La evidencia muestra con contundencia que las economías que alcanzan mayores niveles de renta por habitante son las más productivas, y estás a su vez coinciden con las que basan su producción en factores más cualificados. Estamos hablando de trabajadores con mayor capital humano y de capitales tecnológicamente más avanzados.
En España, el análisis de la economía del conocimiento deja un sabor agridulce: por un lado, las actividades que utilizan más intensamente factores cualificados vienen aumentando de forma continua en el tiempo, pero el peso que la renta que reciben esos factores en la renta total está muy por debajo de la que tiene en otros muchos países desarrollados.
Un reciente informe presentado por el Ivie y la Fundación Ramón Areces ha cuantificado qué parte de la renta de la economía española se destina a retribuir conocimiento. El resultado es que de 2000 a 2014 ha aumentado en 6 puntos porcentuales, hasta alcanzar el 60% del PIB. Es una buena noticia que cada vez sea más importante la economía del conocimiento, pero es una mala noticia saber que hace un cuarto de siglo que varios países desarrollados ya alcanzaron el nivel que tiene hoy España.
Desgraciadamente, la economía valenciana no sale bien parada en el ranking regional en cuanto al peso de la economía basada en el conocimiento se refiere, ya que se sitúa 4 puntos por debajo de la media y es la sexta comunidad autónoma donde menos pesa. Peor parada sale si se compara con los líderes de la economía del conocimiento que son Madrid, País Vasco y Navarra.
Basar la producción en menor medida que la media nacional en factores cualificados ayuda a explica que la productividad del trabajo y el PIB por habitante de la Comunitat Valenciana se sitúen también por debajo de esa media: un 3,8% en el primer caso y un 11,2% en el segundo. Por tanto, si queremos aspirar (y queremos) a incrementa nuestro nivel de bienestar, hemos de hacer dos cosas: intentar cambiar la especialización productiva hacia sectores más intensivos en conocimiento; y, dentro de cada sector, buscar los productos y actividades donde tenemos ventajas competitivas pero buscando intensificar el uso de factores productivos cualificados. Lo primero es un proceso de muy largo plazo pero que hay que empezar a recorrer. Lo segundo es más factible, y son las empresas las que deben encontrar esos productos que aportan más valor añadido y que exigen utilizar inputs más intensivos en conocimiento.
Las AAPP también tienen un papel importante que cumplir para que aumente la economía del conocimiento con medidas encaminadas a incentivar que las empresas intensifiquen el uso de inputs cualificados (capital TIC, intangibles, ocupados con estudios superiores, etc.) entre las que se encuentran la eliminación de barreras (laborales, fiscales, administrativas) al crecimiento empresarial, y mayor inversión pública en infraestructuras, en educación y en I+D. Desgraciadamente, el deseable y necesario objetivo de tener unas finanzas públicas saneadas ha utilizado la tijera de la austeridad de forma indiscriminada, sin ser conscientes de que recortar gasto en inversión en lugar de corriente, implica hipotecar el futuro de la productividad. Obviamente, mucho más fácil sería para la Comunitat Valenciana avanzar hacia la economía del conocimiento con una financiación que nos aportara los recursos que justamente nos corresponden. Ni más ni menos que al resto de españoles. Así que crucemos los dedos para que la reforma del sistema de financiación autonómica corrija cuanto antes la injusticia histórica que sufrimos los valencianos.
Joaquín Maudos. Catedrático de Economía de la Universitat de València y director adjunto del Ivie