CÁDIZ. La inauguración del festival South International Series en Cádiz ha coincidido con la recta final de un evento igualmente multicultural en una provincia cercana, la Cumbre Europea de Granada. La coincidencia no iría más allá del batiburrillo de noticias diarias si no fuera por la simultaneidad de dos posturas enfrentadas en el debate migratorio. Mientras los 27 acordaban en Granada el endurecimiento de las reglas de asilo y el aumento de los retornos, la nueva cita audiovisual se abría con la proyección de La ley del mar, una miniserie basada en la peripecia del primer barco europeo que rescató a los ocupantes de un cayuco a la deriva. La solidaridad ciudadana en la ficción se da de bruces con la edificación política de una Europa fortaleza.
«El audiovisual hoy en día es para valientes, pero esta serie nos venía al pelo, porque tiene lo mejor de los valores humanos y lo peor de las tomas de decisiones, contraste que nos permitía trasladar un mensaje transformador a la sociedad», exponía en su encuentro con los medios el director de RTVV, Alfred Costa.
À Punt Media coproduce junto a Studio60 y RTVE esta recreación de la gesta protagonizada por los 11 tripulantes de un barco pesquero de Santa Pola que en 2006 puso en jaque a la diplomacia comunitaria al auxiliar a medio centenar de inmigrantes de Eritrea y Sudán en alta mar. Cuando las autoridades de Malta no les dejaron desembarcar en el puerto de La Valeta porque la recogida había sido en aguas de Libia, las 61 personas y un bebé a bordo del Francisco y Catalina hubieron de compartir un espacio de 50 metros cuadrados, escasa bebida y comida durante 10 días.
La ley del mar ha reactivado la actividad en la Ciudad de la Luz, con la filmación de secuencias en interiores.
Un tipo de otra época
El proyecto ha vuelto a reunir a Luis Tosar y Blanca Portillo en un rodaje tras otro proyecto que despertó un profundo debate, Maixabel (Icíar Bollaín, 2021). La madrileña interpreta a la diplomática de España en Malta, mientras que el actor gallego da vida al capitán del barco, José Durá, con el que se entrevistó en varias ocasiones.
La primera de las conversaciones fue telefónica y al actor le intrigaba saber si el santapolero había pasado miedo. La respuesta fue contundente, no, le daba igual. «Tardará más o menos, pero cuando vas con la verdad por delante, todo se soluciona», es el lema del patrón, al que ha tomado el relevo su hijo, Pascual, tanto en la pesca de gambas como en la ayuda humanitaria. A fecha de hoy, la familia Durá ya suma cuatro rescates.
«Es una persona con unos principios morales tan claros que llama la atención -se sigue sorprendiendo Tosar-. Todos nos movemos en un mar de dudas, somos volubles y lo que ofrecemos es generalmente volátil: una foto en Instagram y mañana, otra. La palabra en la política no sirve para nada y tenemos concordado que es algo que está bien, pero Pepe es un tipo de otra época, comprometido y extraordinariamente íntegro».
Su acto humanitario le procuró la Medalla de Oro de la Cruz Roja, la Orden del Mérito Civil y su candidatura al Premio Príncipe de Asturias a la Concordia 2006 y al II Premio Rey de España de Derechos Humanos.
En la variedad dialectal está la riqueza
El tres veces ganador del Premio Goya encaró su interpretación desde la convicción de que debía guardar un respeto a la variante del valenciano que habla Durá en la vida real “para procurar una identificación lingüística con el lugar y el ámbito social de procedencia de los personajes». El trabajo fue muy exhaustivo y contaron con una intructora de dialecto que les preparó para reproducir un amplio abanico lingüístico, con una representación orgánica del entendimiento que se vive en una comunidad que en las interacciones alterna sus dos lenguas oficiales.
Tosar se define como «activista de la lengua» y recordó su participación en la primera serie rodada en gallego no normativo, Mareas vivas, donde se empleaba la variante dialectal de A Costa da Morte: «La gente empezó a identificar los episodios como reales y cercanos. Por fortuna somos un país con una riqueza apabullante de lenguas y acentos que es importante explotar».
En el reparto le acompañan tanto actores profesionales, como Sonia Almarcha, Víctor Clavijo, Àlex Monner, Pau Durà, Lamine Thior, Carlos Serrano, Teresa Hurtado y Paula Muñoz, como intérpretes naturales, entre los que se hallaban algunos de los 630 refugiados y migrantes que llegaron a España en 2018 a bordo del Aquarius. Este trance vital generó momentos de tensión durante el rodaje del rescate, porque los extras lo vivieron de una manera muy realista.
La filmación se desarrolló durante 18 días en alta mar. A su llegada a la localización, a los actores a bordo de la patera se les situaba a 500 metros del barco, lo que, según describe el director de la miniserie de tres capítulos, Alberto Ruiz Rojo, «rompió la cuarta pared».
A Lamine Thior, nacido en Senegal, le afectó emocionalmente: «Alrededor no veías cámaras, así que la sensación de desamparo se convirtió en verdad. La gente empezó a ponerse nerviosa y se produjeron pequeños conflictos».
Penélopes con pancartas
Si le preguntas a José Durá por la dureza de aquella experiencia, te responde que la parte más difícil fue la vivida por su mujer, Pepi Irles. «Ellos tenían comida, podían aguantar y sabían hasta donde forzar la máquina, pero la gente en tierra lo pasó mal porque no había redes sociales, las comunicaciones eran difíciles y existía incertidumbre sobre lo que estaba pasando», desarrolla Tosar.
Lejos de sumirse en la angustia, las mujeres de los marineros movilizaron a la opinión pública, de forma que los medios de comunicación y autoridades se terminaron interesando por el suceso.
«Hemos querido entender todas las posiciones sin ser maniqueos ni juzgar, tanto la de las mujeres como también la de la burocracia y la historia de los despachos», explica la guionista Tatiana Rodríguez, que ha procurado ser fiel a la realidad aunque la historia esté ficcionada.
En su proceso de documentación, descubrió que los viajes de los inmigrantes se prologan entre uno y tres años «y, a veces, dentro de lo malo, la patera es lo mejor». En la trama, como ella, la tripulación lo va descubriendo y establece una conexión entre la desesperación de los migrantes y las dificultades inherentes a un oficio marcado por una situación económica complicada que cada vez les lleva a pescar más lejos. El conocimiento del otro y el descubrimiento de puntos en común provoca la empatía.
«Los pescadores salvaron a la gente de esa patera, pero de alguna manera, los rescatados también les transformaron», valora Rodríguez.
À Punt tiene previsto estrenar la miniserie en 2024, pero previamente realizará una gran fiesta del audiovisual valenciano en la región para poner en valor a sus verdaderos protagonistas. Así lo subrayó Costa, que destaca el simbolismo identitario de La ley del mar: «Esta serie es muy nuestra, porque define la riqueza de este territorio, conformado por el paso de sucesivas civilizaciones. Cualquiera que desembarcaba aquí se quedaba para centenares de años, de ahí que hayamos ido acumulando una manera de entender el mundo de manera cosmopolita que acaba generando héroes anónimos que son ejemplo de generosidad».