SIN COMPLEJOS / OPINIÓN

La hora más oscura

25/01/2021 - 

La Comunitat Valenciana vive los peores momentos desde que hace diez meses estalló en nuestras vidas la covid-19 y todos los días se estrella un avión en nuestra autonomía y en nuestros ánimo. A cada hoja del calendario son cien personas menos en todo el territorio. Desgarrador. Ya hemos visto mucho desde que en febrero del 2020 comenzáramos a alertar de lo que nos venía encima, pero esta jodida pandemia tiene la maldita habilidad de escalar nuestros muros sentimentales y escarbar en nuestras tripas. Siento que ahora sí que el miedo se ha instalado en nuestra sociedad y que vivimos lo que nuestros compatriotas madrileños sintieron el pasado mes de marzo: el círculo de contagios, enfermos y decesos se cierra en torno nuestra. Cada uno podemos ser las siguientes víctimas del coronavirus y ahora no sabemos dónde ir.

La estrella de la Navidad se apagó dejándonos delante solo la noche más oscura. Navegamos sin rumbo con un capitán Ximo Puig tuerto de sectarismo, borracho no de ron sino de autosuficiencia y una tripulación de grumetes al borde de la rebelión a bordo. Los valencianos no atisbamos puerto seguro en el que refugiarnos y zozobramos entre giros de timón obligados por la tormenta que azota en el exterior y que en cada golpe de mar las olas se nos llevan vidas, negocios y certezas.

Pero también siento que hemos despertado como pueblo. Los cantos de sirenas que llevamos escuchando desde hace meses se han desvanecido entre las brumas de la crisis sanitaria, social y política que se ha extendido por todas partes y que no dejar hallar solución ninguna. Ahora los pasajeros sabemos que nuestra suerte depende de nosotros mismos, que no podemos creer en un presidente de la Generalitat Valenciana que cuyo mayor pecado ha sido la soberbia, que ha sacado pecho cuando no le tocaba y ha despreciado a todos lo que les han intentado ayudar. Entiendo que, cuando se le ha venido todo encima, haga todo lo que esté en su mano para no naufragar, pero es que hemos salido a navegar sin mapa ni astrolabio. Y el faro de Moncloa está apagado cuando ni se apiada de quienes le reclaman que adelante el toque de queda como medida sensata. Solo enfoca a Cataluña, que es lo que le interesa a Pedro Sánchez, que ya contará después cuantos restos ha dejado la galerna en la playa. 

No podemos confiar en Puig cuando decreta el cierre de la hostelería sin ni siquiera llamar a los afectados, aunque sea para pedirles disculpas, ni un plan serio de ayudas para que los cierres no sean permanentes. Después corre detrás de los presidentes de diputaciones y alcaldes para no verse solo en el puesto de mando del que no quieren saber nada sus socios. Vaya ejercicio de responsabilidad le está dando Carlos Mazón al acudir con toda su buena disposición a enseñarle cómo se aumentan las ayudas a autónomos y empresas para que haya algo después de que se vacíen los hospitales. 

Deja nuestro futuro en manos de los hados. No permite abrir comercios más allá de las 18 horas, pero deja que nuestros jóvenes se junten por cientos en los exámenes de las universidades, a lo que tienen que llegar en transportes públicos abarrotados. Incongruente, desleal, canalla. Brutal el vídeo del dueño de un restaurante que invita a Puig a comer si llega a su restaurante en metro y autobús. El pueblo por delante de sus gobernantes. 

Es mi único halo de esperanza. Pensar que la noche es más oscura justo antes del amanecer; que todos estamos juntos en el mismo barco y que no podemos dejarlo hundirse. Que, aunque se nos vayan hombres buenos como don Manuel Bonig, todavía tenemos mayores a los que escuchar, de los que aprender que no hay que mirar colores, sino corazones; hijas por las que luchar para que se queden en la tierra de sus abuelos y no se tengan que buscar la vida fuera; y personas por las que pelear una vida juntos en casa. Rememos todos juntos, por favor, con humildad, trabajo y sacrificio. El camino equivocado nos llevará directos a las rocas. 

Por favor, cuídense mucho.

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