VALÈNCIA. Las colas del libro han vuelto. Después de un Día del Libro también para recordar, las librerías valencianas vuelven a mostrar el pulso de la literatura tras la pandemia. Todas las voces lo corroboran: el confinamiento ha sido un antes y un después para muchos lectores y lectoras. Algunos se han sumado, otras han aumentado el ritmo de lectura, muchas personas se sientes más llamadas a participar en encuentros y firmas de ejemplares. Lo que parecía un oasis en el destino irremediable del papel, ¿puede ser un cambio de paradigma? ¿Qué papel juega en todo esto la Fira del Llibre? Culturplaza reúne a tres personas del sector más allá de las librerías: Mercé Pérez, editora de Sembra Llibres; Ana Campoy, escritora especializada en literatura infantil y juvenil; y Marta Dondara, agente de prensa de algunos de los nombres más mediáticos de la escena nacional. Las tres reflexionan, juntas, sus experiencias y expectativas para hacer una radiografía y mirar al futuro.
Los titulares de la Fira los suelen ocupar las librerías, las organizadoras y protagonistas de esta semana. Pero las tres entrevistadas también tienen una agenda que cumplir. La Fira no se celebró en 2020 y tampoco en 2021 cuando tocaba. ¿Cómo encaran esta gran cita después de 18 meses de espera?
Las experiencias previas parecen ser la mejor prueba: “Parece que todo se está animando después del verano. Todas las actividades se están llenando y ha sido una alegría haber ido a la Feria del Libro de Madrid y ver, no solo a mucha gente ir, sino también comprar libros”, explica Marta Dondara.
“En la literatura infantil y juvenil, las ferias y los encuentros escolares son fundamentales, porque aunque somos una parte importante del sector, la literatura de adultos es la que suele llevarse más atención de los medios. Nuestro trabajo es a pie de caseta y escuela. El encuentro con los niños ha sido una pasada. Venían con cuatro o cinco libros acumulados para que se los firmaras”, comenta por su parte Ana Campoy, que además destaca una anécdota de la Feria en Madrid, en la que estuvo Emilio Lledó: “se le saltaban las lágrimas al ver las colas de gente”. “Las colas son un punto de partida para vernos las caras y reencontrarnos”, culmina.
En el caso de Mercè Pérez, su editorial no ha estado presente en Madrid porque editan en valenciano, pero sí en otras tantas que se han hecho en el ámbito lingüístico catalán, entre el que destaca la Setmana del Llibre en Català. Pero la Fira del Llibre también significa “volver a participar en un acto tan grande, volver a hacer presentaciones y sin tener que reservar espacios o hacerlo online, volver a intercambiar palabras y reencontrarse con el público…”. Además, para una editora también es la oportunidad de “descubrir autores y autoras, ilustradores e ilustradoras, qué se publica en otros sellos… Por mucho que hoy en día nos lleguen propuestas por e-mail, en las ferias se ve de manera diferente”. Pérez recuerda también que el confinamiento llegó en un momento clave del año para las editoriales: “fue traumático porque pilló a las puertas de Sant Jordi y la Fira del Llibre. Que ahora se pueda celebrar es una manera de sentir que ya ha pasado el shock”.
“Todo iba a cambiar al salir, porque iba a ser el boom del desconfinamiento. Pero el interés por la lectura se ha mantenido durante todos estos meses”, radiografía Dondara. “Se han abierto librerías en València, se han consolidado otras… La gente parece necesitar más respuestas que nunca, leemos porque vivimos en una época de mucha incertidumbre con muchas preguntas, no solo por la pandemia, sino por la crisis climática, el auge de la extrema derecha, etc. Una inquietud que provoca que necesitemos encontrar respuestas en la ficción, en el ensayo, en la literatura infantil y juvenil; encontrar algo a lo que agarrarnos. El contexto social en el que vivimos hace que nos tranquilice coger un libro y parar, y creo que eso es lo que se ha quedado en el tiempo”, profundiza la editora Mercè Pérez.
El matiz lo aporta Campoy: “No nos podemos relajar. La pandemia ha ayudado porque el aburrimiento ha hecho grandes lectores, pero no debemos bajar la guardia. Las campañas de fomento a la lectura no pueden ser puntuales sino sostenidas en el tiempo y además debemos repensar un sector que publica y vende más libros de los que se leen, y esas campañas tienen que ir destinadas a leer esos libros. La literatura es útil cuando, además de comprar libros, la gente los lea”.
Noruega (Drassana) ha roto la baraja, pero en este hito que es la Fira del Llibre, también cabe preguntarse por la salud del libro valenciano. ¿Qué hacer después de ese éxito? ¿Qué lección hay que aprender? ¿Cómo se puede continuar hacia adelante para que haya otros muchos con su alcance de ventas y atención mediática? “Los medios de comunicación y la presencia en redes sociales es esencial. Debemos cuidar mucho eso”, abre la conversación Marta Dondara.
Fotos: KIKE TABERNER
“Hay algo muy bonito que tenemos en València y es una cultura muy arraigada y con muchísima riqueza. Internacionalizarla es casi un deber. Lo hacía Chirbes, por ejemplo, que se lee en toda España y más allá. Como autores debemos entender que lo cercano no tiene por qué no ser universal”, explica Ana Campoy, que acaba de publicar un cuento sobre el Parque de Gulliver en Fantasmada (Anaya), que recopila otros cuatro relatos sobre fantasmas y ciudades del resto del Estado. “Yo he querido hacer un homenaje a una ciudad que me ha acogido. Da igual que no haya nacido aquí, y quiero que mi literatura se lo tiene que devolver. No hace falta que sea siempre, pero sí saber que lo que pasa aquí puede ser exportable. Eso es lo que nos distingue del resto de la literatura”, opina.
La editorial cooperativa Sembra Llibres, en la que trabaja Mercè Pérez, tiene su mercado en la literatura en catalán, pero editando desde València: “editamos desde la periferia en una lengua minorizada”, recalca. Desde ese prisma: “hace falta una mayor implicación por parte de las administraciones. Se ha notado mucho en los últimos años en su implicación para celebrar, por ejmplo, la Plaça del Llibre; también el hecho de volver a tener una radiotelevisión pública para disponer de una mayor atención mediática. Pero falta más y nuestra tarea es siempre la de pedir más implicación”. Pero también “normalizar el libro valenciano y dejar de hablar de él como un rara avis. Tenemos editoriales que editan de todo y sin complejos, y gente en publicando en primera línea y ganando premios internacionales. Debemos dejar de hablar de fenómenos y de excepciones y hacerlo con normalidad de los libros que se editan, visitar las librerías de barrio, y las políticas públicas a las que se refería Ana [Campoy] para fomentar, por ejemplo, algo tan esencial como son las bibliotecas públicas, que son las que más fomentan el encuentro con los autores y autoras de aquí”.