alternativa y por ello cobran un 8,35% de las ventas que realizan los productores. Otro 8,35% va dirigido a La Colmena que dice Sí para mantener la plataforma, además de ayudar a los creadores a buscar productores.
Para los consumidores, registrarse en la colmena no supone ningún compromiso. Tan sólo recibe el aviso de en qué momento se abre la opción de empezar las compras y de ver los productos disponibles; y a partir de ahí comienza todo el ritual. Estos encuentros no se conciben como meras compras, sino como un punto de reunión para poder hablar con la persona proveedora de alimentos. Se trata de utilizar la tecnología para fomentar el encuentro humano.
De momento sólo tienen un pequeño restaurante en el centro de Valencia — con la apertura de otro ya a la vista—, pero Be Green tiene la pretensión de convertirse en una cadena de restauración sana y ecológica. Impulsada por Lucía Zaragozá, ha sido una de las empresas elegidas para la última edición de Lanzadera. «La idea surge de mi propia experiencia. Por trabajo me veía obligada a comer fuera de casa y las opciones que tenía no eran muchas. El clásico restaurante de menú de tres platos, de comida pesada y con un servicio lento, o el restaurante de comida rápida tradicional», explica.
Entonces tras un viaje a Nueva York descubrió este concepto que aunaba la comida sana y la rapidez en el servicio. «Buscamos diferenciarnos principalmente por la calidad de nuestros ingredientes. Ingredientes frescos de proveedores de proximidad y algunos de ellos ecológicos».
También buscan diferenciarse en el servicio. «Huimos del buffet libre», afirma, ya que consideran que devalúa el producto. Además, no tienen ningún plato preparado y usan envases desechables 100% biodegradables.
También forman a sus camareros para que no sólo vendan el producto sino que sepan prescribirlo. «Ahora muchas personas sufren de alguna intolerancia y para ellos es muy importante tener opciones adaptadas a sus necesidades cuando comen fuera de casa», añade la joven empresaria.
Bee Green dispone de más de treinta ingredientes distintos que van desde clásicos como la zanahoria, el tomate o el pepino hasta la quinoa, la levadura de cerveza o el pollo tandoori. Con estos ingredientes los clientes pueden elegir entre 18 ensaladas y 16 wraps (tortita con relleno) distintos. Además cada día elaboran una crema y una pasta del día.
(Este artículo se publicó originalmente en el número de septiembre de la revista Plaza)