A veces el futuro se queda antiguo. Como en esas películas del espacio donde los mandos de las naves espaciales eran analógicos. O en Terminator, sin ir más lejos. ¿Un ejército de máquinas invadiéndonos? No, claro que no. Es ridículo. Nos invaden poco a poco pero es mucho más sutil. Ni siquiera Matrix acertó. ¿Para qué necesitan las máquinas crear un universo virtual en el que engañarnos si no hay resistencia alguna a su control? Estamos encantadísimos de ser dominados. Les hemos dejado ocupar el espacio de nuestra alma, signifique lo que signifique esa palabra. Y en breve les dejaremos ocupar nuestra voluntad. Pero es que tener alma y voluntad a lo mejor está sobrevalorado. ¿Y el estrés que quita que otros decidan? ¿Y los remordimientos que nos ahorramos?
Google es capaz de predecir las epidemias de gripe antes que los médicos. Las App de reconocimiento facial, a través de las cámaras de seguridad, son capaces de atrapar a los delincuentes casi sin ayuda de la policía y un navegador te avisa antes de los atascos que los guardias de tráfico. Estamos creando un Mundo Perfecto donde la mayoría de responsabilidades y decisiones no debemos tomarlas los humanos sino los algoritmos. ¿No es un sueño hecho realidad? Una humanidad libre de miedos, traumas, arrepentimientos… ¡Y si algo falla, insultas en redes, valoras bajo la aplicación y pones una demanda sin tener la más mínima responsabilidad en el fracaso!
Esta noche he quedado con una chica. He quedado hoy porque mi pulsera biomédica me dijo que estoy incubando algo y, aunque me he empezado a premedicar, no me voy a arriesgar a caer enfermo sin conocerla. Y es que la aplicación donde la he conocido dice que somos supercompatibles. Es una aplicación muy nueva, así que tuve que hacerme un análisis hormonal y el programa afirma que no solo me gustará físicamente (basándose en mis preferencias según mis likes) y somos un 87% compatibles en gustos y aficiones, sino que también encajamos en lo químico, literalmente hablando. Siendo brusco: su olor a hembra me va a poner a mil. Y a ella el olor de mi sistema inmunológico, tan compatible con el suyo. ¿No es genial? Flechazo asegurado.
Además del físico, los gustos y la química hormonal sexual, la App de psicología que tiene acceso a todos mis datos personales y conocimiento de mis anteriores relaciones, ha dado el visto bueno: no es otra de esas artistas autodestructivas por las que me siento atraído y por las que siempre acabo en terapia. Las garantías de que funcione son altas. Tampoco yo soy un hombre que vaya a anularla debido a su dependencia emocional y necesidad de gustar como algunos de sus anteriores novios, así que todo pinta bien.
La aplicación ha buscado un restaurante que nos va a encantar a los dos, a la hora que según nuestras agendas nos viene perfecto calculando lo que nos cuesta llegar por la ruta más rápida. Y aparcar. Me he comprado una camisa que, según las páginas de moda que sigue, va a gustarle muchísimo. Me la ha recomendado la aplicación y ya me la ha comprado (tiene mis permisos para hacer compras y reservas sin consultarme). Llegará en un par de horas a casa. El menú no lo he mirado pero una vez en el restaurante (que tampoco he visto aún cuál es) prefiero que nos recomiende la aplicación de comida y vinos donde llevo tiempo puntuando productos. Así no fallo. Según su perfil en redes sociales es una chica feminista así que no voy a intentar pagar la cena para que no haya malinterpretaciones. Después de la cena, lo tengo todo planeado para seducirla: la llevaré a un concierto o a ver una peli o donde sea que me diga el algoritmo de Ocio que nos encaja a los dos. ¡Seguro que le encanta! Y más tarde, si pasamos la noche juntos, le propondré cruzar nuestras cuentas de YouPorn y ver en qué etiqueta coincidimos más para que sea la noche perfecta.
Vaya, se está haciendo tarde y yo aquí sentado escribiendo el artículo. Voy a ducharme que en breve salgo a mi cita con… no recuerdo cómo se llama... digamos con ¡La Mujer De Mi Vida!
Obviamente esto es una parodia basada en las ideas sobre el futuro que exponen algunos autores (Harari por ejemplo) en sus libros, pero suena todo tan real que da miedo. ¿Quién quiere tomar decisiones que pueden salir mal? ¿No es mejor delegar en algoritmos que gracias (o por culpa de) nuestra huella digital nos conocen más que nosotros mismos? Fotos en Instagram, rutas en Google Maps, palabras clave de tus comentarios en redes, likes en Facebook, valoraciones en TripAdvisor, cookies e historial de navegación, datos biomédicos, retweets, compras en Amazon, grupos de whatsapp, cámaras con reconocimientos facial, suscripción a un periódico digital de determinada ideología, tiempo utilizado en leer artículos sobre distintos temas, grabación de conversaciones desde el móvil, localización, pulsaciones del corazón al estar frente a determinados estímulos…
Fausto le vendió el alma al diablo Mefistófeles. Su alma llena de recuerdos, experiencias, emociones. Pero ahora, para vender el alma al diablo, solo tenemos que aceptar las condiciones de uso. Porque el alma ahora es algo tangible: la huella digital. Un alma diseminada por la red en todas nuestras interacciones.
Y los algoritmos se están convirtiendo poco a poco en nuestra voluntad. Porque no tenemos tiempo y porque nos fiamos más de ellos que de nosotros...
Así que, todo va bien: sentémonos a esperar que las máquinas dirijan nuestra vidas. Al final no hizo falta ni Terminator ni Mátrix para someter a los humanos. Es La invasión de los ultracuerpos 5G, el último remake.