Durante el verano, el restorán deja a paso a la terraza, donde las horas se mecen con la brisa
VALÈNCIA. Entre la huerta y el mar, como una dilatación de los campos de arroz, está la playa de Pinedo. Antes plagada de merenderos, donde los paseantes descansaban las piernas, donde las familias echaban el día; hoy frecuentada por peregrinos de València, que ya no se las ven con las mesas de madera, sino con los restaurantes elegantes. El espíritu es casi idéntico: hedonismo, en la orilla, mientras se van muriendo los días de estío.
Uno de estos establecimientos está protagonizado por las hermanas Soler, Lola y Chabe, con carácter tan implacable como el nombre. La Ferrera es un homenaje a las mujeres de la familia. Un proyecto joven de Lola y su marido, nacido hace cuatro años, pero sobre todo ilusionante, ya que ha pasado por la rehabilitación de un espacio singular, que ahora consta de varias zonas al aire libre y vistas dominantes sobre el mar. También ha hecho que Chabe Soler recale en una cocina propia, después de peregrinar por varios negocios de València, mientras que Lola comanda la sala. En verano, dan comidas y cenas; en invierno, solo lo primero.
"Queremos que la gente sea consciente de que, incluso en los meses de invierno y otoño, comer frente al mar es un privilegio", aseguran. El oleaje de fondo, o la plácida calma, en esa comida familia, de negocios. Las Soler persiguen el buen plato, aquel que se queda en la memoria del comensal. "Nuestra cocina durante todo el año se basa en el principio de la tradición, pasado por las nuevas técnicas culinarias. Todo es producto y horas", añaden.
De repente esgarraet de pimiento y bacalao, boquerón en adobo frito o sepionet sucio, que al final estamos en la playa. Y si nos ponemos modernos, alguna coca en sal o berberechos con lima, sin demasiadas estridencias. Por supuesto, también hay arroz; seco y meloso; de marisco, de corvina de ‘periquitos’ (que es el camarón rojo)... "Es la estrella todo el año", afirman, porque tampoco pueden desprenderse de la genética de la zona, totalmente consagrada al producto valenciano. Un escándalo, con buen vino y vistas a la luna.
Terrazas de verano, que decíamos. Benditas.
Vas a ir a Pinedo, te vas a bañar.
Ya que estás en el paraíso, no renuncies a la buena mesa.